Precisamente, es a partir de esta pregunta decisiva -la libertad de la literatura- que un proyecto de manifiesto por una nueva literatura puede esbozarse. No porque la literatura haya envejecido -los grandes clásicos son y serán siempre de una perfecta actualidad- sino porque, desgraciadamente, la literatura contemporánea pierde más y más su libertad.
Esto se debe, en gran medida, a la nefasta confusión que se instala por todas partes entre la práctica literaria y las prácticas comerciales, pues la búsqueda del lucro es hoy más desquiciada que nunca, al punto de amenazar a la literatura con su marginación.