Freud y el novelista

 

 (La Sociedad de los Hombres Celestes, Tomo II, p. 60-62)

 

-¡Qué gusto de verlo, Señor Antinovelista!- me saludó Wagner, jocoso. -Si usted no tiene inconveniente, quisiera aprovechar la ocasión para caminar en su compañía y de paso hacerle una o dos preguntas374 a propósito de su visión de las teorías freudianas. Parecería que usted ha organizado una guerilla no solamente contra la pobre Doña Novela, sino también contra el Casto Psicoanálisis. Según Sor Sofía, su revolución intertextual puede hacer retroceder la narrativa hasta la Edad Media, a la época de la ‘psicomaquia’ cara a Guillaume de Lorris y Jean de Meung, los autores del Roman de la Rose. ¿No le da miedo quedarse corto de flechas? Atacar en dos frentes a la vez es una táctica muy peligrosa. Lea Clausewitz.
-Se trata de un solo y mismo frente, Interno- respondí, sorprendido y molesto por tanta impertinencia. -La novela contemporánea y el psicoanálisis se confortan y se complementan perfectamente en el seno de la Sociedad de los Hombres Celestes. Por un lado los novelistas se inspiran largamente de las tesis freudianas, por el otro los psicoanalistas encuentran en la novela abundantes ilustraciones para sus tesis. Tanto es así, que hoy día más y más novelistas se hacen psicoanalistas, y más y más psicoanalistas escriben novelas. Unos y otros están en la misma onda : la mistificación. Y, sin embargo, la imagen del novelista dada por Freud en su Introducción al Psicoanálisis no es muy halagüeña. La conozco de memoria: “El novelista en primer término sabe dar a sus sueños « éveillés » una forma tal que pierden todo carácter personal susceptible de desagradar a los lectores y se transforman así en fuente de gozo para los otros. También sabe embellecerlos y disimular completamente su origen sospechoso. Cuando ha conseguido todo esto, procura a los lectores el medio de obtener alivio y consuelo en las fuentes de gozo de su propio Inconsciente. Se atrae así el reconocimiento y la admiración de los lectores, y conquista finalmente, gracias a su fantasía, aquello que antes sólo existía en su fantasía: honores, poderío y amor de las mujeres. ” Dicho de otro modo, Interno, Freud consagra y glorifica al novelista en cuanto bufón (por no decir ‘puta’) de los Hombres Celestes.
-¡Qué tonterías tan inteligentes dice usted 375!
-En caso alguno, Wagner. Lea atentamente la Introducción al Psicoanálisis y verá que Freud atribuye a la novela y a los novelistas el papel de ‘proveedores de placer’, a cambio del cual reciben dinero. ¡Ni más ni menos que las Putas Celestes!
-Felizmente que gracias a su ‘intertexto’ no va a ser su caso, Señor Antinovelista. Ni placer ni dinero. Y aprovecho la ocasión para recordarle que su estadía en el ‘Hotel Dios’ no es gratuita y que su familia comienza a encontrar que su tratamiento se está alargando demasiado. Usted no quiere recibir a sus familiares, pero son ellos quienes pagan sus platos rotos. Tendrá que resignarse a escribir una novela si quiere ganar dinero. ¡Dudo mucho que su ‘intertexto’ le dé de qué vivir y, todavía menos, que procure algún placer!
-No importa, Interno. Para mí la literatura no será jamás ‘palabra emputecida’ y eso, en efecto, gracias al intertexto, simplemente porque el intertexto no busca en primer lugar la diversión, el placer, sino el conocimiento lúcido. El conocimiento es el verdadero placer fáustico, Wagner. Y ahora, tenga la amabilidad de dejarme continuar solo mi paseo…
-Como usted quiera, Señor Fausto. Si no le molesta, pediré al Doctor M. que alimente su cuenta bancaria. ¿Cuánto tiene actualmente? No mucho, imagino…376 Vamos, cocínenos una novelita a la parisina. ¡Tendrá la ocasión de ganar un Gran Premio Literario y será rico y célebre para felicidad de su familia!


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