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   Manolete Vilas, diestro sin igual de la novelería española

 

       Conocí a Manolo Vilas en 1998, cuando él era aún casi un mozalbete y lo invité a venir a un encuentro literario internacional que organicé en Calaceite, Bajo Aragón, gracias al apoyo del Ayuntamiento del pueblo. Vino traído de la mano por su amigo José Giménez Corbatón, ambos escritores todavía principiantes y colegas de oficio como profesores de secundaria en los liceos de Zaragoza. El encuentro, que duró tres días, recibía como invitados de honor a los miembros de la “Nouvelle Fiction Française” entre ellos Frédérick Tristan (premio Goncourt 1983), G.O. Châteaureynaud (premio Renaudot 1982), Hubert Haddad (premio Société des Gens de Lettres, 1998), et Francis Berthelot (premio Science Fiction Metz 1980). Entre los invitados también había algunos escritores catalanes : Toni Marí, Robert Saladrigas, el historiador Joaquín Monclùs, la escritora madrileña Natacha Seseña y el novelista chileno, Mauricio Wacquez, además de la periodista peruana, Elsa Arana. Las conferencias estaban programadas en tres lenguas, francés, castellano y catalán, traducidas simultáneamente por un grupo de traductores dirigidos por Esther Romero, free lance suiza-peruana. [1].


 CALACEITE 1998





        Manolo Vilas no hablaba ni una palabra de francés y tal vez por eso permaneció mudo durante los tres días del coloquio internacional. En cambio, siguiendo su impulso de “escritor muerto de hambre” (según él), comió cuanto pudo en la fonda del pueblo, sin tener que pagar cuenta alguna, claro está. Don Pablos de Segovia, el protagonista famélico de El Buscón de Quevedo, una de las referencias favoritas de Manolo, hubiera quedado contento e, incluso, agradecido.
 
         Dado su mutismo (charmant), no tuve el tiempo de ocuparme atentamente de su poesía, lo que felizmente le daba igual. Lo importante es que comió y bebió a sus anchas y que durmió a pierna suelta en las estupendas habitaciones de la Fundación Noesis. Pero a través de José Giménez Corbatón, autor de la novela La Fábrica de Huesos y francófono admirable, guardaríamos un hilo de comunicación tras el regreso de ambos a Zaragoza. En esos momentos yo no sabía que el tímido “novelero” (por no decir “novillero”) cuasidesconocido en aquellos años, llegaría a ser el famoso Manolete de hoy, sacado en andas por los más poderosos editores de la hispanidad. La historia de la literatura y de la tauromaquia reservan este tipo de sorpresas.
 
         Vería a Manolete Vilas pocos años después, cuando ya había tomado su alternativa concedida por Giménez (Corbatón y no “el Chicuelo” Giménez Moreno, por supuesto), “padrino” cuya destreza personal no bastó para equilibrar la pequeñez del ruedo y la modestia de Z , publicado por DVD Ediciones en 2002. Siempre de la mano de su padrino, llegó una vez más a Calaceite y nos fuimos, en compañía de mi mujer, Chantal, a casa de la arpista chilena Asunción Claro, quien nos había invitado a tomar “una copa”. La faena, espectacularmente alcohólica, fue memorable. Manolete abría y cerraba la nevera de la dueña de casa recuperando cuanta botella de cava pudo encontrar y bailó una jota encima de la mesa de la cocina. Sin caerse. ¡Un matador es un matador ! Confieso que para mis adentros me dije, acallando las reflexiones de mi mujer: “Al fin encuentro a alguien peor que yo”.
 
       No nos vimos de nuevo con Manolete hasta 2005-2006, tras la exposición de pintura de Braun-Vega en el castillo de Valderrobres que monté con la ayuda del concejal de cultura Carlos Fontanet y del museo de Teruel, paralelamente a la presentación en España de uno de mis intertextos, La Sociedad de los Hombres Celestes.

 

 

         Dada la plétora de invitados(entre ellos Jorge Semprún, Bryce Echenique y la dirección de Sens Public, mi editor en Francia), no invité esta vez a mis compatriotas aragoneses (yo me considero “aragonés de Chile” por el lado de mi madre, “Artigas”, apellido abrumadoramente común en Huesca)[2],





Invitación de la exposición de Braun-Vega en el castillo de  VADERROBRES (2006)

 

 

pero sí invité a Emilie Tardivel, mi nueva agente literaria en reemplazo de Carmen Balcells, quien comenzaba su descenso hacia la muerte. Emilie tenía sólo 25 años, ojos celestiales, una larga cabellera rubia, densa y ondulante como un trigal de estío, y una inteligencia más hermosa aun que su cuerpo de equitadora y de campeona de tenis juvenil. Tenía todo eso, además de su doctorado en Science-Po y su dominio impresionante de cinco lenguas. Aprovechando su estadía en Valderrobres, la llevé a Zaragoza para presentarle a Giménez Corbatón, a su ahijado Manolete y a otros escritores que no lograban encontrar editores suficientemente ricos para hacerlos aplaudir en las ferias de la novelería española. Era tan joven Emilie, tan bella e inteligente, que los chicos zaragozanos no la tomaron en serio en cuanto agente literaria. Ni siquiera Manolete, a quien sin embargo iríamos a escuchar en el Instituto Cervantes de París, donde participaba en un recital de poesía. Mirando embobado a Emilie, le dijo poéticamente : “Eres muy bonita”. Ella sonrió.
 
           Poco a poco comencé a distanciarme de mis amigos zaragozanos, un poco decepcionado, a decir verdad. El director de Pramés, la editorial comunitaria aragonesa donde eran editados, me confesó que rara vez se daba la pena de leer los manuscritos que le imponían los socios de la empresa, consagrada sobre todo a la promoción de los tesoros turísticos de Aragón. El prefería leerlos ya publicados. Si los leía. En consecuencia, por razones de higiene literaria, dejé de frecuentarlo. Más o menos lo mismo me ocurrió con Giménez Corbatón, sin embargo hábil constructor de La Fábrica de Huesos, libro extraordinario apenas conocido y ahora olvidado, con quien habíamos conversado y colaborado en Sens Public. Amable pero impermeable a mi trabajo vanguardista sobre la escritura electrónica, el Intertexto, y la necesidad de sobrepasar a la novela en cuanto modalidad narrativa, me envió un mail donde me declaraba su pasión por las novelas del escritor estadounidense Paul Auster, que devoraba una tras otra. Quedé estupefacto. Me consta que las novelas de Auster se consumen fácilmente, a la manera de las hamburguesas macdonalds (de carne de buey nacional, de cocodrilo o de papagayo, todas saben igual). En una de sus últimas novelas, 4321, imponente por su grosor, haciendo alarde de sus tendencias vanguardistas a la Proust y creyendo revolucionar la narrativa, cruza cuatro historias que conciernen en principio a un mismo personaje puesto en cuatro situaciones diferentes (vivo, después muerto, vivo otra vez, etc.) Resultado : cuatro novelas convencionales y punto. Mismo sabor, con o sin ketch-up. Giménez Corbatón me confirmó también su gusto personal por la edición a la antigua, impresa en papel. ¿Por qué no? Cada uno sus gustos. Decidí entonces no perder más mi tiempo y concentrarme en el desarrollo de la Teoría del Intertexto,[3]
 

 

 

 

 lo que me costaría todavía un montón de años antes de presentarla en el Instituto Gorki de Moscú (2019), apoyándome en mi ensayo Bakhtine, Proust et la polyphonie romanesque chez Dostoievski :

 

 

          Entretanto en París (vivo en Francia desde 1969, voy a Calaceite sólo de vacaciones) tendría nuevas noticias de Manuel Vilas, ya metamorfoseado en Manolete y ensalzado por la crítica literaria parisina. No di gran importancia al hecho dado que la crítica francesa es mayoritariamente comercial, al igual que en todos los países del mundo. Su objetivo, mal camuflado, es vender la producción de los editores y no la promoción de la literatura . Es lo que decía Réné Daumal, el poeta aparentado al surrealismo de Breton, autor de la obra maestra de la narrativa “esotérica” occidental, El Monte Análogo. [4]
 
 

 

 

René Daumal (Le Mont Analogue)
 

          La verdadera crítica, una ciencia dentro del arte de la literatura, se encuentra en los ensayos universitarios...cuando se encuentra. Me desentendí por ello de los olé olé que proferían los periodistas y no compré ninguno de los libros, bastante caros, ofrecidos en el mercado. Cambiaría de actitud más adelante en una comida con Esther Puyó Montserrat en Beceite, en la Antigua Fonda Rodá, histórica posada donde solía comer Luis Buñuel cuando viajaba entre Barcelona y la casa de su familia en Calanda. Esther, flamante escritora de Un tiempo, un café, relato autobiográfico cristalino donde la narradora-protagonista cuenta la vida del pueblo de Cretas a través de la vida del bar de la aldea, me hizo saber su admiración entusiasta por el autor de Ordesa, faena que valió a Manolete 2 orejas, un rabo y una vuelta al ruedo exigida por Juan Cruz, uno de sus banderilleros de Alfaguara [5]. Estimulado por el entusiasmo de Esther Puyó, iba a procurarme y leer todas las últimas novelas de Manolete publicadas a partir de 2018. Mi sorpresa fue considerable.
 
         En efecto, Ordesa es una obra excepcional. No es una novela desde el punto de vista retórico estricto (personajes ficticios, trama, suspenso, desenlace, final, etc.), sino una narración autobiográfica propulsada por una fuerza poética prodigiosa. “El talento es un don de Dios. No sé qué orgullo puede haber en tenerlo, como si fuera cosa producida por uno mismo", afirma Fernando Pessoa en el acto II de su Fausto, neutralizando a celosos y envidiosos. El talento poético de Manolo Vilas es indiscutible, nadie que lo haya leído puede negarlo. Sus entramados textuales son a veces defectuosos, pero esos defectos son superados por la intensidad de su osadía poética y la destreza de sus reflexiones. Manolo es un genio de la literatura hispánica, al igual que Manolete era un genio de la tauromaquia. Su narrativa está saturada de preciosas metáforas, metonimias y comparaciones originales, de juegos intertextuales acertados, de pensamientos florales que descubren la belleza en los rincones más ordinarios e insignificantes de la más ordinaria de las vidas : la nuestra. En eso radica su universalidad, más allá de toda mezquindad retórica. Desgraciadamente, como todo genio es también infantil y frágil. Y, desde un punto de vista psicológico, un psicópata. Kurt Schneider, psiquiatra alemán post-freudiano de mediados del siglo XX, estableció una laboriosa clasificación de las psicopatías. Para Kurt Schneider las psicopatías no son enfermedades mentales comparables a las neurosis y las psicosis, patologías adquiridas en la infancia o en la adolescencia. El psicópata nace psicópata, apesadumbrado por una constelación de genes de la cual es absolutamente irresponsable. Su única responsabilidad consiste en enfrentar, bien o mal, su sufrimiento psíquico (psicópata : el que sufre de su mente). Y en la lista de los psicópatas es posible inscribir tanto al genio...como al asesino. El gran toreador Manolete es un excelente ejemplo por la genialidad de sus “manoletinas” y por su legendaria habilidad en el momento de matar a un toro de una sola estocada -fulgurante, precisa, impecable- evitándole el dolor de la muerte. Manolete Vilas no es un asesino y no lo será jamás, salvo de sí mismo. Habla con frecuencia de quitarse la vida a causa de su sufrimiento mental, rebelde al alcohol y a todas las drogas y medicamentos recetados por una retahíla de psiquiatras anti-poetas, entre los cuales yo no me cuento desde que dejé la profesión. Prefiero ser un “anti-poeta” a secas, según lo prescribía Nicanor Parra, premio Cervantes chileno. Fernando Pessoa decía, a propósito de los psiquiatras, que « el único crítico de arte o de letras debe ser el psiquiatra, porque aunque los psiquiatras sean tan ignorantes y laterales a los asuntos como todos los otros hombres de aquello a lo que ellos llaman ciencia, tienen aún así, delante de lo que viene a ser un caso de dolencia mental aquella competencia que consiste en que nosotros juzgamos que ellos la tienen. Ningún edificio de sabiduría humana puede levantarse sobre otros cimientos» .

        Leí pues de un golpe Ordesa (Alfaguara 2018), Alegría ( Planeta 2019), Los besos (Planeta 2021), Nosotros (2023 Destino-Planeta 2023) y El mejor libro del mundo (Planeta 2024). Mi impresión de que Manolete es un genio se confirmó (desde luego, si es grande, mediano o pequeño, sólo se verá con el tiempo). Y lo que temía a causa de su trayectoria editorial, también. Manuel Vilas, que hasta la publicación de Ordesa se consideraba, como los pícaros de El Buscón, un escritor “muerto de hambre”, de “clase media-baja”, dejó de serlo, pero entró en el ámbito de “la palabra emputecida”, denunciada por Michel Waldberg en su libro La parole putanisée (La Différence, Paris, 2021)[6], ácida critica de Michel Houellebecq, el escritor francés que mejor puede compararse a Manolo por su talento narrativo. Su prosa es flexible y amena, muchas veces divertida. Su islamofobia fascistoide, mucho menos.


 

 

 

         A Waldberg nunca le gustó Houellebecq. Siempre denunció al escritor cínico, escondido detrás del “novelista de éxito”, el potrillo más rentable del establo Gallimard-Flammarion. Y el más prostituido. "Básicamente soy una puta, escribo para recibir aplausos", confiesa en el diario Le Monde del 7 de enero de 2022. Gurdjieff, hablando de la literatura contemporánea, señala en su libro Encuentros con hombres notables que “uno de los principales medios de desarrollo de la inteligencia es la literatura. ¿Pero para qué sirve la literatura de la civilización contemporánea? Absolutamente para nada, salvo para la propagación de la palabra emputecida”. [7]

 

 

 

        Efectivamente, si Ordesa es una narración poética de una gran sinceridad existencial, donde el escritor, sin hacerse ninguna concesión, explora la esencia de los sentimientos de su vida familiar, los textos que siguen enturbian su obra, atrapada por el mecanismo tramposo de la literatura industrial. En mi artículo Revolución en el mundo de la edición literaria  :

 

 



Revolución en el mundo de la edición literaria


  consagro varios párrafos a la situación en España, donde fui editado por Montesinos Editor (Quimera) en los años 80 (El Bautismo, El Sueño) bajo el pseudónimo “Juan Almendro".[8]

 

 

 

                                                                                

                      

         Pero sobre todo me intereso en los propietarios de las Ediciones Planeta, los Señores Lara, en particular en el Señor Lara Bosch, Moby Dick II, editor singularmente obeso y gran devorador de novelistas y de pequeños editores, en nada distinto del fundador de Planeta, Moby Dick I, y de los otros ejemplares de la manada, franquistas de armas tomar. “No he tenido que hacer muchas putadas porque mi padre ya las hizo casi todas”, decía con arrogancia Moby Dick II sobre su progenitor, Moby Dick I, quien fuera capitán de la Legión golpista, seguidor del general Yagüe, famoso por su crueldad (miles de civiles fusilados en las calles sin ninguna piedad durante la Guerra Civil).

  
       Alegría, libro finalista del premio Planeta en 2019, prolonga aún la estela poética de Ordesa pero, hecho curioso, el jurado que vela por el cumplimiento de los deseos de Moby Dick I y Moby Dick II (hoy día desaparecido, víctima de un cáncer del páncreas que le hizo perder decenas de kilos transformándolo de insaciable cachalote en inofensivo pejerrey) no le otorgó la recompensa suprema de 601.000 euros, probablemente prometida al diestro para convencerle de abandonar la plaza madrileña de Alfaguara. Los cientos de miles de euretes cayeron en los bolsillos de un novelilIero venido de Extremadura, mal discípulo del novelista chileno Roberto Bolaño, pero buen turiferario de su souteneur en la RAE, Viagras Llosa (“el Pichulas”, le denomina, burlón e insolente, Manolete, contento de haber encontrado en la obra del novelista peruano un sinónimo de la abusada y muy manoseada “polla” española).[9] Sin embargo, al contrario del diestro aragonés, algo ingenuo, el galardonado extremeño tuvo la astucia de utilizar una de las recetas favoritas de la casa : “Para comenzar, ponga usté un asesinato adobado de misterio; para continuar, agregue usté un detective no muy tonto, ojalá escogido entre los sabuesos que se venden en el mercado de los thrillers y los polars; el sabueso, moviendo la cola, se encargará de dilucidar el misterio en cuestión, dejando en claro quiénes son los buenos y quiénes son los malos en nuestra sociedad ultra-liberal. Eche usté disimuladamente una cucharada sopera de anti-comunismo y una pizca de filosofía existencial antes de servir. Acompañe con cocacola”. Demás está decir que toda tentativa vanguardista está rigurosamente excluida del premio Planeta, según lo advierte, sin ninguna sutileza, el reglamento :
 
“...manifestación expresa del carácter original e inédito de la obra que se presenta, de que su creación no es resultado de la utilización de sistemas,herramientas o técnicas derivadas o vinculadas con la Inteligencia Artificial, así como que no es copia ni modificación, total o parcial, de ninguna otra obra propia o ajena.
 
         Dicho de modo más científico, además de ignorar el aporte de los últimos avances tecnológicos de la escritura electrónica, el reglamento ignora y excluye la intertextualidad, mecanismo axial de la narrativa de vanguardia definido por Julia Kristeva, Roland Barthes y Tzvetan Todorov en los años 60-70. El reglamento de Planeta pretende tal vez alejar el espectro del plagio, forma inferior de la intertextualidad, practicada desvergonzadamente por el “Immortel” Vargas Llosa (Q.E.P.D.) [10] pero en el fondo protege a la novela en cuanto género narrativo viejo de varios siglos, estéticamente seco, aunque comercialmente todavía muy jugoso.
 
         Manolete, desilusionado tras perder el premio en 2019 frente a un desmañado “segunda espada” a causa de algo que olía a traición (condimento habitual en los restaurantes del establishment literario-editorial donde se deciden los premios) fue oportunamente tranquilizado y mimado por su nueva esposa, Mo, “spanish novelist” profesora de “spanish creative writing” para estudiantes de “hispanic origin” en la universidad de Iowa City (extravagant, really). La profesora, además de prohibirle beber, le hizo aceptar que debía ser paciente y esperar con humildad su turno. Ella recibiría en cambio inmediatamente su propia recompensa, los 18.000 euros del premio Nadal proporcionados por Destino Editores, casa secundaria entre las múltiples propiedades de los descendientes de Moby Dick I. No obstante su novela, El mapa de los afectos, que transcurre casi enteramente en el Middle West con personajes nacidos en el lugar, pero que hablan el castellano como los sheriffs, los sioux y los apaches de las películas de cow-boys dobladas al español, no tiene más valor estético que el de los comics, especialidad de Mo, Philosophal Doctor en general, hecho que asombra a Manolete (modesto licenciado en filología). La prosa de la novela premiada es desnaturalizada lingüísticamente desde el principio del texto. Los personajes estadounidenses hablan en la lengua materna de la autora-narradora-protagonista, madrileña de culo y de corazón, monolingüismo derivado, por inercia, del monolingüismo propio de la novela ordinaria, defecto que debilita penosamente su verosimilitud. La estructura de la novela es desequilibrada y confusa. El asesinato novelesco de rigor (feminicidio a la Bolaño, en este caso) no logra reemplazar la ausencia de suspenso. El mapa de los afectos, en cuanto “fiction morte exemplaire” (diría Frédérick Tristan), sólo sirve para injertar un discurso feminista / machista ambiguo y oportunista. A todas luces, Manolete no consiguió ayudar a su new wife con la habilidad de su genio. Uno puede preguntarse por las razones del premio Nadal. La respuesta es evidente : el jurado, alentado y empujado por el Comisario de Planeta SA, admirador del papá de Mo (José Merino, Magnífico Académico de la Real Academia Española, cuya inmortalidad aún no está confirmada por los Immortels de la Académie Française), no otorgó el dinero a la novela por razones de calidad estética (medio baja o baja), sino como genuflexión ante la cultura estadounidense de los litterary workshops. Comercialmente muy rentables.

       De poco sirvió a Manolete esgrimir su prosa poética y presentar a su nuevo editor Los besos, novela reglamentaria desde un punto de vista retórico (personajes ficticios, suspenso, desenlace, Covid de telón de fondo, coqueteos intertextuales con el Quijote ) que probaba su habilidad novelesca, en nada inferior a la de cualquier ganador del premio. Tampoco esta vez le dieron los 601.000 euretes. ¿Motivo? Difícil de explicar. El coqueteo intertextual con Cervantes (la intertextualidad, decíamos, es ignorada por el jurado, por lo habitual senil, con o sin quevedos, siempre vigilado estrechamente por un Comisario de la empresa) no basta para explicar el hecho. El obstáculo es también ideológico. Según se sabe, nadie puede ganar el premio Planeta si no es novelista de derechas. Salvo rarísima excepción. Antonio Skármeta, escritor chileno partidario de Salvador Allende, ha sido una de esas excepciones. Obtuvo el dinero gracias al prestigio mundial del heroico presidente de Chile, prestigio comercialmente explotable para los editores que supieron rentabilizarlo. Ese prestigio lo ha aprovechado también Isabel Allende, novelista sinvergüenza encantada de que la tomen por la hija homónima de Salvador Allende, auténtica heroína que permaneció junto a su padre el día del golpe de Estado. [11]

 
 

 

Entrevista con David WALLACE


         Ser de derechas es un requisito que Manolete cumple pese a estar inscrito, desde su época de profesor de secundaria, en el sindicato CC.OO. Pero él es anarquista de derechas, aunque no se lo crea y sugiera que es anarquista de izquierdas, “ex-marxista-desilusionado-del-comunismo”, fórmula utilizada por Vargas Llosa para desprestigiar al socialismo. Y un anarquista, de cualquier tinte que sea, es siempre imprevisible y peligroso. Moby Dick y sus herederos lo saben. Manolete se complace en ridiculizar a los gobernantes socialistas de la España de hoy, dejando intacta a la extrema derecha y a la derecha extrema que atacan suciamente a la democracia post-franquista. El problema es que también le gusta “meterse” con la monarquía, algo que no conviene a Planeta SA. Moby Dick I consiguió seducir a Juan Carlos I para que la Casa Real apoyara a la suya y los reyes participaran en los grandes aniversarios y ceremonias de la multimillonaria empresa. Creyendo pasar a la historia en cuanto “Rey de la Literatura y de las Artes”, superior a Alfonso X el Sabio, el agradecido monarca ennobleció a Moby Dick I con el título de Marqués del Pedroso. Faltar el respeto a los monarcas es mal asunto.
 
         Podemos suponer, novelescamente, que tras el relativo silencio que acogió Los besos, Manolete, asesorado por su fresh wife, aprendió la lección. En Nosotros los lectores lo sabrán todo acerca de los relojes de marca que convienen o no según el escalafón social, sobre las veloces y confortables limusinas francesas, alemanas o italianas, la ropa más cara, los hoteles cinco estrellas, las mejores playas del Mediterráneo (hay un breve rappel “progre” sobre los cadáveres de los migrantes náufragos), los restaurantes de calidad, los champagnes, los whiskys y los vinos recomendables antes o después de los coitos de la protagonista, viuda ninfómana (y bisexual cuando es necesario), que enloquece de placer/dolor durante los orgasmos provocados por el ayuntamiento carnal a través de los distintos orificios ofrecidos por la Naturaleza. Y como horizonte tendence, una cierta tonalidad feminista en defensa de la emancipación de la mujer, autorizada a fornicar (pisoteando con sus tacos aguja las prohibiciones impuestas por la Iglesia y el Opus Dei), con quién quiera, cuándo quiera y cómo quiera...si tiene la suerte de ser rica y pertenecer a las clases más favorecidas (clase media-alta, empalmándose dentro de lo posible con la clase-alta). Manolete, inspirándose de Neruda (a quien admira), hubiera podido titular Nosotros, “Oda al dinero”. Por mi parte, entre todas las maravillosas odas compuestas por el poeta chileno, doy mi preferencia a la Oda a la cebolla. Fenómeno notable: estas peripecias novelescas son contadas con la maestría poética propia de Manolete, mezclada con sus reflexiones sobre la vida y la muerte, manoletinas dignas de aplausos. Agreguemos la coherencia estética del texto lograda gracias a la utilización (no reglamentaria) de la intertextualidad con el bellísimo soneto de Quevedo, “Amor constante, más allá de la muerte. Polvo serán, mas polvo enamorado”, canta el último verso. ¿Polvo enamorado? Palabra emputecida es lo que nos ofrece lamentablemente Manolete, ataviado con su más reluciente traje de novelista.
 
         Pese a sus esfuerzos, Manolete no obtuvo el reconocimiento de Moby Dick SA y los 601.000 euretes (aumentados recientemente por Moby Dick SA a 1.000.000 de euros para superar, por fin, al premio Nóbel). Quizás a causa de la intertextualidad con Quevedo o por el exceso de sex toys y coitos gelatinosos estilo porn hub de la protagonista (un poquitín de mal gusto para los lectores católicos de Planeta Ediciones), el diestro sería, una vez más, obligado a pacientar. Mo, la divorced second wife (la primera esposa, modesta pueblerina aragonesa y madre abnegada de los dos hijos de Manolete, sólo contaba los euros y las lágrimas del divorcio) se encargó de calmarlo y convencerlo de que no pasaba nada grave. El no tenía más que seguir el ejemplo que le daba ella. Es decir, aceptar, según las reglas a la Clausevitz de la estrategia de guerra editorial, ganar primero el premio Nadal otorgado por Destino ( 30.000 euros a partir de 2023) y dejar de lado toda veleidad intertextual vanguardista. Moby Dick S.A. podría así poner a prueba el verdadero valor de Manolete antes de ofrecerle el rabo y las orejas deseados. Nada más razonable. Una empresa comercial es una empresa comercial, se ocupe de libros, de tauromaquia o de la venta de ropa usada. Cierto, la bolsa del premio Nadal es de poca cuantía : sólo mezquinos 30.000 euros. No obstante, si a esos 30.000 euretes se suman los 18.000 otorgados a Mo en 2020, se llega a la coqueta suma de 48.000 euros para la pareja de divorciados recién casados. No está mal, aunque lejos, muy lejos de los 601.000 del Gran Premio Planetario... pero mil veces superiores a los 60 dólares mensuales a los que aspiraba humildemente Fernando Pessoa. “60 dólares y ni uno solo más”, pedía como salario el divino poeta portugués, uno de los arquetipos más admirados por Manuel Vilas.
 
         Manolete embolsó sin protestar los 30.000 euros del premio Nadal, aunque no muy satisfecho. Había quedado “con sangre en el ojo”. Decidió entonces escribir un libro al que sería imposible negarle el premio Planeta, el premio Cervantes e incluso el premio Nóbel : El mejor libro del mundo. Nada más, nada menos. Uno puede preguntarse por qué su Dulcinea from Iowa City, previendo la reacción de los novelistas, todos convencidos (ella también) de haber escrito antes que Manolete el mejor libro del mundo, no intentó disuadirlo de cacarear de un modo tan provocador y pueril. No sólo porque su nueva faena no corresponde casi en nada a una novela propiamente tal (retóricamente se trata de un complicado texto autobiográfico, al modo de Ordesa), sino por contener algunos errores tácticos fatales para quien pretende ganar un premio literario en España. Manolete se burla del presidente socialista, a quien apoda “Egolo Narciso Sánchez”, algo que en el contexto político de la España de hoy (2025) es bastante favorable (la prensa saca a la momia de Franco del congelador cuando conviene, al igual que durante su siniestra agonía), pero se mofa una vez más de la familia real, en particular de la Infanta Leonor de Todos los Santos, quien no sería más que una triste prisionera de su propio rango. La hija mayor de Felipe VI y de la reina Letizia (“plebeya comunista”, según la extrema derecha), no tendría ni siquiera, entre otras prohibiciones, el derecho a fumar un porro o a imaginar su futuro como actriz porno. Es lo que se aventura a insinuar temerariamente Manolete Vilas con una muletilla arriesgadísima. “En mala hora”, diría consternado Gabriel García Márquez, gran aficionado a los toros y a los premios literarios. “¡Santo Dios de la Cruz de San Andrés!”, se persignaría Camilo José Cela, el Nóbel ateo que hizo de Franco su dios personal. Manolete, diestro con el acero de su pluma (Parker 51, de colección, muy cara), es algo torpe al colocar sus bombas anarquistas (Quevedo con sus libelos contra Felipe IV tampoco lo hacía mejor). Si Moby Dick SA no puede, por simple cortesía, dar un millón de euros a un escritor que ofende a los reales invitados de la ceremonia de su Gran Recompensa, la adjudicación a Manolo del premio Cervantes, celebrado por Felipe VI, la reina Letizia y las infantas Sofía y Leonor con un banquete en el palacio real, parece imposible. A Manolete, si no quiere morir de hambre, no le queda más alternativa que ganar el premio Nóbel, tenga o no buenos padrinos.
 
            El mejor libro del mundo quizás no es el mejor libro del mundo (antes están todos los libros del Pichulas Vargas Llosa, protestarán escandalizados sus acólitos de Alfaguara, Juan Cruz y Cía Limitada), pero es probablemente el libro más útil del mundo. Manuel Vilas, sin habérselo propuesto de modo consciente, va a describir en filigrana la realidad inverosímil del éxito édito-literario en nuestra época. Un breve ejemplo, extraído de El mejor libro del mundo: “Me meto en una caseta de la Feria del Libro de Madrid y espero a que vengan los lectores. Inexplicablemente, vienen. Como escritor, eres los lectores que vienen. Hay escritores que tienen colas abultadísimas, gente que los espera con ansia. Yo no tengo colas. Tengo goteo. De vez en cuando me quedo de brazos cruzados y entonces me angustio porque toda mi vida en este instante depende de que vengan los lectores y se marche la sensación de fracaso”. Manolo Vilas podría precisar “Como escritor eres los libros que vendes”. Kafka y Pessoa murieron sin haber tenido más lectores que sus amigos y sin haber vendido (como Van Gogh sus cuadros) ni un solo ejemplar. Polvo serán, mas ellos no emputecieron.
 
            Yo no estaba al lado de Manolete en la Feria de la cual habla, pero me ha ocurrido asistir a sucesos parecidos junto a otros escritores. Fréderick Tristan fue invitado a Barcelona por Mauricio Wacquez, el director literario de Versal, su editor español. A todo lujo : avion first class, hotel cinco estrellas, conferencias de prensa, radio y televisión, mejores restaurantes, etc. Y, lo más importante para los propietarios de Versal, la firma de ejemplares de su novela Los extraviados en los grandes almacenes El Corte Inglés, Plaza Cataluña.
 
               Lo que vi me dio vergüenza:
 
              Frédérick Tristan, inspirador de la Nouvelle Fiction Française, alto dignatario masónico, cargado de honores y prestigio, sentado frente a una mesa de plástico en la escalinata de acceso de los almacenes con una pila de ejemplares de su obra galardonada con el premio Goncourt, esperando que alguien viniera a comprar su libro. Nadie venía. Un vendedor ambulante, aprovechando la circunstancia, se instaló con sus chucherías unos pocos escalones más abajo que el gran escritor. Frédérick, pleno de humanidad y modestia, le sonrió. Al vendedor ambulante le iba mejor que a él hasta que un empleado de El Corte Inglés vino para expulsar al intruso. Se acercaron algunos compradores, poquísimos, para pedirle que les dedicara su obra. Mauricio Wacquez, enterado de la situación, se precipitó para poner fin a la tortura humillante del novelista.
 
            Pues bien, esta escena kafkiana es la que se repite, con más o menos compradores, en todas les ferias del libro. El escritor es una especie de representante comercial del editor. En el mejor de los casos, podría comparárselo a un empleado encargado de hacer la propaganda de la empresa, pero su actividad mercantil no difiere esencialmente del trabajo de un vendedor de frutas y verduras en un mercadillo. Manolete es consciente de esta situación en la cual el escritor es transformado en simple burócrata subalterno de una empresa que le impone, directa o indirectamente, vender su produción de mercancías. Pero la acepta sin chistar : un euro es un euro. Seguro, la venta en las ferias es puramente publicitaria, anecdótica en relación a la venta en librerías. Lo mismo puede decirse de las entrevistas radiales o televisadas, mercadillos mediáticos traicioneros y agotadores para el escritor, a quien se impone un desgaste intelectual y emocional comparable al enfrentamiento con una comisión de examinadores. Por su lado, el empresario favorecerá la actividad del vendedor en la medida en que éste incremente sus ganancias. Pondrá a su disposición el transporte, el alojamiento y las comidas, tomando en cuenta el número eventual de ejemplares que haya podido o podrá vender. Nada más justo en nuestro mundo regido por las leyes del mercado.
 
          Manolete se felicita de la enseñanza que le dejó su padre, humilde vendedor de telas y tejidos fabricados por las empresas textiles de Aragón, quien iba de provincia en provincia en un viejo Seat ofreciendo su mercadería a sastres y tenderos . Gracias a eso la familia, que lo veía poco a causa de sus giras provinciales, podía comer. Manolete, escritor de clase media-baja cayendo para clase baja, próxima al campesinado sin tierras y al proletariado sin trabajo, nunca fue “un muerto de hambre” como los pícaros de Quevedo. Su papá siempre ganó el dinero necesario para pagar las tortillas de patatas que cocinaba su mamá (las mejores de Aragón, es decir, las mejores tortillas de patatas del mundo, joder). Por eso, siendo ateo, los divinizó a ambos siguiendo la ley de la naturaleza humana : el que no cree en Dios, tiene que inventarse uno (Hitler, Stalin, Zidane, Trump, Messi, Putin, Franco, el mismísimo Papa y muchos otros) o autodivinizarse (Viagras Llosa, Q.E.P.D). El padre de Manolete, que se levantaba a las seis de la mañana cuando salía de gira, le mostró lo que es ser un representante comercial, amable y bien vestido, aunque no consiguió dejarle muy en claro lo que es la dignidad, tal vez superflua en lo que concierne la venta de tejidos. Tratándose de la venta de libros, en especial si se trata de los propios libros del escritor, la dignidad es sin duda recomendable.
 
           En una conmovedora entrevista publicada el 17 de septiembre de 2024 por el diario El País el día del lanzamiento simultáneo de El mejor libro del mundo y de Los Intimos, novela de Marta Sanz, ambos novelistas dan algunas luces sobre su condición de best-sellers. Cualquier lector, en especial los pretendientes a ser novelistas famosos y ricos, podría imaginar que los entrevistados están felices por el hecho de aparecer fotografiados en la portada de Babelia y anunciar que sus libros son los mejores del mundo. Manolete y Marta (valerosa rejoneadora madrileña), sin ser amigos íntimos (ella, 57 años, beaux restes; él, 62, con problemas confesados de disfunción eréctil, no dan la impresión de mantener relaciones sexuales) comparten las mismas penas : ir arrastrándose de pueblo en pueblo, de feria en feria, de cadena radial en cadena tv para promocionar sus libros editados por los mejores editores del mundo. Marta Sanz declara que se siente “cansada de no poder dejar los caminos, ese ir y venir de un pueblo a otro, ese enlazar charlas, clubes de lectura, festivales. Eso de no parar. Nunca parar”. Es más o menos lo mismo que decía Manolete cuando hablaba de su vida de torero : “... La existencia que llevamos es muy triste, aunque el público crea lo contrario. La vida que hacemos es peor que la de los anacoretas; no sacamos de ella ningún jugo; de un lado para otro, sin descansar en ninguna parte, cargados de angustia, llevando a cuestas la vergüenza de las tardes malas...” A Marta no le va muy bien con las ventas (se queja de que a veces pasan meses sin que recupere algún eurete) y a Manolete le gustaría tener una cifra de ventas como la del Pichulas (R.I.P.). De literatura apenas se habla, pese a la longitud abstrusa de la entrevista.
 
           Nosotros sí hablamos de literatura con Manolo Vilas. Fue en Zaragoza, en uno de esos encuentros cuando presenté a Emilie Tardivel. Habíamos salido de un bar de tapas y caminábamos con toda la cuadrilla de jóvenes escritores conducida por Giménez Corbatón. Poco a poco Manolete y yo nos habíamos distanciado del grupo charlando sobre mi tocayo Roberto Bolaño, con quien me había cruzado poco antes de su muerte. Aquello ocurrió durante la presentación de mi intertexto La Guérison en la Maison de l’Amérique Latine en París, donde a su vez él presentaba Nocturne du Chili y anunciaba la traducción francesa de su novela Detectives Salvajes. Bolaño me habló de su obra aún no terminada, 2666, novela considerada hoy día por la crítica novelera francesa y mundial comotop du top”, por encima de las novelas de Roth, Auster, Houellebecq y la de cualquier novelista premio Nóbel. Le regalé un ejemplar de La Guérison, publicada poco antes por las Editions de la Différence, precisándole que era el quinto tomo de una pentalogía multilingüe, Les Phases de la Guérison, acompañada de un glosario aconsejado por Michel Butor, De l’éloquence en langue d’oïl. El multilingüismo, pero sobre todo la palabra “pentalogía”, parecieron impresionarlo. En ese momento 2666 era un conglomerado de varias novelas independientes. Fue después de su muerte que 2666 apareció en cuanto pentalogía, según los últimos deseos de Bolaño...pero en un solo tomo de mil páginas, más fácil de manipular y vender de acuerdo a los deseos de los editores. Es lo que le conté a Manolo, quien por su parte me confirmó su admiración por un escritor fascinado por el Mal, fascinación en la cual veía el origen poético de la obra del novelista chileno. Interesarse poéticamente en el Mal, nada mejor. El Bien es aburrido, carece de poesía, me aseguró en substancia Manolete. “¿Y Dante?”, me acuerdo que casi grité. Dante se interesa profundamente en el Mal, según lo describe en el Inferno. Pero luego señala en el Purgatorio el camino para salir del Mal y alcanzar el Bien en el Paradiso. El Bien puede ser aun más poético que el Mal, creo que le dije. Por desgracia Manolete no había leído en ese entonces la Divina Comedia. Y tampoco la Vita Nuova, autobiografía juvenil y poética de una exquisita dulzura, en la cual Dante cruza prosa y poesía (“la poesía como explicación, la explicación como poesía”, comentarían siglos más tarde Lautréamont y los surrealistas). Manolo, para escribir sus relatos autobiográficos hubiera ganado en claridad retórica si hubiera tenido en cuenta la Vita Nuova, “nueva vida” precursora de las más osadas tentativas vanguardistas de hoy. Roland Barthes se apoyó en ella en su último seminario en el Collège de France, interrumpido por su muerte brutal en un accidente de tráfico. “Dante es un pelmazo a quien no lee nadie”, asegura Manolete en El mejor libro del mundo. Siguiendo su lógica lingüística, el italiano no existiría en cuanto lengua fundamental de la poesía de Occidente. Luego parece cambiar de opinión, girando sobre sí mismo y realizando una suerte de vistosa verónica (media verónica o chicuelina, llamemos así a sus giros y cambios de postura intelectual, pases en los cuales también destaca) : “Me gusta mucho Dante porque todo en él es extremo, pasional, intenso, insoportable”, sostiene hábilmente manifestando su entusiasmo por el genio florentino, antes de girar en sentido opuesto y afirmar, con igual destreza : “No sé qué hace en la historia de la literatura universal el pelmazo dramático y dantesco de Dante; pienso que lo que hace es estar, porque leerlo no lo lee nadie”. Salvo él, quizás traducido al viejo aragonés de Barbastro, porque en italiano, seguro, no lo ha leído ni lo leerá jamás.
 
           Comprendí que una de las debilidades de Manolo es su cultura, muy rica en torno al rock (Dylan, Lou Reed, Chuck Berry, Elvis Presley, etc. ), pero algo pobre en lo que concierne a la literatura propiamente tal. Ser monolingüe en una Europa multilingüe, no le ayuda. Y sin embargo Cervantes, uno de sus referentes intertextuales habituales, en Los trabajos de Persiles y Sigismunda valora el multilingüismo europeo, dejando abierta la puerta a una evolución multicultural y multilingüe de la literatura y a la desaparición de la novela como género narrativo axial de nuestra civilización. Manolete confiesa que sólo habla correctamente el castellano, pero se queja de que le consideren, pese a las traducciones negociadas a sus espaldas por los editores del International Establishment SA, como un mero “escritor español”. Parece confundir en una sola entidad indisociable nacionalidad y lengua. ¡Burda manoletada! La verdadera “nacionalidad” de un escritor no corresponde necesariamente al terruño donde nació por azar, depende también de la lengua en la que escribe por decisión voluntaria, consciente. Pessoa asegura en el Libro do Dessasosego que su verdadera patria no es Portugal, sino la lengua portuguesa...aunque escribió tanto en portugués como en inglés, su lengua de infancia en Africa del Sur.[12] Semprún nació en España, pero escribió en francés. Nathalie Sarraute nació en Rusia, pero también escribió en francés. Kundera comenzó escribiendo en checo y terminó escribiendo en francés. Kafka nació en Checoslovaquia, pero escribió en alemán. Etc. Sin duda, un escritor puede escribir por puro esnobismo en una lengua considerada como “mejor” que su lengua natal. Pero escribir y leer en otra lengua que la materna puede obedecer a motivos profundamente genuinos desde un punto de vista existencial y estético. Personalmente, para mi tentativa antinovelesca fue imprescindible, por honestidad intelectual, analizar los textos de los surrealistas, de los “nouveaux-romanciers”, la novela Tel Quel, Oulipo, la Nouvelle Fiction y explorar detalladamente la Recherche proustiana en la lengua de origen y no en traducciones opacas y cuestionables (una traducción siempre será la transcripción de la lectura de la obra original realizada por el traductor). Los grandes movimientos vanguardistas del siglo 20, después de los formalistas rusos, son franceses. Por ello escogí escribir en francés, aunque sin abandonar mi escritura en castellano. Me da lo mismo que se me considere escritor chileno o francés (La Guérison incluye cinco lenguas). A Manolete, decía, no le gusta que lo reduzcan en el mercado internacional a ser un “spanish writer”, tanto más cuanto esa etiqueta tiene un ligero sabor a racismo cultural. Mo, “spanish novelist”, lo experimentó sin duda en Iowa City, donde, dicho sea de paso, el destino me llevó a conocer el Litterary Workshop en los comienzos de mi vida de escritor. Más de una vez presencié actos de racismo anti-hispánicos en los bares de la pequeña ciudad (White Anglo-Saxon Majority) donde negros y mejicanos y latinos en general eran mal vistos.









                                                                                                                                                                  Universidad de Iowa City




        Debo precisar que había llegado hasta el Workshop invitado a través de mi amigo Juan-Agustín Palazuelos, becario de la Ford Foundation. Fui recibido gentilmente por el Director, el poeta Paul Engle y su amable compañera, la escritora china Nieh Hualing. En principio venía desde mi solitario refugio de escritor en Jávea sólo para pasar las fiestas de fin año en Iowa City. En algún momento se me ofreció prolongar mi estadía como un becario oficial. Rechacé tanta amabilidad cuando vi que beber bourbon de Kentucky (excelente) era la actividad central del taller literario, detrás de la cual se ocultaba una bonita trampa ideológica : el objetivo del Workshop, al invitar generosamente cada año a 50 jóvenes escritores venidos del mundo entero mediante un programa afinado en Washington por la comisión de cultura presidida por Nixon y Paul Engle, consistía en ganar la simpatía de las nuevas generaciones de intelectuales para consolidar el imperio cultural estadounidense. Preferí volver a mi "spanish creative solitude"  en Jávea.



 

 

 Jávea 1968 (Alicante / Valencia)

 

        
        La debilidad de la cultura de Manolete (su admirado y sofisticado Javier Marías, so british, la habría tildado de “cultura media baja”) le impide ver la debilidad de la novela en cuanto género narrativo perimido y concebir globalmente su propia obra de un modo armonioso, sin caer en contradicciones que hacen de sus manoletinas gestos superficiales, insuficientes para componer un auténtico pensamiento literario como lo es, por ejemplo, la pensée expuesta en la Recherche (“une démonstration”, la llamaba Marcel Proust). No le gusta Dostoievsky, a quien menosprecia por su pretendida “solemnidad”. Su desdén le cierrra el paso a una comprensión adecuada de la polifonía novelesca desarrollada por el escritor ruso y también a su propio manejo de la monofonía poética inspirada de Neruda o de la pseudo monofonía heteronómica de Pessoa. Conoce mal a Joyce, cuyo Ulysses, obra maestra de la intertextualidad, pudo facilitarle un juego intertextual más fértil y eficaz con Quevedo. Pese sus carencias (o quizás, gracias a ellas), Manolo Vilas desborda a menudo estéticamente los límites de la novela convencional pasando a ser escritor de vanguardia...sin darse cuenta. Sus mejores libros no son novelas. Por eso su empeño en presentarse a concursos espurios como los de Planeta o Alfaguara o Herralde, etc., es un contrasentido risible. Empeño que también explica el desencanto de sus lectores “noveleros”, lectores pasivos que a causa de una educación literaria deficiente están siempre en búsqueda de la ficción, de las anécdotas, de personajes imaginarios, de suspenso, de amoríos, es decir, de la literatura como diversión. “Leyendo una novela no se aprende nada. Una novela sólo debe divertir”, pontifica el emputecido novelista argentino César Aira, aspirante (por autodesignación anual) al premio Nóbel o a cualquier premio. Manolete tiene muchos rivales, en su mayoría segundas y terceras espadas que lidian en los ruedos de la novelería hispánica, secundados por banderilleros y picadores detestables. El picador más pesado en kilos (y en inteligencia) es su cuasitocayo, el metanovelista Vila-Matas, delator en su juventud de la corrupción editorial y, en su vejez, oblicuo publicitario de Moby Dick SA, con la mirada puesta de reojo en el millón de euros del premio Planeta. Anda tú a saber…
 
         A Manolete no le disgusta ser vendedor ambulante de los editores si le pagan buenos hoteles, buenas comidas y viajes en aviones que no se caen. Parecería que su vida, tal como la cuenta, consiste en mudarse de albergue en albergue y escribir en un computador portátil a lo largo de sus itinerarios. Es un viajante comercial como su papá, pero en un nivel superior : no es lo mismo comer y alojarse en una fonda, que comer y dormir en un hotel cinco estrellas. El buffet libre es inagotable y las camas vastas como un campo de fútbol. Es el sueño paradisíaco de todo vago sin techo. Manolo Vilas es un SDF (sans domicile fixe) de lujo... aunque dependiente de Moby Dick SA para pagar sus facturas. Desde luego, en apariencia la libertad del escritor es total. En realidad, no tiene ninguna. Porque si las ventas son nulas y Moby Dick se enfada, no hay Capitán Achab ni Gregory Peck que valga, por fuerte o guapo que sea. (Manolete está convencido de ser guapo, mucho más guapo que Egolo Narciso. “No es verdad, no es verdad”, podrían reír las infantas y la reina Letizia, que reciben encantadas a Pedro Sánchez en los salones del palacio real, donde ya no invitan a Manuel Vilas por escribir tonterías sobre ellas. Tal vez por eso Manolo, guapo muy vanidoso, detesta a Pedro Sánchez, y no sólo porque el presidente del gobierno sea socialista.)
 
            Fernando Pessoa, decía, a propósito de la libertad :
 
         La libertad es la posibilidad de mantenerse aislado. Eres libre si puedes apartarte de los hombres, sin que te obligue a recurrir a ellos la falta de dinero, o la necesidad gregaria, o el amor, o la gloria, o la curiosidad, cosas que ni del silencio ni de la soledad pueden alimentarse. Si te resulta imposible vivir solo, es que naciste esclavo. Puedes poseer todas las grandezas del espíritu, todas las del alma; serás un esclavo noble, o un siervo inteligente, pero no serás libre.

           La creación literaria exige la libertad. ¿Pero de qué libertad puede jactarse Manuel Vilas cuando sale angustiado de su habitación de SDF de luxe en el hotel mil estrellas pagado por su editor para visitar (“por iniciativa propia”, claro está) las librerías del lugar y constatar si sus novelas son convenientemente exhibidas y, por supuesto, anotar el número de ejemplares vendidos? Al fin de cuentas, era más libre y mucho más digno como simple profesor de letras en los liceos de Aragón.

         
   ¿Qué pensarían de todo esto Kafka y Pessoa, maestros alabados (pero no seguidos éticamente en la práctica concreta de su vida de escritor) por Manolete? Es bien sabido que ambos fueron apenas publicados en vida. Y sin ningún reconocimiento más allá de un pequeño círculo de amigos. Ni Pessoa ni Kafka vendieron libros en una feria a cuenta de los editores. Se habrían sentido horriblemente humillados. Cada uno su personalidad, podría argumentar Manolete, a quien a todas luces le encanta desplazarse de plaza en plaza, de venta en venta y recibir los aplausos directos de una cola de lectores.  

    
         La comparación entre novelería y tauromaquia no da para mucho más. Tal vez para comparar el coraje existencial del novelista y el del torero. El novelista, en particular el novelista de hoy, es a menudo un cobardillo que se esconde detrás de sus ficciones para justificar sus mentiras y traiciones (Jorge Edwards, otro premio Cervantes chileno y también Planeta SA, es un maestro de la traición novelera : en sus libros denigra a sus amigos tras haberse aprovechado de ellos y haberlos sepultado, como a Mauricio Wacquez, Enrique Lihn o Pablo Neruda). El torero es un valiente que no le teme a la muerte. Incluso puede llamarla provocando al toro con una muletilla suicida que pondrá fin a su propio sufrimiento humano. Es lo que hizo Manolete. ¿Cómo comprender que un torero reconocido por la rapidez fulgurante de sus gestos, en su última faena se demorara inexplicablemente al hundir la espada en la cruz del animal, dando así a Islero, miura gordo de 700 kilos, el tiempo necesario para cornear y matar al más fino y noble de sus adversarios ? ¿Pensaba en su amante, la preciosa Lupe Sino (“la serpiente”), a quien todos, incluso su madre, rechazaban dentro de su círculo, llenándole a él de despecho y amargura ?
 
         Manolete Vilas, gran propagandista de la vida y del vitalismo, habla a menudo de su propio suicidio y ha proyectado lanzarse al vacío desde un puente (de preferencia en Chicago, vestido con elegancia, a la moda italiana, cerca del Litterary Workshop de Iowa, lejos, muy lejos de Barbastro, su pueblo natal). Por el momento su suicidio no le conviene a los editores. Antes tiene que ganar el premio Nóbel de literatura o, al menos, el Cervantes.
 
           En todo caso, puede contar con nuestra amistad.
 
                                             **************************
 
 
[1] La Nouvelle Fiction es un movimiento literario que aparece en París en los años 80, inspirado y apoyado por Frédérick Tristan. Básicamente es una respuesta a lo que se llama “las ficciones muertas”, las ficciones estereotipadas y desvitalizadas que inundan no sólo la literatura, sino también el cine, la pintura, la música, etc. Fue lo que me atrajo y me llevó a acercarme al grupo de escritores franceses. Pero mi visión de la ficción como secundaria a la conciencia y de la novela en cuanto género narrativo obsoleto, me mantuvo a distancia de un compromiso más profundo con ellos.
 
 
[2] Varios miembros de Sens Public presentes en el castillo de Valderrobres dieron conferencias sobre el significado de la intertextualidad (Ingeburg Lachaussée, germanista, Maître de conférences de philosophie politique à Sciences Po), de la interpicturalidad (Madeleine Vallette-Fondo, Maître de conférences à l'Université de Paris-Est, Marne-la-Vallée) y de la intermusicalidad (Margarita Celma, doctora en musicología, directora de la Coral Mataranya), mientras que el cineasta Yann Kilborne (Maître de conférences à l’Université Bordeaux-Montaigne) prolongó sus reflexiones hacia el cine. La aparición del Intertexto como nueva forma narrativa post-novelesca no es entonces un fenómeno aislado de otras prácticas artísticas, sino al contrario, forma parte de un movimiento de renovación de la cultura contemporánea en cuyo seno el multiculturalismo, el plurilingüismo y el intercambio de principios estéticos y de técnicas es determinante.
 
 
[3]  La teoría del Intertexto es una tentativa para escapar de la prisión de la novela. Esencialmente, intenta valorizar la conciencia por encima de la ficción, y no dar a la ficción la supremacía sobre la conciencia, característica fundamental de la novela contemporánea.
 
 
[4] Kirittikik”, denominaba a la crítica periodística René Daumal, el autor del célebre Mont Analogue, para quien los “romanciers” son tristes “ruminssiés”. (Articulo sobre Daumal)
 
 
 
[5] Nadie sabe los detalles del hold-up perpetrado por Planeta, que birló al grupo Alfaguara-Prisa-Santillana al apetecible best-seller. “Secreto defensa”, pretenderá la agencia literaria de Manuel Vilas.
 
 
[6] Michel Waldberg (1940-2012) escritor franco-suizo. Pasó su infancia en Nueva York acompañando a sus padres, Isabelle y Patrick Waldberg, artistas judíos en el exilio. Allí conoció a Marcel Duchamp y André Breton, que dejarían una huella importante en su existencia.
 
 
[7]Encuentro con hombres notables” es una de las obras más conocidas de Gurdjieff. Peter Brook realizó una adaptación cinematográfica de envergadura menor, aunque fiel al texto original.
 
 

[8] El Bautismo fue impreso correctamente en México. El Sueño fue publicado en Barcelona sin ser corregido por el editor español. Decenas de errores. Comprendí que para alcanzar mis objetivos vanguardistas tenía que cambiar de editor... y de lengua.

 
[9] Escribiendo este artículo me he enterado de la muerte de Vargas Llosa, quien acaba de morir contra su voluntad, protestando indignado por el desacato infligido a un “Immortel” de la Académie Française. Q.E.P.D. en castellano o R.I.P. en latín, da igual.
 
[10] "La guerra del fin del mundo", plagio de "Os Sertoês", la novela del brasileño Euclides da Cunha, pillaje denunciado por José Saramago, es un claro ejemplo. Y también "La fiesta del Chivo", plagio de "The death of the goat", obra del periodista de Time Magazine, Bernard Diederich quien, al descubrir que Vargas Llosa le había copiado incluso sus errores, intentó llevarlo delante de los tribunales ("unhappily, too expensive"). (Ver el ensayo “Plagio e Intertextualidad”)
 
[11] En una entrevista con David Wallace,  profesor de letras e investigador en el laboratorio de Teoría de la Literatura en la Universidad de Chile, le recuerdo un artículo de El País (27/IX/2009). La novelista declara estar casada “con un pene" (su marido californiano, militar retirado del ejército estadounidense), revela que le gustaría tener piernas menos cortas (o más largas) y, pese a ser casi septuagenaria, confiesa que le encantaría pasar un week-end de enamorados con el galán de cine Antonio Banderas (el diario no comunica cuántos whiskys había tomado la pseudo heroína  y tampoco la opinión de Antonio Banderas sobre su “appel du pied"). Sus editores esperan con ansias que los académicos del rey de Suecia le otorguen el premio Nóbel, broche de coronas suecas que, además, maquillaría definitivamente el "problema Allende" delante de la historia. Su novela “La casa de los espíritus” es utilizada como cortina de humo para ocultar la cortina de sangre de la Moneda, bombardeada por orden directa de Nixon y Kissinger. Los Estados Unidos, agresor disculpado por la novelista, la han recompensado con un Doctorado Honoris Causa de la Harvard University.  Javier Cercas, el novelillero venido de Extremadura (triunfador de Manolete en 2019) que habla en sus entrevistas y artículos periodísticos con docto entusiasmo  del reemplazo eventual de la Historia por la Novela y del historiador por el novelista, podría felicitarla. Y consolarla por sus defectos anatómicos (piernas cortas, cerebro estrecho). 

 
[12] Durante años se consideró un autor de lengua inglesa. Intentó publicar The Mad Fiddler, rechazado hipócritamente por los editores londinenses. Se decidió luego a editar 35 Sonnets y Antinous a cuenta de autor, la autoedición de su época. Sin ningún éxito de ventas, of course.
 
 
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Nathalie Sarraute, s'inspirant de Stendhal, créa au XXe siècle l'expression "l'ère du soupçon" pour définir la position des critiques face au Nouveau Roman. Aujourd'hui, face à la dérive du milieu littéraire parisien, peut-être parlerait-elle de "l'ère de la honte".




  Nathalie Sarraute (Ivanovo-Voznessensk , Moscou 1900 – Paris 1999) s’intéressa à analyser, dans les années 40 -50, l'évolution du roman comme genre narratif qui s'éloignait peu à peu du "roman de personnages", le roman conventionnel du XIXe siècle. Ce faisant, elle franchissait le seuil du Nouveau Roman, dont elle deviendra l'une des icônes aux cotés de Butor, Robbe-Grillet, Claude Simon, etc.  Le "personnage", pilier solide et inamovible du roman depuis toujours, devenait -sous l'écriture des "nouveaux romanciers"- de plus en plus fragile et instable, progressivement plus mince,  laissant transparaître la présence de son "auteur". Dans la terminologie de Nathalie Sarraute, le personnage était devenu "suspect", aussi bien pour l'écrivain que pour le lecteur.  Le personnage n'était plus le représentant indiscutable (et "vivant") de l’auteur qui se cachait derrière sa créature (effacement dont la réussite était presque la preuve de son talent), mais plutôt son reflet… lui aussi suspect!
 
              L'effort théorique de Nathalie Sarraute prend racine chez Stendhal, qui écrit ceci dans Souvenirs d'égotisme, en 1832:
             "Le génie poétique est mort, mais le génie du soupçon est venu au monde. Je suis profondément convaincu que le seul antidote qui puisse faire oublier au lecteur les éternels Je que l’auteur va écrire, c’est une parfaite sincérité".
              Un siècle plus tard, la romancière utilisera l'expression stendhalienne dans son étude du personnage et du progrès formel du roman, influencée aussi par la recherche de Proust et son dépassement du personnage romanesque traditionnel (Proust, est-il le protagoniste de la Recherche, son auteur ou un simple personnage-narrateur? Les proustologues parisiens n'arrivent toujours pas à se mettre d'accord). Mais derrière cette approche de Nathalie Sarraute, en apparence purement rhétorique,  il y a un  regard profondément éthique et moral sur les journalistes et la critique, sur le système des prix littéraires et donc, indirectement, sur l'édition. Le Balzac de la Monographie de la Presse Parisienne n'est pas loin.

            Les premières lignes de L'ère du soupçon  sont très significatives :
           "Les critiques ont beau préférer, en bons pédagogues, faire semblant de ne rien remarquer, et par contre ne jamais manquer une occasion de proclamer sur le ton qui sied aux vérités premières que le roman, que je sache, est et restera toujours, avant tout, « une histoire où l'on voit agir et vivre des personnages », qu'un romancier n'est digne de ce nom que s'il est capable de « croire » à ses personnages, ce qui lui permet de les rendre « vivants » et de leur donner une « épaisseur romanesque » ; ils ont beau distribuer sans compter les éloges à ceux qui savent encore, comme Balzac ou Flaubert, « camper » un héros de roman et ajouter une « inoubliable figure » aux figures inoubliables dont ont peuplé notre univers tant de maîtres illustres ; ils ont beau faire miroiter devant les jeunes écrivains le mirage des récompenses exquises qui « attendent », dit-on, ceux dont la foi est la plus vivace : ce moment bien connu de quelques « vrais romanciers » où le personnage, tant la croyance en lui de son auteur et l'intérêt qu'il lui porte sont intenses, se met soudain, telles les tables tournantes, animé par un fluide mystérieux, à se mouvoir de son propre mouvement et à entraîner à sa suite son créateur ravi qui n'a plus qu'à se laisser à son tour guider par sa créature ; enfin les critiques ont beau joindre aux promesses les menaces et avertir les romanciers que, s'ils n'y prennent garde, le cinéma, leur rival mieux armé, viendra ravir le sceptre à leurs mains indignes (…)"

             Nathalie Sarraute, dont la subtilité et l'élégance du style sont légendaires, voile à peine son dédain ironique pour une caste de chroniqueurs littéraires qui font partie -depuis le début du XXe siècle- du milieu "germanopratin". Pour elle (mais aussi pour le Roland Barthes des Mythologies), il est évident qu'il y a un mécanisme médiatique qui s'oppose au progrès de la littérature narrative vers de nouvelles formes pour des raisons prétendument esthétiques (sauvegarder les "vrais romans" et leurs "vrais personnages"), mais en vérité platement commerciales ("récompenses", "menaces", vont dans ce sens).  Or, elle n'a pas établi le lien explicite entre le mur conceptuel érigé par la critique ("kritike", dirait René Daumal) contre le développement de la forme romanesque… et l'avidité des éditeurs pour faire de l'argent avec la littérature. Car c'est le roman de personnages le roman qui réussit dans le marché, le "bon roman" qui se vend  bien et fait plaisir à tout le monde… ou presque. Dans Ce que voient les oiseaux, l’un des quatre essais qui constituent la base de la réflexion théorique de Nathalie Sarraute sur la littérature, elle détaille avec humour la parution d'un nouveau sous-genre romanesque, lequel vient s'ajouter au "roman vrai" ou au "roman mensonge" sartrien : "le faux bon roman" !

           "Les faux bons romans ne dressent plus d'obstacles, n'exigent plus guère d'efforts, et permettent aux lecteurs, confortablement installés dans un univers familier, de se laisser glisser mollement vers de dangereuses délices", écrit-elle dans son essai.

            Exemples? Trop nombreux pour les citer ici. Le marché littéraire est saturé de "faux-bons-romans", y compris (et surtout) ceux couronnés par les Grands Prix qui signalent de haute autorité éditoriale le chemin à suivre pour les apprentis romanciers. D'un point de vue du commerce littéraire, tout cela est bien connu, net et accepté sans broncher par les "ruminsiés" (Daumal dixit) qui veulent être publiés, gagner de l'argent et, condition sine qua non, faire gagner de l'argent à l'éditeur qui a eu la gentillesse de s'occuper gracieusement d'eux.  Quant à l'évolution de la littérature, on laisse le problème entre les mains des professeurs universitaires et de leurs doctorants. Tout est bien qui évolue bien.

          Cependant, cette apparence plutôt lisse du monde édito-littéraire est troublée par la cupidité des éditeurs et des écrivains, qui dépasse toutes les bornes de la décence. Car les forfaits, les abus, les délits commis par les uns et par les autres pour "faire du fric" sont aussi sauvages dans le monde des lettres (et dans le monde de l'art en général) que lorsqu'il s'agit du marché de la viande. Dans les Pamphlets Parisiens, je recense un certain nombre de ces forfaits, quelques-uns drôles, d'autres pénibles et cruels, indignes d'une société civilisée comme la France, dépositaire et gardienne d'une haute tradition littéraire. Audace de ma part que d'aucuns trouveront sans doute déplacée et inconvenante. Or, si je peux me permettre d’écrire sur ces pratiques, c'est parce que -étant heureusement étranger au milieu germanopratin- ma liberté de conscience est entière.

           Les Pamphlets Parisiens débutent par la présentation de quelques personnages du "milieu", le méchant "dictateur" de la langue française, M. Bernard Pivot, en tête. On peut rire aussi. Balzac disait qu’un bon pamphlet doit être lapidaire dans son agressivité, mais un zeste d'humour est indispensable. L'inventaire des malfaisances inclut également les turpitudes romanesques de Mme Filippetti, apprentie romancière à l'époque où elle était ministre de la culture de Monsieur Hollande. Au sujet de la "fraîcheur", discutable ou pas, des faits et des anecdotes pamphlétaires, je rappelle que, lié à l'actualité immédiate, le pamphlet devient rapidement anachronique après avoir atteint ou raté son but. Peu importe. Il reste comme un témoignage plus ou moins coloré et vivant de l'époque qui le vit apparaître. De toute façon, la spirale de la corruption est tellement puissante que chaque jour nous apporte de nouveaux faits… pas très différents de ceux de jadis. Fraîcheur confirmée : le regard critique de Balzac continue d'être juste et lumineux comme au XIXe siècle.

           La rentrée littéraire de cette année 2021 nous offre le lot habituel des petites ou grandes misères du "milieu". D'abord, le scandale, ô combien traditionnel et ennuyeux, dans l'attribution du prix de l'Académie Goncourt, où une dame du jury avait discrètement tout organisé pour que l'heureux gagnant soit son époux  (au passage, forte de sa signature -"membre de l'Académie Goncourt"- elle avait critiqué sans pitié le livre d'une concurrente de son mari pour lui éviter, précisément, toute concurrence). La ficelle étant trop grosse, Madame fut obligée de faire marche arrière et le prix fut octroyé à un jeune écrivain noir de 31 ans, beaucoup plus  "goncourable". Tout est bien qui finit bien. Pas tellement pour la pauvre, belle (et un peu naïve) journaliste Francesca Gee, "valsée" pendant longtemps chez  Grasset-BHL avant de se voir refuser la publication (pourtant maintes fois évoquée et tacitement promise) de son livre L'Arme la plus meurtrière. "Le milieu littéraire français fonctionne comme une mafia" (sic), constate dans le Télérama du 15 octobre 2021 l'écrivaine humiliée. Par chance, Francesca Gee découvrit qu'elle pouvait se publier elle-même dans les conditions hautement créatrices impliquées par l'autoédition, le talon d'Achille du vétuste mécanisme éditorial français. C'est moins spectaculaire, mais beaucoup plus sain et poétique (dans le sens défini par Jakobson, évidemment). Toujours dans Télérama (août-septembre 2021), Juliette Cerf ne peut que constater à son tour (Des succès dorés sur tranche) que la "best-sellerisation" de la littérature va de pire en pire. La création littéraire authentique devient, de toute évidence, un phénomène strictement confidentiel, quasi ésotérique. D'ailleurs, si l'on suit le fil de sa pensée, c'est aussi par l'autoédition -abhorrée par tous les éditeurs, cela va de soi- que la création littéraire pourra être sauvée. Joseph Confavreux et Ellen Salvi, journalistes à Médiapart, vont un peu dans cette direction lorsqu'ils préviennent du danger immédiat impliqué par l'expansion de l'empire du multimillionnaire Bolloré, lequel se propose de  devenir propriétaire d'une partie considérable de l'édition en France pour mieux diffuser sa propre idéologie politique, proche de l'extrême droite. Liberté de création assurée...

          Toutefois, le plus drôle des scandales à venir (et à étouffer du mieux possible) est celui qui concerne l'Académie Française. Monsieur Gallimard, non satisfait de la mise à sa disposition du Collège de France afin d'assurer la promotion de la Bibliothèque de la Pléiade (par "auteurs de la Maison" interposés, qui travaillent sur les deux terrains, celui de l'éditeur privé et celui des Institutions de l'État, concubinage qu'on appelle dans le jargon marxiste "le capitalisme monopoliste d'État" et qui consiste à permettre aux "privés" d'user et d'abuser des structures publiques payées par tous) a décidé de mettre à contribution les voix des petits vieillards habillés en pyjamas de velours vert pour réactiver ses ventes, tout en frappant un grand coup médiatique et amuser le Tout-Paris (il est nécessaire de temps à autre de rappeler qui détient vraiment le pouvoir dans le monde des lettres). Faut-il le dire ?  Monsieur n'a nul besoin d'exprimer ses souhaits à haute voix. Si les Académiciens veulent avoir une chance d' être publiés, eux aussi, dans la Pléiade, ils doivent accepter la dernière astuce de l'éditeur, boutiquier très malin :  la candidature du romancier et journaliste péruvien Mario Vargas Llosa  (Lima, Pérou, 1936), postulant au fauteuil précédemment occupé par le philosophe Michel Serres.

           La promotion de l'œuvre de Mario Vargas Llosa, œuvre piteusement médiocre (Nathalie Sarraute aurait qualifié tous ses romans de "faux bon romans"), fut assurée dans un premier temps au Collège de France par Antoine Compagnon  où, sans rougir, il présenta le Péruvien pratiquement comme "un écrivain français" (je raconte ce méfait nationaliste dans "Proust et l'écrivain afrancesado", blogs Médiapart, oct. 2021). Or, l'édition de luxe ayant apparemment fait un chiffre de vente catastrophique, Monsieur Gallimard ne peut que vouloir, en toute logique comptable, que son poulain sud-américain soit reçu sous la Coupole avec les égards dus à son prix Nobel de Littérature, coûteusement acquis grâce, entre autres, aux manœuvres d'un sous-marin gallimardesque planqué à Stockholm, le dandy français marié à une académicienne du roi de Suède. (Le play-boy se vantait de ses exploits orgiaques et d'avoir souvent influencé  le jury Nobel pour désigner leur lauréat. Il finit en prison). Voilà en quelques coups de pinceaux romanesques, mon décodage de la situation  (Nathalie Sarraute disait, délicieusement, que "les Impressionnistes peignent à la première personne"), déchiffrement pour lequel j'applique les principes-mêmes du "Code d'honneur" du milieu germanopratin.

           Il y a, néanmoins, quelques petites difficultés pour mener les vieux papis verdâtres à voter selon les convenances de M. Gallimard : l'âge de l'écrivain péruvien, bientôt nonagénaire, dépasse de loin la limite des 75 ans imposée aux candidats. Mais, surtout, les Immortels ont le devoir  d'appliquer le principe fondamental de l’Académie mis en place en 1635 par son fondateur, le cardinal de Richelieu : le respect, la protection et le développement de la langue française. Or Vargas Llosa n'a jamais écrit une seule page en français ! Il bafouille (avec l'aisance d'un causeur de salon) la langue de Proust... écrivain que pourtant il exècre parce qu'il n'arrive pas à lire ses "phrases trop longues" ("Vargas Llosa contre Marcel Proust", blogs Médiapart, oct. 2021). Certes, francophile infatué, il exprime haut et fort son enthousiasme pour Flaubert et même pour Victor Hugo, génies découverts par lui dans les années 60 et qu'il voudrait, en bon béotien, sauver de l'oubli.  En vérité, mieux que francophile, il est un fervent admirateur et serviteur des États-Unis d'Amérique, pour lesquels il travaille avec acharnement depuis sa jeunesse. ("Les États-Unis nous protègent et nous guident", déclara-t-il à la presse, après la débâcle de l'US Army face aux Talibans). Pour M. Gallimard tout cela ne pose aucun problème, bien au contraire. L'important, c'est de récupérer l’argent investi et de garder le pouvoir dans le monde de l'édition. Business is business.

           Nathalie Sarraute, dont la prose est reconnue comme l'une des plus belles de la littérature française contemporaine (l'Académie ne voulut jamais d'elle,  ce qui d'ailleurs lui était complètement indifférent) pourrait constater aujourd'hui que nous sommes tristement passés de l'ère du soupçon à l'ère de la honte.

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Le dédain arrogant de Vargas Llosa envers Proust et la Recherche est déplorable. Ce mépris est le produit de son incapacité personnelle à percevoir et à saisir la subtilité et la luminosité d'une œuvre axiale de la littérature contemporaine.








VARGAS LLOSA contre MARCEL PROUST

Dans mon article Proust et l'écrivain "afrancesado", je m'étonnais des déclarations de Vargas Llosa  à propos de son "dégoût" de Marcel Proust :

"Je n'aime pas Marcel Proust et pendant de nombreuses années je l'ai caché. Plus maintenant. J'avoue que j'ai eu du mal à terminer « À la recherche du temps perdu », un ouvrage sans fin que j'ai lu avec beaucoup de difficultés, dégoûté par ses très longues phrases, par la frivolité de son auteur, par son monde minuscule et égoïste, et, surtout, par ses murs de liège, construits pour ne pas être distrait en entendant les bruits du monde (que j'aime tellement).  (Journal espagnol El País, 19 avril 2020).

 Déclaration pour le moins stupéfiante, disais-je, s'agissant d'un écrivain comblé et flatté par l'admiration que lui portent des intellectuels comme Antoine Compagnon, "proustologue" parisien édité chez Gallimard.  En novembre 2017, Compagnon fit la promotion au Collège de France  (où il était Professeur de Littérature Française Moderne et Contemporaine)  des ouvrages du romancier péruvien publiés dans la luxueuse Bibliothèque de la Pléiade,  couvrant d'éloges une œuvre esthétiquement irrégulière et médiocre. "García Márquez écrivain naïf pour des lecteurs naïfs; Vargas Llosa écrivain médiocre pour des lecteurs médiocres", ai-je écrit dans un autre de mes articles, pensant au Douanier Rousseau, le merveilleux peintre "naïf", et au Livre X de La République de Platon ("le médiocre rejoint le médiocre".)

L'opinion de Vargas Llosa contre Marcel Proust, opinion dictée par sa pusillanimité et par la méconnaissance d'une œuvre transcendantale que, de son propre aveu, il a été incapable de lire correctement ( "Vous êtes selon moi le modèle du lecteur", l'avait  pourtant complimenté  Compagnon), pourrait rappeler Contre Sainte-Beuve, l'essai qui annonce le début de la  Recherche. Mais la comparaison est impossible entre le texte proustien, produit d'une extraordinaire sensibilité et d'une intelligence lumineuse, et la "pensée" obscure et incohérente d'un écrivain-reporter, publiciste vénal de l'Open Society, la société néolibérale qui a fait de lui son Captain America  pour protéger ses intérêts au nom de la "liberté". (Open Society en revanche strictement fermée à des écrivains "ennemis de la  démocratie" tels le poète Pablo Neruda ou le romancier Gabriel García Márquez, interdits de leur vivant d'entrer aux Etats-Unis, à l'instar de beaucoup d'autres artistes qualifiés de "leftist" par le FBI et la CIA .)

La lecture du dernier roman de Vargas Llosa -Tiempos Recios (2019)- mal traduit sous le titre "Temps Sauvages" (plagié du roman de Joseph Kessel, "Les Temps Sauvages", 1975), permet de confirmer la distance sidérale entre la haute qualité esthétique de la création proustienne et la platitude stéréotypée et grossière de la production de l'écrivain "nobélisé". Tout lecteur attentif pourra constater aisément que Temps Sauvages n'est qu'un récit  romanesque à la structure archi-conventionnelle, rédigé dans une prose monotone et ennuyeuse, surchargé d'informations pseudo historiques. Cependant,  Temps Sauvages présente un intérêt particulier : ce roman  pourrait être lu comme une confession inconsciente et involontaire de Vargas Llosa sur l'origine de son "big success" littéraire. Sans craindre d'être traité de "complotiste paranoïaque", sa mise en question des mécanismes médiatiques américains (qui inventèrent de toutes pièces un supposé communisme dans l’innocent Guatemala pour en justifier sa colonisation et permettre à l’United Fruit d'exploiter gratuitement les bananeraies du pays)  révèle, malgré lui, le mécanisme de son propre succès comme "best seller".

 En effet, ces mêmes forces toxiques qui propulsent la propagande idéologique des États-Unis, forces déployées non seulement dans le petit Guatemala mais aussi en Europe (l'héroïque journaliste Julian Assange est en prison pour les avoir démasquées), le transformèrent d’écrivain médiocre en romancier génial, défenseur de la liberté menacée par les "criminal communists". Et, au passage, le hissèrent comme exemple à suivre pour les nouvelles générations d’écrivains. C'est le but du label ridicule "living legend" qui lui fut décerné par l' US Library of Congress, et le sens du non moins caricatural Irving Kristol Award offert à Vargas Llosa par l'American Enterprise Institute, nid des néoconservateurs américains et vivier du think-tank de l'extrême-droite du Parti Républicain ("To Mario Vargas Llosa, whose narrative art and political thought illumine the universal quest for freedom"). Vargas Llosa, rappelons-le, chaud partisan de Bush et de l'invasion de l'Irak, fut reçu à Bagdad par le commandement militaire américain et salué en tant que Nobel Prize...en 2003, sept ans avant son couronnement par l"Académie suédoise !

La longue (et parfois risible) liste des récompenses octroyées au romancier (y compris l'argent accordé par un viticulteur milliardaire du Médoc : “C’est avec beaucoup d’émotion que Mario Vargas Llosa, s’est vu attribuer les 20 000 euros du prix littéraire Château La Tour Carnet 2019" ), porte le sceau mal camouflé de l’US Ideological Publicity Agency (appelons-la ainsi par souci de transparence). Ce sont les publicistes de l’Agency, à l’instar des journalistes occupés à  falsifier l’image du Guatemala au profit de l'United Fruit, qui ont conçu et mis en marche la machine médiatique qui a fait de Vargas Llosa le paladin du roman de la société néolibérale. Peu à peu, avec la complicité des éditeurs, le mécanisme devint automatique, fit "boule de neige" et enveloppa dans son inertie les dirigeants de nombreuses universités et académies, escortés par une masse de clercs littéraires et de journalistes irresponsables. Ils se sont laissé piéger et hypnotiser par ce qui apparaîtra dans le temps, au-delà de toute "théorie du complot", comme l'une des fraudes culturelles les plus dévergondées et cyniques de notre époque.

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"Le pamphlet est le sarcasme à l'état de boulet de canon", disait Balzac. Les spécialistes du genre soulignent, outre sa tonalité satyrique, son discours direct et agressif, issu d'une forte indignation face à des faits qui sont occultés ou déformés par le pouvoir politique et médiatique. Lié donc à l'actualité immédiate, il devient rapidement anachronique après avoir atteint ou raté son but. Peu importe. Il reste comme un témoignage plus ou moins coloré et vivant de l'époque qui le vit apparaître.

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Cet article fait partie des  "Pamphlets Parisiens" livre publié par CS Amazon (juin 2014)

 

Mario Vargas Llosa s’est rendu à Santiago, en décembre 2009, entre les deux tours de l'élection présidentielle, afin d’intervenir dans la vie politique du Chili. Il s'est déplacé non pas pour défendre la démocratie, car le gouvernement de Michelle Bachelet a été et restera un modèle du genre en Amérique latine, mais pour appuyer Sebastián Piñera, candidat des néo-pinochétistes et l'un des hommes les plus riches du continent. Réplique chilienne de Berlusconi, Piñera est propriétaire, entre autres, d'une chaîne TV, d'un club de foot, d'une compagnie aérienne (LAN) et de 115.000 hectares de terres appartenant, en principe, aux Indiens Huilliches. Investissant d’immenses sommes d'argent dans sa campagne, et profitant de la division d’une gauche usée par vingt ans de gouvernement, il gagna l'élection malgré ses démêlés judiciaires (faillite de la Banque de Talca et disparition de 250 millions de dollars alors qu’il en était le directeur; délit d'initié dans la vente de ses actions en Bourse; association illicite de pharmacies dont il était actionnaire) et, encore, ses carambouillages aux États-Unis (amende de 88 millions de dollars à LAN-Cargo pour concurrence déloyale et atteinte à la "freedom" commerciale en collusion avec EL AL et ABSA), etc.,[1] Voici un rapide profil du politicien auquel Vargas Llosa apporta son appui comme Captain America de la société capitaliste, pour le remercier des importants investissements consentis par Piñera au Pérou (LAN-Pérou), mais aussi pour encourager la formation d'un axe régional contre la république bolivarienne du Venezuela.

 Il est très loin le temps où Varguitas conseillait aux écrivains latino-américains -tout particulièrement aux écrivains sympathisants de la révolution cubaine- de ne pas se mêler de politique et de se consacrer uniquement à la littérature. Cela ne l’empêcha nullement de se jeter lui-même à corps perdu dans la politique, allant jusqu'à briguer la présidence du Pérou. Sa participation aux manifestations organisées par les habitants des beaux quartiers de Lima pour défendre la "liberté" des banques, menacées de nationalisation par la gauche alors au pouvoir à Lima, lui valut les applaudissements de la bourgeoisie latino-américaine, de la City et de Wall Street, mais lui fit perdre les voix du peuple péruvien, qui lui préféra Alberto Fujimori.

 Après cette défaite humiliante, il se consacra, plus que jamais, à ses fonctions de commis culturel hispanique pour le compte des financiers et des politiciens anglais et états-uniens, parmi lesquels ses mentors, Ronald Reagan et Margaret Thatcher. Cette dernière deviendrait pour lui une sorte de marâtre spirituelle à la suite d’un banquet offert à un groupe d’intellectuels auxquels elle demanda, en guise de remerciements pour le succulent repas (et de quelques petits cadeaux, cela va de soi), de faire l'éloge de sa personne et de son gouvernement. C'est l'origine de plusieurs articles hautement littéraires de Vargas Llosa parus dans les journaux espagnols et latino-américains, saluant la culture, l'intelligence et la gentillesse bienfaisante de Margaret Thatcher et de sa politique.

 Les Argentins se souviendront toujours de cette politique, puisque la Dame de Fer -pendant la guerre néocoloniale des Malouines- donna l'ordre au sous-marin nucléaire "Conqueror" de couler par surprise le "cadet training ship" de la flotte argentine, le vieux croiseur "Général Belgrano". Le navire  transportait près d'un millier de jeunes mousses et de cadets à son bord, et se trouvait hors de la zone de combats proposée et reconnue par la Royal Navy elle-même, laquelle s'appuyait, pour perpétrer ses méfaits, sur des alliés comme le général Pinochet. Celui-ci -congratulé par la Dame de Mort en tant que "sauveur de la démocratie chilienne"- avait trahi la fraternité historique du Chili et de l'Argentine, en apportant sa meilleure aide logistique aux amiraux anglais [2]. Bien sûr, Varguitas ferma les yeux sur le crime de guerre commis par sa marâtre et sur les centaines de jeunes marins massacrés par les torpilles de Sa Majesté. L'histoire de l'Argentine jugera le romancier félon, absout par la bourgeoisie de Buenos Aires qui se presse au Théâtre Colon pour l'applaudir à l'occasion de ses tournées politico-culturelles. "La bourgeoisie manque essentiellement d'intelligence", disait Balzac. Elle manque aussi de cœur, pourrait-on ajouter.

Dans un entretien au journal El Mercurio de Santiago, Vargas Llosa affirme que c'est l'essai de Karl Popper -La Société ouverte et ses ennemis- qui l'aurait convaincu de devenir un guérillero anti-socialiste. Varguitas, qui n'a aucune formation philosophique sérieuse, ni aucune formation scientifique (sa culture est essentiellement romanesque, donc fictive), avoue que l'ouvrage de l'épistémologue autrichien (philosophe spécialiste des sciences, précisément), lui avait été recommandé par sa marâtre intellectuelle, Margaret Thatcher, dont l'illettrisme était pourtant l'objet des moqueries sans fin de ses propres ministres et de la presse britannique (illiterate lady).

Karl Popper (Vienne 1902 - Londres 1994) est surtout connu pour sa tentative d'assassinat de Karl Marx. Ce geste fut salué par la reine Elizabeth II -fanatique des romans d’Agatha Christie et des assassinats "british style"- qui lui accorda le sobriquet de "Sir", en 1965. "La Mort de Marx !", voilà un titre pour un roman de Vargas Llosa, connu d'ailleurs pour la gaucherie et l'inélégance de la plupart des titres de ses livres. Après ce meurtre rêvé, quel soulagement pour la très gentille et ouverte société bourgeoise, menacée par d’affreux ennemis totalitaires!  En vérité Karl Popper aurait mérité un disciple un peu plus crédible, car son œuvre -en particulier celle qui concerne l'épistémologie- est intéressante, ne serait-ce que par sa prétention colossale.

Bien que mon propos soit de combattre et non d'expliquer le phénomène poppérien [3], je voudrais donner un aperçu de la méthode de Popper comme penseur. Pour tuer Marx, il lui fallait, d'abord, démolir Hegel et sa dialectique, mère de la logique marxiste, mais auparavant, pour démolir Hegel, il se devait de démolir Platon et Socrate et, au passage, Héraclite et -pourquoi pas tant qu'on y est- Aristote lui-même! Ce vaste projet de démolition accompli (Derrida et son entreprise de déconstruction était, quand même, plus fin), il ne restait plus qu’à attendre que Marx tombât de son propre poids du piédestal où les méchants totalitaires l'installèrent au XIX siècle.

Varguitas, qui croit obstinément en la fiction comme panacée contre toute fièvre révolutionnaire, avala goulûment les arguments poppériens et ne remarqua pas sous la surface apparemment lisse et cohérente de l'écriture de Popper, le nombre incalculable d'amalgames, de raccourcis, de déformations et de citations tronquées qui jalonnent toute son œuvre. Même un étudiant en première année de philosophie serait capable de repérer les failles dans la logique poppérienne, failles dissimulées sous des affirmations provocatrices, nullement fondées et mal étayées, au point que le lecteur attentif pourrait se demander si Popper connaissait vraiment Descartes et sa méthode.

 Sa logique, très peu cartésienne donc, lui permet de considérer Platon comme un philosophe de "mauvaise foi", traître à son maître Socrate, et La République comme la matrice de tous les totalitarismes. D’après ses propos, Aristote serait un "écrivain médiocre", plus érudit qu'intelligent, et Hegel un "bouffon" dont la "pseudo philosophie", "fatras nauséabond", ne serait qu’une "imposture", "une des pires escroqueries intellectuelles de notre époque" [4]. Ce n'est pas tout. Utilisant Schopenhauer comme bouclier, Popper affirme que l'auteur de La Phénoménologie de l'Esprit (l'un des sommets incontestables de la philosophie occidentale) est un "mafioso" dont la pensée "pathologique" serait à la base du fascisme et, bien entendu, du stalinisme, etc. Fait étrange, celui qui se tire le mieux de ces rafales dignes d’un authentique terroriste intellectuel, c'est… Marx.

 En réalité, Popper, marxiste dans sa jeunesse,  n'arrive pas à cacher sa fascination et sa passion  pour Karl Marx (un peu comme la passion presque érotique de Varguitas pour Fidel Castro) [5]. Le philosophe viennois couvre Marx de louanges ("grand penseur profondément honnête, grand humaniste, sincère dénonciateur de l'injustice de la société des classes", etc.) croyant ainsi pouvoir le tuer sans éprouver de sentiments de culpabilité. Cependant, il n’y parviendra pas. En tout état de cause, il se sentira coupable, à l'instar de Yvan Karamazov, le personnage dostoïevskien, même s'il n'a pas réellement tué son père.

 En effet, contrairement aux désirs de Popper, Marx est toujours vivant, comme le prouve la dernière crise financière qui a secoué la société capitaliste, crise prévue -qu’on le veuille ou non- par le matérialisme historique. Ce fut la conclusion du congrès qui réunit à Londres, en mars 2009, de grands intellectuels européens rassemblés pour analyser la surprenante actualité du marxisme, seule théorie capable -encore aujourd'hui- d'expliquer avec clarté l'origine et le mécanisme du hold-up à dimension planétaire perpétré par Wall Street et la City.

 Karl Popper doit se retourner dans sa tombe, mais lui, il ne sortira jamais du cimetière. Son œuvre, qu’on aurait pu imaginer, compte tenu de sa prétention, proche par sa valeur de celles de Platon, d'Aristote, d’Hegel et de Marx, s’avère creuse et d’une étonnante trivialité. Mais pour l'intellect et la culture de son dévot Varguitas, c'est largement suffisant.

 Quelqu'un a dit (en pensant au merveilleux Douanier Rousseau, sans doute) "García Márquez, écrivain naïf pour des lecteurs naïfs". Je me permets d'ajouter, me rappelant le slogan bien connu visant les revues Life et Time Magazine ("Life pour ceux qui ne lisent pas, Time pour ceux qui ne pensent pas") : "Mario Vargas Llosa, écrivain médiocre pour des lecteurs médiocres"[6]. Certes, mon compatriote Roberto Bolaño,  lamentable sycophante de la révolution cubaine ("film de gangsters tourné sous les Tropiques", affirmait-il, en toute objectivité romanesque), a fait son éloge dans le  journal El País.[7] Malheureusement Bolaño mourut avant la publication de Las travesuras de la niña mala, roman-cul de Vargas Llosa,  dont le niveau de la prose rappelle celui des magazines sud-américains pour femmes, style Paula, Claudia, ou l'ancien Para Ti. Bolaño n'eut pas non plus le temps de lire le livre de Varguitas sur Onetti, où le romancier péruvien confond piteusement fiction et conscience, et propose, grosso modo, avec ses raisonnements d'un niveau comparable à celui du Sélections du Reader's Digest, de remplacer la révolution socialiste… par la fiction. Cela, tout en conseillant aux peuples latino-américains affamés de lire beaucoup de romans (d'abord les siens) pour s'évader de leur triste réalité[8]. Face à tant de sottise, de dévergondage, de pseudo culture camouflée derrière un mur de prix littéraires octroyés par la bourgeoisie aux écrivains (servant writers) qui savent défendre la société capitaliste de ses ennemis, il serait honteux de se taire et de laisser pontifier Vargas Llosa sans réagir…[9].

 


 

[1] Obligé par les circonstances, Piñera a été contraint de céder à ses amis quelques-unes de ses affaires les plus voyantes… pour les récupérer à la fin de son mandat, après quatre ans de gestion présidentielle saine, neutre et parfaitement honnête à l'égard de ses intérêts privés, bien entendu.

[2] Elle ne fut pas seule à féliciter Pinochet pour avoir délivré le Chili des socialistes sanguinaires. Jean-Paul II -véritable esprit saint de la Trinité Thatcher-Reagan-Wojtyla- fit de même au cours de sa visite à Santiago, lorsqu’il bénit les troupes pinochétistes sous le regard larmoyant du très catholique général, auteur -d’après Varguitas- du "miracle" économique chilien, miracle dûment authentifié par Wall Street et la City en vue de la béatification du Saint Père.

[3] "Bien que mon propos soit de combattre et non d'expliquer le phénomène hégélien..." (K. Popper, Hegel et le néo-tribalisme, I.)

[4] "...Une des pires escroqueries intellectuelles de notre temps". (K. Popper, Hegel et le néo-tribalisme, VI). Ces mots, acceptables dans un pamphlet mais impensables dans un texte philosophique, pourraient être appliqués plutôt à l'œuvre de Vargas Llosa.

[5] Son cas rappelle le béguin d’Allen Ginsberg pour Che Guevara ("so cute"). L’Histoire ne raconte pas si Guevara se rendit devant les avances du poète américain. C’est peu probable. En revanche, c’est sûr que Fidel Castro n’a jamais aimé Varguitas ("so clever"), ni comme homme, ni comme romancier.

[6] "Le médiocre s’accouplant au médiocre, l’art romanesque de Vargas Llosa ne peut qu’engendrer du médiocre", pourrait-on dire en parodiant Socrate et Platon (La République, livre X).

[7] El País, quotidien qui a toujours été un glorificateur inconditionnel de Varguitas, sans doute parce qu'il appartient au même groupe multinational que ses éditeurs. On peut se demander ce que les 150 journalistes licenciés récemment par la Direction, pour des raisons de crise de la "Société Ouverte", pensent du silence ignoble, face à ce méfait, du "Marqués" Vargas Llosa (il fut anobli par le roi, ex-aequo avec l'entraîneur du Real Madrid Football Club, Vicente del Bosque.)

[8] "El Señor Lara", créateur des prix Planeta destinés à contrôler le marché littéraire hispanique, s'occupe de la besogne. Encouragé par Varguitas (lauréat frauduleux en 1992, la récompense de 50 millions de pesetas ayant été monnayée à l'avance entre le romancier et l’éditeur devant le silence complice de la presse espagnole), Lara forgea une nouvelle couronne -le prix "Casa de América"- pour neutraliser le prix cubain "Casa de las Américas". Aujourd'hui, el Señor Lara doit être plutôt inquiet parce que Varguitas vient  de créer, humblement, son propre prix, "Premio de Novela Mario Vargas Llosa", pour contrecarrer le prix Rómulo Gallegos, adjugé maintenant par le Venezuela  bolivarien.

[9] Parmi ces récompenses, le Irving Kristol Award offert par l'American Enterprise Institute, nid des néoconservateurs américains et vivier du think-tank de l'extrême-droite du Parti Républicain (et aujourd'hui, du "Tea Party"), qui conçut les horreurs du gouvernement de Georges W. Bush. Cette couronne tressée de dollars dont Varguitas fut ceint pour son appui à l'invasion criminelle de l'Irak ("To Mario Vargas Llosa, whose narrative art and political thought illumine the universal quest for freedom") devrait être un déshonneur et une honte pour tout démocrate honnête. De toute évidence, ce n'est pas le cas de Mario Vargas Llosa, qui ne semble connaître ni la honte ni l'honnêteté.
 

 

 


 

 

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"Ô Inca ! Ô roi infortuné et malheureux!"
    (BALZAC. Louis Lambert.)

 
He aquí un Inca del Perú, Mario Vargas Llosa. Pálido mestizo quechua (o, tal vez, lejano aymará), dotado de una vanidad inconmensurable (interpretó personalmente el papel de Ulises en una pieza de teatro escrita por él y para él), Vargas Llosa hubiera sin duda deseado bailar delante de Luis XV, en medio de los Indios galantes de Rameau… aunque no quiere mucho a los  indios. Shapras, huambisas, aguarunas son descritos casi como animales de la selva en La Casa Verde, novela aplaudida  y premiada en la España franquista, en 1965. Pero "Varguitas" (sobrenombre que adopta en una de sus novelas) es, por encima de todo, un propagandista de la "Open Society", cara a Karl Popper, de quien se dice discípulo.
 
Cualquiera persona que haya leído atentamente a Musil, Thomas Mann, Beckett, Sarraute, Yourcenar, Proust, Borges, Joyce, Steinbeck, Faulkner, Carpentier, Kafka, Herman Broch, Rulfo, Pessoa, etc., no puede sino interrogarse sobre el verdadero valor del escritor peruano,  cubierto de premios literarios y de honores de toda especie, incluso el premio Nobel. Sus glorificadores (a menudo novelistas fracasados, transformados en "brillantes" periodistas y viceversa) aprecian la ligereza de una prosa escrita al galope, más cercana a la prosa de la prensa escrita que a la alta literatura. Leer una novela de Vargas Llosa no es más trascendente que leer un diario. Ingurgitar sus ideas simplistas y mediocres, no es más complicado que tragar la ideología de las revistas "people". Esta es seguramente una de las claves que explican su éxito editorial y mediático en nuestra sociedad, donde el "éxito" ha llegado a ser una mercancía como otras y que no puede adquirirse, salvo excepción, sino confortando la médiocrité, como decía Balzac.

 En cuanto a su lenguaje, distinguido por el jurado del premio Nobel 2010, la lingüista Martha Hindelbrandt, profesora de la universidad  San Marcos de Lima, ha analizado, con un poco más de seriedad y de autoridad que los académicos del rey de Suecia, el español del laureado. La lingüista llegó a la conclusión que las numerosas carencias de su lenguaje, sembrado de "errores garrafales", son el resultado del nivel insuficiente de la educación que el escritor recibió durante su infancia. Pero, patriota peruana arrastrada por las olas mediáticas y nacionalistas en torno a Varguitas, ha terminado por conceder que un "genio" puede permitirse escribir mal y llegar a ser, pese a todo, Superacadémico de la Real Academia Española de la Lengua…Clisé confirmado y mentiroso que sirve a Vargas Llosa de pasaporte para cumplir con su tarea de representante comercial de la "Sociedad Abierta" y, cual un nuevo Papa, pontificar "urbi et orbi" la necesidad de santificar por la eternidad al capitalismo y enviar al socialismo definitivamente al fondo del infierno.

Hombre elegante, coronado "Man of the year 2011" por la revista Vanity Fair, encargó últimamente (según su rival, el novelista Alfredo Bryce Echenique) varias capas y trajes blancos al sastre oficial del Vaticano, con la esperanza de ser reconocido en cuanto "Papa de los ricos" y hacerse canonizar como "San Mario Vargas Llosa", pese a su ateísmo. En efecto, Varguitas no cree en Dios, aunque afirma que cuando escribe sus novelas, él es igual a Dios creando sus creaturas. A lo mejor, pensando en las ventajas que su eventual canonización podría traerle, va a transformarse en un católico fervoroso. Mientras tanto, hundido en  las profundidades metafísicas de su espíritu, comprobando todos los días (sentado en su WC, de mármol rosa) que la imagen divina que se hace de él mismo y su triste realidad corporal están bastante alejadas una de otra,  ha concluido que nosotros, los seres humanos, debemos vivir como si la muerte no existiera (pensamientos anotados en su diario íntimo, El País). De todas formas, la Muerte no le concierne porque, contrariamente a Gabriel García Márquez, él es Inmortal...

En lo que respecta a su formación literaria, las raíces de su conocimiento de la literatura francesa, conocimiento del cual se siente orgulloso, son develadas pérfidamente por su cortesano, el novelista neo-pinochetista Jorge Edwards. Con sorna camuflada en asombro, Edwards cuenta que se encontró con Vargas Llosa en 1962, cuando éste era periodista en Radio France Internationale. Varguitas, como un neófito, se declaraba deslumbrado y entusiasta por el descubrimiento, no (como se hubiera podido suponer por razones cronológicas) de Proust, Céline, Breton y los surrealistas, o de Beckett, Robbe-Grillet, Marguerite Duras, Claude Simon, Perec y el grupo Oulipo, Francis Ponge y los telquelianos, etc., sino de Victor Hugo, Dumas, Maupassant y, sobre todo, de Gustave Flaubert (con quien le gusta compararse), genios desconocidos que él se proponía sacar del olvido.

Pues bien, Flaubert, que escribía y reescribía veinte veces una frase antes de darse por satisfecho…para borrarla al día siguiente y recomenzar, estaría horrorizado de verse comparado con un novelista que escribe a la "va comme je te pousse" (como se empuja a los gansos, según el dicho flaubertiano) y cuyo talento consiste en ser capaz de escribir varias horas seguidas, sin cansarse. ¿Es posible comparar la prosa de Flaubert, cristalina y estructurada como un diamante, con la prosa de Vargas Llosa, sucia, opaca, quebrada como un vidrio golpeado por una ráfaga de viento? Para leer "Conversación en la Catedral" (novela considerada por sus aduladores como una obra maestra), el lector serio está obligado, si quiere juntar los pedazos de frases y sacar algo en limpio, a leer él también a la "va comme je te pousse" (échale pa'elante nomá), dejando de lado toda aspiración lógica. Aparentemente Varguitas, con la pretensión de "ser moderno", ha intentado copiar la prosa de Faulkner, tejida poéticamente con finas elipses a la Shakespeare ("The Sound and the Fury", "Absalom, Absalom!") o la prosa de Cortázar, suave y melodiosa como una composición de Miles Davis ("Rayuela"). Pero los grandes prosistas están muy por encima de su estilo, troceado como un steak de carne molida y destinado a ser consumido con rapidez, sin hacerse muchas preguntas sobre su origen. Indigestión asegurada…

Cierto, ha escrito algunos libros mejor trabajados y más coherentes que otros ("La tía Julia y el escribidor", "Elogio de la madrastra"), pero su estilo es, fundamentalmente, el de un reportero apurado, presionado por el tiempo. Balzac, quien en la época del "feuilleton" estaba obligado a escribir con rapidez, siempre se lamentó por no corregir sus textos como hubiera querido. Sin embargo, publicó entre 1832 y 1842 siete versiones diferentes de uno de sus "chefs-d'oeuvre", "Louis Lambert". Pero no cualquiera es Balzac, sobre todo Varguitas, mal comediante, desprovisto de verdadera humanidad.

De todos modos, la rapidez de Varguitas, que siempre ha sorprendido a sus admiradores y familiares, especialmente por el ruido que hacía con su máquina de escribir, le es muy útil cuando practica, sin vergüenza, el plagio. "La guerra del fin del mundo", plagio de "Os Sertoês", la novela del brasileño Euclides da Cunha, pillaje denunciado por José Saramago (premio Nobel 1998) es un claro ejemplo. Y también "La fiesta del Chivo", plagio de "The death of the goat", obra del periodista de Time Magazine, Bernard Diederich quien, al confirmar que Varguitas le había copiado estúpidamente incluso sus errores, intentó llevarlo delante de los tribunales ("unhappily, too expensive"). Un poco más sutil es el plagio de Flora Tristan en "El Paraíso en la otra esquina", pillaje, como el cometido contra Da Cunha (muerto en 1909), muy cómodo pues la genial revolucionaria está enterrada también desde hace mucho tiempo. Etc.

En el cerebro de Varguitas, el pillaje intelectual es necesario para la creación literaria que no sería, al fin de cuentas, sino "saqueo", "hurto", "robo" de la obra ajena, piratería, según él inevitable y, en su caso particular, perfectamente legal en nombre de su "genio". Esta es, más o menos, la tesis propuesta en "La Orgía Perpetua", ensayo sobre Flaubert que contiene su teoría personal de la novela. En realidad, el género novelesco, hoy día debilitado y decadente, se presta fácilmente al plagio, procedimiento que ha llegado a ser habitual y anodino, muy rentable si el escritor sabe disimularlo. [1] Varguitas, que no teme contradecirse (o, quizás, no se da cuenta de sus contradicciones) subraya también en este ensayo, el desprecio y el rencor de Flaubert contra las injusticias e iniquidades de la sociedad del siglo 19. Ahora bien, traicionando el pensamiento de Flaubert en un nivel moral y social, como lo traiciona en un nivel estético, Varguitas no saca las conclusiones que se imponen sobre la "Open Society" de nuestro tiempo, apenas más evolucionada que la sociedad capitalista decimonónica. La terrible crisis que vivimos a principios del siglo 21 es la prueba.

Vargas Llosa, novelista retrógrado y profundamente reaccionario, se estanca en su fascinación por los novelistas del pasado y esto en plena revolución cibernética, cuando emergen nuevas formas narrativas, post-novelescas, como el Intertexto, género plurilingüe y pluricultural, fundado sobre la honestidad intelectual. Todavía no ha comprendido (y no comprenderá jamás) la importancia del advenimiento de Internet, comparable, en muchos aspectos, con la invención de la imprenta. Claro, su edad avanzada (más de 80 primaveras) le ha hecho perderse un fenómeno crucial en la historia de la literatura, cuyas perspectivas revolucionarias le escapan completamente. ¡Tal vez cree que se trata de otra revolución comunista a denunciar y aplastar con urgencia!

Resumiendo, Varguitas reconoce en Internet a lo más un progreso técnico de la comunicación, pero no percibe su valor como instrumento de creación literaria, útil prodigioso que abre el camino hacia una nueva literatura, tanto más cuanto es la escritura que se sitúa en el centro de esta extraordinaria revolución tecnológica. No obstante, la estética anticuada y obsoleta de la obra de Vargas Llosa es una de las razones que explican por qué es tan fácilmente acogida por los lectores conservadores, formados dentro de los parámetros esclerosados de la lectura novelesca de antaño.

Por supuesto, los cortesanos de Vargas Llosa (entre ellos, desgraciadamente, jóvenes novelistas mistificados que sueñan con ser nuevos Varguitas y que imaginan que la literatura es una carrera a los premios, a los honores y al dinero), esos aduladores dirán que yo escribo llevado por los celos, la envidia, la frustración. ¿Qué otra cosa podrían decir sin descalificarse a sí mismos y enfrentarse cara a cara con su propia estulticia? El problema es de ellos. El mío es Varguitas en cuanto agente de la "Open Society", papel que endosó por cuenta  de las empresas multinacionales y de los banqueros, quienes lo enviaron a Chile durante la campaña presidencial de 2009/2010 para apoyar el regreso al poder de los neo-pinochetistas.[2]

El escudo "Gran-Escritor-Genial-Gran" que le ha forjado la prensa, le permite dejarse caer por todas partes donde la "Open Society" es amenazada y, como el mismísimo Captain America, mostrar su fuerza y su bravura masculina. Es mejor tomarlo en serio, porque  Varguitas es un auténtico macho, capaz de atacar con violencia cuando se trata de defender sus intereses…a puñetazos si es necesario. Como todo el mundo sabe, exhibió su virilidad golpeando brutalmente el rostro de Gabriel García Márquez, al término de una proyección cinematográfica privada en Ciudad de Méjico, en 1976. El novelista colombiano, harto mejor estilista (según los especialistas del boxeo y de la novela), no había hecho otra cosa que solidarizarse con la esposa y los hijos abandonados por Varguitas, quien se había escapado del hogar familiar corriendo como un hot-dog detrás de una top-model americana.[3] Ahora bien, su violencia como guerrillero anti-socialista lo ha ayudado en buena medida a ganarse la simpatía del jurado del premio Nobel acordado por la Academia del rey sueco, en un momento en que Suecia como Noruega y, en general, toda Europa, es sacudida y roída por la violencia de la extrema derecha neo-nazi.

Nada extraño entonces, que los primeros discursos y conferencias de prensa de Varguitas tras recibir el Nobel fueran consagrados no a la literatura, sino a insultar a la Presidenta de Argentina, Cristina Kichner ("tonta, vulgar, inculta"), al Presidente de Venezuela, Hugo Chávez ("un dinosaurio"), al Presidente de Ecuador, Rafael Correa ("un cangrejo"), al Presidente de Bolivia, Evo Morales ("indio analfabeto") y a burlarse del candidato a la presidencia del Perú (elegido, pese a todo, Presidente de la República Peruana), el humilde inca Ollanta Humala (votar por él o por la candidata fujimorista era como escoger "entre el cáncer o el sida".)

Sí ; Varguitas conoce bien su trabajo y sabe agradecer a sus patrocinadores, entre ellos, los 1300 banqueros de la "Federación Latinoamericana de Bancos" reunidos en Lima a fines de 2012. Los banqueros latinoamericanos y sus compinches venidos de todo el mundo, aplaudieron durante largos minutos la conferencia  ofrecida a la asamblea -con el corazón empapado de amor por sí mismo y con lágrimas de felicidad- por el Premio Nobel de Literatura 2010, don Mario Vargas Llosa…Business is business!
  

 [1] Como "plagiarist" Varguitas es superado por Bryce Echenique, mucho menos astuto que él y perseguido por la Justicia en Perú, al igual que su hijo, Alvaro Vargas y su discípulo novelista, Fernando Iwasaki .

 [2] Este es uno de los motivos que me han impulsado a escribir sobre Popper y Vargas Llosa.

 [3] Infiel en amor, Varguitas sabe traicionar en amistad cuando le conviene. Así, dejó caer a sus amigos catalanes, responsables en gran medida de su éxito editorial, para dar preferencia a los neo-franquistas madrileños, Aznar y Rajoy, enemigos de la Catalunya independiente.




AGGIORNAMENTO

(8/12/2019)

 





Viagras Llosa y sus muletas (Madrid 2020)







Las zancadillas de Vargas Llosa

Los años pasan, pero no Varguitas, que continúa haciendo de las suyas como Captain America después de su premio nóbel, cada vez más desprestigiado. Tras su adjudicación a Bob Dylan en medio del escándalo de las manipulaciones del jurado por parte de un dandy francés, Varguitas propuso que el siguiente fuera adjudicado… a un futbolista. No especificó si a Messi o a Cristiano Ronaldo. En ningún momento se acordó de que su propio premio también fue el fruto de una manipulación favorecida por la extrema-derecha sueca. Como tampoco se ha dado cuenta de que en su última novela -Tiempos Recios- revela inconsciente e involuntariamente el secreto de su "big-success" literario. Tiempos Recios, novelilla-reportaje (una más en su CV de reportero, elevada inmediatamente por sus turiferarios al nivel de obra maestra de la literatura universal), probablemente no fue escrita sino dictada a un magnetófono-secretaria-tacos aguja, y luego corregida, dentro de lo posible, por un Varguitas ya muy gagá. La calidad de su prosa, peor que la habitual, permite suponerlo. Cierto, también Borges dictaba sus microtextos cuando la ceguera le impidió escribir. Pero ir más lejos en la comparación del genio borgiano con la mediocridad estilística de Varguitas es un sacrilegio del cual me abstengo.

Mario Viagras Llosa (su nuevo apodo en los salones "chic"de Lima y del Madrid de Aznar, Botella & Coffee y de Rajoy, después de oficializar su concubinato con Isabel Peeling, la muy antigua "socialité" de Julio Iglesias y, entre otros, también del marqués Falcó y del ex Ministro de la Chaqueta Española, el ex-socialista, Boyer) se ha hecho una increíble zancadilla a sí mismo. En efecto, creyendo que su denuncia de los mecanismos mediáticos estadounidenses (cuya propaganda ideológica inventó el comunismo de la inocente Guatemala para poder invadirla y colonizarla mejor), equilibraría en América Latina su reputación de "hombre de derechas" (en el fondo, de extrema derecha), mostró, sin quererlo, la hilacha de su éxito como best-seller. En realidad, esas mismas fuerzas tóxicas y fraudulentas que consolidaron el poder de la United Fruit en Guatemala, lo transvistieron y maquillaron bonitamente para hacerlo pasar de escritor mediocre a novelista genial, defensor de la libertad contra el comunismo. Y, claro está, ejemplo a seguir en cuanto "living legend" (según la US Library of Congress Award) por las futuras generaciones de escritores hispanoamericanos… contrariamente al escritor castrista-comunista y enemigo de la democracia, García Márquez (no autorizado a ingresar en los EEUU, igual que el poeta comunista Pablo Neruda).

La inverosímil lista de premios y distinciones acordadas a Mario Viagras Llosa lleva el sello discreto de los servicios de la USA Ideological Publicity Agency (llamémosla asi). Son los publicistas de la Agencia quienes, como los periodistas que inventaron y falsificaron la imagen de Guatemala en provecho de la United Fruit, han hecho de él un paladín de la novela, destinada, más que nunca, a promover los valores de la sociedad "neo-liberal". En verdad, esa propaganda dirigida a los necios (que son legión) ha hecho de Varguitas un héroe de "comics", un Captain America encargado de defender los intereses del imperio estadounidense en el mundo de la literatura. Recientemente el diario español El País (especie de "journal intime" de Viagras Llosa, donde se publican todas sus sandeces) organizó en su homenaje un ranking de los mejores libros de comienzos del nuevo milenio, suponiendo que el jurado iba a coronar La Fiesta del Chivo (plagio de "The death of the goat", obra del periodista de Time Magazine, Bernard Diederich, no lo olvidemos), novela reeditada paralelamente a su versión teatral en Madrid. Algo no funcionó como previsto y Varguitas se encontró en cuarta posición, lejos, muy lejos del primero de la lista, mi fenecido compatriota y tocayo, Roberto Bolaño.

Este tipo de traspiés explica tal vez el pésimo aspecto que Viagras Llosa exhibe en sus últimas apariciones tv. Apoyado en un bastón con una mano y con la otra agarrándose firmemente de su "socialité" septuagenaria (manifiestamente preocupada por la mala imagen que su concubino aporta ahora a su revista de escándalos, dirigida magistralmente por ella, y a sus negocios consagrados a la belleza y al lujo), el
deteriorado Captain America delata, con sus mal disimuladas muecas de dolor, otra zancadilla que se hizo torpemente a sí mismo. El informe del hospital al cual fue llevado en ambulancia, señala que el héroe se cayó de culo en el palacete de la "socialité", quien lo alberga en calidad de "amigo del corazón" junto a una de sus hijas franquistas en un "ménage à trois" digno del  indio Huenchuyán (el muchacho se acostaba con una viuda y con la hija de ésta, sin saber con cuál de las dos gozaba en la oscuridad : lo importante  en este mundo no es con quién uno goza, lo importante es gozar,  se decía el indio, aunque nunca había leído a Wilhelm Reich).  La caída le causó a Varguitas una hinchazón fenomenal y un grandioso moretón en las asentaderas. Los médicos, admirados por el tinte violáceo del desbarajuste, le recetaron la ingestión de algunas aspirinas y también, por razones terapéuticas, le desaconsejaron defecar sentado en su tradicional trono de mármol rosa. En cambio, lo alentaron a hacer sus necesidades "a la turca", idealmente al aire libre. (Las malas lenguas cuentan que Vargas Llosa telefoneó inmediatamente a Estambul a su colega novelista, Orhan Pamuk, también premio nóbel y miembro del refinado Open Society Club, para preguntarle si conocía el procedimiento y si era obligatorio hablar en turco para practicarlo.)

Tiempos recios en realidad para el novelista. Si Varguitas no hubiera reído de satisfacción cuando el ministro de justicia de Bolsonaro, Sergio Moro, encarceló injustamente a Lula, el más grande dirigente democrático de Brasil, y no se hubiera felicitado por el golpe de Estado que derrocó a Evo Morales, el primer indio en gobernar eficiente y democráticamente a Bolivia, yo no me reiría de su percance, digno de una "casa de remolienda". Sebastián Piñera, en un Chile hoy día desvastado por su desastrosa presidencia neoliberal, no se ha privado de reírse del accidente doméstico de su compinche, patada en "el poto" (a la chilena) y suerte de castigo cósmico por su falta de humanidad y de modestia.

Vamos, mejor lo reconozco para que no me acusen de mentiroso : yo también confieso que he reído.

 

 




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