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   Manolete Vilas, diestro sin igual de la novelería española

 

       Conocí a Manolo Vilas en 1998, cuando él era aún casi un mozalbete y lo invité a venir a un encuentro literario internacional que organicé en Calaceite, Bajo Aragón, gracias al apoyo del Ayuntamiento del pueblo. Vino traído de la mano por su amigo José Giménez Corbatón, ambos escritores todavía principiantes y colegas de oficio como profesores de secundaria en los liceos de Zaragoza. El encuentro, que duró tres días, recibía como invitados de honor a los miembros de la “Nouvelle Fiction Française” entre ellos Frédérick Tristan (premio Goncourt 1983), G.O. Châteaureynaud (premio Renaudot 1982), Hubert Haddad (premio Société des Gens de Lettres, 1998), et Francis Berthelot (premio Science Fiction Metz 1980). Entre los invitados también había algunos escritores catalanes : Toni Marí, Robert Saladrigas, el historiador Joaquín Monclùs, la escritora madrileña Natacha Seseña y el novelista chileno, Mauricio Wacquez, además de la periodista peruana, Elsa Arana. Las conferencias estaban programadas en tres lenguas, francés, castellano y catalán, traducidas simultáneamente por un grupo de traductores dirigidos por Esther Romero, free lance suiza-peruana. [1].


 CALACEITE 1998





        Manolo Vilas no hablaba ni una palabra de francés y tal vez por eso permaneció mudo durante los tres días del coloquio internacional. En cambio, siguiendo su impulso de “escritor muerto de hambre” (según él), comió cuanto pudo en la fonda del pueblo, sin tener que pagar cuenta alguna, claro está. Don Pablos de Segovia, el protagonista famélico de El Buscón de Quevedo, una de las referencias favoritas de Manolo, hubiera quedado contento e, incluso, agradecido.
 
         Dado su mutismo (charmant), no tuve el tiempo de ocuparme atentamente de su poesía, lo que felizmente le daba igual. Lo importante es que comió y bebió a sus anchas y que durmió a pierna suelta en las estupendas habitaciones de la Fundación Noesis. Pero a través de José Giménez Corbatón, autor de la novela La Fábrica de Huesos y francófono admirable, guardaríamos un hilo de comunicación tras el regreso de ambos a Zaragoza. En esos momentos yo no sabía que el tímido “novelero” (por no decir “novillero”) cuasidesconocido en aquellos años, llegaría a ser el famoso Manolete de hoy, sacado en andas por los más poderosos editores de la hispanidad. La historia de la literatura y de la tauromaquia reservan este tipo de sorpresas.
 
         Vería a Manolete Vilas pocos años después, cuando ya había tomado su alternativa concedida por Giménez (Corbatón y no “el Chicuelo” Giménez Moreno, por supuesto), “padrino” cuya destreza personal no bastó para equilibrar la pequeñez del ruedo y la modestia de Z , publicado por DVD Ediciones en 2002. Siempre de la mano de su padrino, llegó una vez más a Calaceite y nos fuimos, en compañía de mi mujer, Chantal, a casa de la arpista chilena Asunción Claro, quien nos había invitado a tomar “una copa”. La faena, espectacularmente alcohólica, fue memorable. Manolete abría y cerraba la nevera de la dueña de casa recuperando cuanta botella de cava pudo encontrar y bailó una jota encima de la mesa de la cocina. Sin caerse. ¡Un matador es un matador ! Confieso que para mis adentros me dije, acallando las reflexiones de mi mujer: “Al fin encuentro a alguien peor que yo”.
 
       No nos vimos de nuevo con Manolete hasta 2005-2006, tras la exposición de pintura de Braun-Vega en el castillo de Valderrobres que monté con la ayuda del concejal de cultura Carlos Fontanet y del museo de Teruel, paralelamente a la presentación en España de uno de mis intertextos, La Sociedad de los Hombres Celestes.

 

 

         Dada la plétora de invitados(entre ellos Jorge Semprún, Bryce Echenique y la dirección de Sens Public, mi editor en Francia), no invité esta vez a mis compatriotas aragoneses (yo me considero “aragonés de Chile” por el lado de mi madre, “Artigas”, apellido abrumadoramente común en Huesca)[2],





Invitación de la exposición de Braun-Vega en el castillo de  VADERROBRES (2006)

 

 

pero sí invité a Emilie Tardivel, mi nueva agente literaria en reemplazo de Carmen Balcells, quien comenzaba su descenso hacia la muerte. Emilie tenía sólo 25 años, ojos celestiales, una larga cabellera rubia, densa y ondulante como un trigal de estío, y una inteligencia más hermosa aun que su cuerpo de equitadora y de campeona de tenis juvenil. Tenía todo eso, además de su doctorado en Science-Po y su dominio impresionante de cinco lenguas. Aprovechando su estadía en Valderrobres, la llevé a Zaragoza para presentarle a Giménez Corbatón, a su ahijado Manolete y a otros escritores que no lograban encontrar editores suficientemente ricos para hacerlos aplaudir en las ferias de la novelería española. Era tan joven Emilie, tan bella e inteligente, que los chicos zaragozanos no la tomaron en serio en cuanto agente literaria. Ni siquiera Manolete, a quien sin embargo iríamos a escuchar en el Instituto Cervantes de París, donde participaba en un recital de poesía. Mirando embobado a Emilie, le dijo poéticamente : “Eres muy bonita”. Ella sonrió.
 
           Poco a poco comencé a distanciarme de mis amigos zaragozanos, un poco decepcionado, a decir verdad. El director de Pramés, la editorial comunitaria aragonesa donde eran editados, me confesó que rara vez se daba la pena de leer los manuscritos que le imponían los socios de la empresa, consagrada sobre todo a la promoción de los tesoros turísticos de Aragón. El prefería leerlos ya publicados. Si los leía. En consecuencia, por razones de higiene literaria, dejé de frecuentarlo. Más o menos lo mismo me ocurrió con Giménez Corbatón, sin embargo hábil constructor de La Fábrica de Huesos, libro extraordinario apenas conocido y ahora olvidado, con quien habíamos conversado y colaborado en Sens Public. Amable pero impermeable a mi trabajo vanguardista sobre la escritura electrónica, el Intertexto, y la necesidad de sobrepasar a la novela en cuanto modalidad narrativa, me envió un mail donde me declaraba su pasión por las novelas del escritor estadounidense Paul Auster, que devoraba una tras otra. Quedé estupefacto. Me consta que las novelas de Auster se consumen fácilmente, a la manera de las hamburguesas macdonalds (de carne de buey nacional, de cocodrilo o de papagayo, todas saben igual). En una de sus últimas novelas, 4321, imponente por su grosor, haciendo alarde de sus tendencias vanguardistas a la Proust y creyendo revolucionar la narrativa, cruza cuatro historias que conciernen en principio a un mismo personaje puesto en cuatro situaciones diferentes (vivo, después muerto, vivo otra vez, etc.) Resultado : cuatro novelas convencionales y punto. Mismo sabor, con o sin ketch-up. Giménez Corbatón me confirmó también su gusto personal por la edición a la antigua, impresa en papel. ¿Por qué no? Cada uno sus gustos. Decidí entonces no perder más mi tiempo y concentrarme en el desarrollo de la Teoría del Intertexto,[3]
 

 

 

 

 lo que me costaría todavía un montón de años antes de presentarla en el Instituto Gorki de Moscú (2019), apoyándome en mi ensayo Bakhtine, Proust et la polyphonie romanesque chez Dostoievski :

 

 

          Entretanto en París (vivo en Francia desde 1969, voy a Calaceite sólo de vacaciones) tendría nuevas noticias de Manuel Vilas, ya metamorfoseado en Manolete y ensalzado por la crítica literaria parisina. No di gran importancia al hecho dado que la crítica francesa es mayoritariamente comercial, al igual que en todos los países del mundo. Su objetivo, mal camuflado, es vender la producción de los editores y no la promoción de la literatura . Es lo que decía Réné Daumal, el poeta aparentado al surrealismo de Breton, autor de la obra maestra de la narrativa “esotérica” occidental, El Monte Análogo. [4]
 
 

 

 

René Daumal (Le Mont Analogue)
 

          La verdadera crítica, una ciencia dentro del arte de la literatura, se encuentra en los ensayos universitarios...cuando se encuentra. Me desentendí por ello de los olé olé que proferían los periodistas y no compré ninguno de los libros, bastante caros, ofrecidos en el mercado. Cambiaría de actitud más adelante en una comida con Esther Puyó Montserrat en Beceite, en la Antigua Fonda Rodá, histórica posada donde solía comer Luis Buñuel cuando viajaba entre Barcelona y la casa de su familia en Calanda. Esther, flamante escritora de Un tiempo, un café, relato autobiográfico cristalino donde la narradora-protagonista cuenta la vida del pueblo de Cretas a través de la vida del bar de la aldea, me hizo saber su admiración entusiasta por el autor de Ordesa, faena que valió a Manolete 2 orejas, un rabo y una vuelta al ruedo exigida por Juan Cruz, uno de sus banderilleros de Alfaguara [5]. Estimulado por el entusiasmo de Esther Puyó, iba a procurarme y leer todas las últimas novelas de Manolete publicadas a partir de 2018. Mi sorpresa fue considerable.
 
         En efecto, Ordesa es una obra excepcional. No es una novela desde el punto de vista retórico estricto (personajes ficticios, trama, suspenso, desenlace, final, etc.), sino una narración autobiográfica propulsada por una fuerza poética prodigiosa. “El talento es un don de Dios. No sé qué orgullo puede haber en tenerlo, como si fuera cosa producida por uno mismo", afirma Fernando Pessoa en el acto II de su Fausto, neutralizando a celosos y envidiosos. El talento poético de Manolo Vilas es indiscutible, nadie que lo haya leído puede negarlo. Sus entramados textuales son a veces defectuosos, pero esos defectos son superados por la intensidad de su osadía poética y la destreza de sus reflexiones. Manolo es un genio de la literatura hispánica, al igual que Manolete era un genio de la tauromaquia. Su narrativa está saturada de preciosas metáforas, metonimias y comparaciones originales, de juegos intertextuales acertados, de pensamientos florales que descubren la belleza en los rincones más ordinarios e insignificantes de la más ordinaria de las vidas : la nuestra. En eso radica su universalidad, más allá de toda mezquindad retórica. Desgraciadamente, como todo genio es también infantil y frágil. Y, desde un punto de vista psicológico, un psicópata. Kurt Schneider, psiquiatra alemán post-freudiano de mediados del siglo XX, estableció una laboriosa clasificación de las psicopatías. Para Kurt Schneider las psicopatías no son enfermedades mentales comparables a las neurosis y las psicosis, patologías adquiridas en la infancia o en la adolescencia. El psicópata nace psicópata, apesadumbrado por una constelación de genes de la cual es absolutamente irresponsable. Su única responsabilidad consiste en enfrentar, bien o mal, su sufrimiento psíquico (psicópata : el que sufre de su mente). Y en la lista de los psicópatas es posible inscribir tanto al genio...como al asesino. El gran toreador Manolete es un excelente ejemplo por la genialidad de sus “manoletinas” y por su legendaria habilidad en el momento de matar a un toro de una sola estocada -fulgurante, precisa, impecable- evitándole el dolor de la muerte. Manolete Vilas no es un asesino y no lo será jamás, salvo de sí mismo. Habla con frecuencia de quitarse la vida a causa de su sufrimiento mental, rebelde al alcohol y a todas las drogas y medicamentos recetados por una retahíla de psiquiatras anti-poetas, entre los cuales yo no me cuento desde que dejé la profesión. Prefiero ser un “anti-poeta” a secas, según lo prescribía Nicanor Parra, premio Cervantes chileno. Fernando Pessoa decía, a propósito de los psiquiatras, que « el único crítico de arte o de letras debe ser el psiquiatra, porque aunque los psiquiatras sean tan ignorantes y laterales a los asuntos como todos los otros hombres de aquello a lo que ellos llaman ciencia, tienen aún así, delante de lo que viene a ser un caso de dolencia mental aquella competencia que consiste en que nosotros juzgamos que ellos la tienen. Ningún edificio de sabiduría humana puede levantarse sobre otros cimientos» .

        Leí pues de un golpe Ordesa (Alfaguara 2018), Alegría ( Planeta 2019), Los besos (Planeta 2021), Nosotros (2023 Destino-Planeta 2023) y El mejor libro del mundo (Planeta 2024). Mi impresión de que Manolete es un genio se confirmó (desde luego, si es grande, mediano o pequeño, sólo se verá con el tiempo). Y lo que temía a causa de su trayectoria editorial, también. Manuel Vilas, que hasta la publicación de Ordesa se consideraba, como los pícaros de El Buscón, un escritor “muerto de hambre”, de “clase media-baja”, dejó de serlo, pero entró en el ámbito de “la palabra emputecida”, denunciada por Michel Waldberg en su libro La parole putanisée (La Différence, Paris, 2021)[6], ácida critica de Michel Houellebecq, el escritor francés que mejor puede compararse a Manolo por su talento narrativo. Su prosa es flexible y amena, muchas veces divertida. Su islamofobia fascistoide, mucho menos.


 

 

 

         A Waldberg nunca le gustó Houellebecq. Siempre denunció al escritor cínico, escondido detrás del “novelista de éxito”, el potrillo más rentable del establo Gallimard-Flammarion. Y el más prostituido. "Básicamente soy una puta, escribo para recibir aplausos", confiesa en el diario Le Monde del 7 de enero de 2022. Gurdjieff, hablando de la literatura contemporánea, señala en su libro Encuentros con hombres notables que “uno de los principales medios de desarrollo de la inteligencia es la literatura. ¿Pero para qué sirve la literatura de la civilización contemporánea? Absolutamente para nada, salvo para la propagación de la palabra emputecida”. [7]

 

 

 

        Efectivamente, si Ordesa es una narración poética de una gran sinceridad existencial, donde el escritor, sin hacerse ninguna concesión, explora la esencia de los sentimientos de su vida familiar, los textos que siguen enturbian su obra, atrapada por el mecanismo tramposo de la literatura industrial. En mi artículo Revolución en el mundo de la edición literaria  :

 

 



Revolución en el mundo de la edición literaria


  consagro varios párrafos a la situación en España, donde fui editado por Montesinos Editor (Quimera) en los años 80 (El Bautismo, El Sueño) bajo el pseudónimo “Juan Almendro".[8]

 

 

 

                                                                                

                      

         Pero sobre todo me intereso en los propietarios de las Ediciones Planeta, los Señores Lara, en particular en el Señor Lara Bosch, Moby Dick II, editor singularmente obeso y gran devorador de novelistas y de pequeños editores, en nada distinto del fundador de Planeta, Moby Dick I, y de los otros ejemplares de la manada, franquistas de armas tomar. “No he tenido que hacer muchas putadas porque mi padre ya las hizo casi todas”, decía con arrogancia Moby Dick II sobre su progenitor, Moby Dick I, quien fuera capitán de la Legión golpista, seguidor del general Yagüe, famoso por su crueldad (miles de civiles fusilados en las calles sin ninguna piedad durante la Guerra Civil).

  
       Alegría, libro finalista del premio Planeta en 2019, prolonga aún la estela poética de Ordesa pero, hecho curioso, el jurado que vela por el cumplimiento de los deseos de Moby Dick I y Moby Dick II (hoy día desaparecido, víctima de un cáncer del páncreas que le hizo perder decenas de kilos transformándolo de insaciable cachalote en inofensivo pejerrey) no le otorgó la recompensa suprema de 601.000 euros, probablemente prometida al diestro para convencerle de abandonar la plaza madrileña de Alfaguara. Los cientos de miles de euretes cayeron en los bolsillos de un novelilIero venido de Extremadura, mal discípulo del novelista chileno Roberto Bolaño, pero buen turiferario de su souteneur en la RAE, Viagras Llosa (“el Pichulas”, le denomina, burlón e insolente, Manolete, contento de haber encontrado en la obra del novelista peruano un sinónimo de la abusada y muy manoseada “polla” española).[9] Sin embargo, al contrario del diestro aragonés, algo ingenuo, el galardonado extremeño tuvo la astucia de utilizar una de las recetas favoritas de la casa : “Para comenzar, ponga usté un asesinato adobado de misterio; para continuar, agregue usté un detective no muy tonto, ojalá escogido entre los sabuesos que se venden en el mercado de los thrillers y los polars; el sabueso, moviendo la cola, se encargará de dilucidar el misterio en cuestión, dejando en claro quiénes son los buenos y quiénes son los malos en nuestra sociedad ultra-liberal. Eche usté disimuladamente una cucharada sopera de anti-comunismo y una pizca de filosofía existencial antes de servir. Acompañe con cocacola”. Demás está decir que toda tentativa vanguardista está rigurosamente excluida del premio Planeta, según lo advierte, sin ninguna sutileza, el reglamento :
 
“...manifestación expresa del carácter original e inédito de la obra que se presenta, de que su creación no es resultado de la utilización de sistemas,herramientas o técnicas derivadas o vinculadas con la Inteligencia Artificial, así como que no es copia ni modificación, total o parcial, de ninguna otra obra propia o ajena.
 
         Dicho de modo más científico, además de ignorar el aporte de los últimos avances tecnológicos de la escritura electrónica, el reglamento ignora y excluye la intertextualidad, mecanismo axial de la narrativa de vanguardia definido por Julia Kristeva, Roland Barthes y Tzvetan Todorov en los años 60-70. El reglamento de Planeta pretende tal vez alejar el espectro del plagio, forma inferior de la intertextualidad, practicada desvergonzadamente por el “Immortel” Vargas Llosa (Q.E.P.D.) [10] pero en el fondo protege a la novela en cuanto género narrativo viejo de varios siglos, estéticamente seco, aunque comercialmente todavía muy jugoso.
 
         Manolete, desilusionado tras perder el premio en 2019 frente a un desmañado “segunda espada” a causa de algo que olía a traición (condimento habitual en los restaurantes del establishment literario-editorial donde se deciden los premios) fue oportunamente tranquilizado y mimado por su nueva esposa, Mo, “spanish novelist” profesora de “spanish creative writing” para estudiantes de “hispanic origin” en la universidad de Iowa City (extravagant, really). La profesora, además de prohibirle beber, le hizo aceptar que debía ser paciente y esperar con humildad su turno. Ella recibiría en cambio inmediatamente su propia recompensa, los 18.000 euros del premio Nadal proporcionados por Destino Editores, casa secundaria entre las múltiples propiedades de los descendientes de Moby Dick I. No obstante su novela, El mapa de los afectos, que transcurre casi enteramente en el Middle West con personajes nacidos en el lugar, pero que hablan el castellano como los sheriffs, los sioux y los apaches de las películas de cow-boys dobladas al español, no tiene más valor estético que el de los comics, especialidad de Mo, Philosophal Doctor en general, hecho que asombra a Manolete (modesto licenciado en filología). La prosa de la novela premiada es desnaturalizada lingüísticamente desde el principio del texto. Los personajes estadounidenses hablan en la lengua materna de la autora-narradora-protagonista, madrileña de culo y de corazón, monolingüismo derivado, por inercia, del monolingüismo propio de la novela ordinaria, defecto que debilita penosamente su verosimilitud. La estructura de la novela es desequilibrada y confusa. El asesinato novelesco de rigor (feminicidio a la Bolaño, en este caso) no logra reemplazar la ausencia de suspenso. El mapa de los afectos, en cuanto “fiction morte exemplaire” (diría Frédérick Tristan), sólo sirve para injertar un discurso feminista / machista ambiguo y oportunista. A todas luces, Manolete no consiguió ayudar a su new wife con la habilidad de su genio. Uno puede preguntarse por las razones del premio Nadal. La respuesta es evidente : el jurado, alentado y empujado por el Comisario de Planeta SA, admirador del papá de Mo (José Merino, Magnífico Académico de la Real Academia Española, cuya inmortalidad aún no está confirmada por los Immortels de la Académie Française), no otorgó el dinero a la novela por razones de calidad estética (medio baja o baja), sino como genuflexión ante la cultura estadounidense de los litterary workshops. Comercialmente muy rentables.

       De poco sirvió a Manolete esgrimir su prosa poética y presentar a su nuevo editor Los besos, novela reglamentaria desde un punto de vista retórico (personajes ficticios, suspenso, desenlace, Covid de telón de fondo, coqueteos intertextuales con el Quijote ) que probaba su habilidad novelesca, en nada inferior a la de cualquier ganador del premio. Tampoco esta vez le dieron los 601.000 euretes. ¿Motivo? Difícil de explicar. El coqueteo intertextual con Cervantes (la intertextualidad, decíamos, es ignorada por el jurado, por lo habitual senil, con o sin quevedos, siempre vigilado estrechamente por un Comisario de la empresa) no basta para explicar el hecho. El obstáculo es también ideológico. Según se sabe, nadie puede ganar el premio Planeta si no es novelista de derechas. Salvo rarísima excepción. Antonio Skármeta, escritor chileno partidario de Salvador Allende, ha sido una de esas excepciones. Obtuvo el dinero gracias al prestigio mundial del heroico presidente de Chile, prestigio comercialmente explotable para los editores que supieron rentabilizarlo. Ese prestigio lo ha aprovechado también Isabel Allende, novelista sinvergüenza encantada de que la tomen por la hija homónima de Salvador Allende, auténtica heroína que permaneció junto a su padre el día del golpe de Estado. [11]

 
 

 

Entrevista con David WALLACE


         Ser de derechas es un requisito que Manolete cumple pese a estar inscrito, desde su época de profesor de secundaria, en el sindicato CC.OO. Pero él es anarquista de derechas, aunque no se lo crea y sugiera que es anarquista de izquierdas, “ex-marxista-desilusionado-del-comunismo”, fórmula utilizada por Vargas Llosa para desprestigiar al socialismo. Y un anarquista, de cualquier tinte que sea, es siempre imprevisible y peligroso. Moby Dick y sus herederos lo saben. Manolete se complace en ridiculizar a los gobernantes socialistas de la España de hoy, dejando intacta a la extrema derecha y a la derecha extrema que atacan suciamente a la democracia post-franquista. El problema es que también le gusta “meterse” con la monarquía, algo que no conviene a Planeta SA. Moby Dick I consiguió seducir a Juan Carlos I para que la Casa Real apoyara a la suya y los reyes participaran en los grandes aniversarios y ceremonias de la multimillonaria empresa. Creyendo pasar a la historia en cuanto “Rey de la Literatura y de las Artes”, superior a Alfonso X el Sabio, el agradecido monarca ennobleció a Moby Dick I con el título de Marqués del Pedroso. Faltar el respeto a los monarcas es mal asunto.
 
         Podemos suponer, novelescamente, que tras el relativo silencio que acogió Los besos, Manolete, asesorado por su fresh wife, aprendió la lección. En Nosotros los lectores lo sabrán todo acerca de los relojes de marca que convienen o no según el escalafón social, sobre las veloces y confortables limusinas francesas, alemanas o italianas, la ropa más cara, los hoteles cinco estrellas, las mejores playas del Mediterráneo (hay un breve rappel “progre” sobre los cadáveres de los migrantes náufragos), los restaurantes de calidad, los champagnes, los whiskys y los vinos recomendables antes o después de los coitos de la protagonista, viuda ninfómana (y bisexual cuando es necesario), que enloquece de placer/dolor durante los orgasmos provocados por el ayuntamiento carnal a través de los distintos orificios ofrecidos por la Naturaleza. Y como horizonte tendence, una cierta tonalidad feminista en defensa de la emancipación de la mujer, autorizada a fornicar (pisoteando con sus tacos aguja las prohibiciones impuestas por la Iglesia y el Opus Dei), con quién quiera, cuándo quiera y cómo quiera...si tiene la suerte de ser rica y pertenecer a las clases más favorecidas (clase media-alta, empalmándose dentro de lo posible con la clase-alta). Manolete, inspirándose de Neruda (a quien admira), hubiera podido titular Nosotros, “Oda al dinero”. Por mi parte, entre todas las maravillosas odas compuestas por el poeta chileno, doy mi preferencia a la Oda a la cebolla. Fenómeno notable: estas peripecias novelescas son contadas con la maestría poética propia de Manolete, mezclada con sus reflexiones sobre la vida y la muerte, manoletinas dignas de aplausos. Agreguemos la coherencia estética del texto lograda gracias a la utilización (no reglamentaria) de la intertextualidad con el bellísimo soneto de Quevedo, “Amor constante, más allá de la muerte. Polvo serán, mas polvo enamorado”, canta el último verso. ¿Polvo enamorado? Palabra emputecida es lo que nos ofrece lamentablemente Manolete, ataviado con su más reluciente traje de novelista.
 
         Pese a sus esfuerzos, Manolete no obtuvo el reconocimiento de Moby Dick SA y los 601.000 euretes (aumentados recientemente por Moby Dick SA a 1.000.000 de euros para superar, por fin, al premio Nóbel). Quizás a causa de la intertextualidad con Quevedo o por el exceso de sex toys y coitos gelatinosos estilo porn hub de la protagonista (un poquitín de mal gusto para los lectores católicos de Planeta Ediciones), el diestro sería, una vez más, obligado a pacientar. Mo, la divorced second wife (la primera esposa, modesta pueblerina aragonesa y madre abnegada de los dos hijos de Manolete, sólo contaba los euros y las lágrimas del divorcio) se encargó de calmarlo y convencerlo de que no pasaba nada grave. El no tenía más que seguir el ejemplo que le daba ella. Es decir, aceptar, según las reglas a la Clausevitz de la estrategia de guerra editorial, ganar primero el premio Nadal otorgado por Destino ( 30.000 euros a partir de 2023) y dejar de lado toda veleidad intertextual vanguardista. Moby Dick S.A. podría así poner a prueba el verdadero valor de Manolete antes de ofrecerle el rabo y las orejas deseados. Nada más razonable. Una empresa comercial es una empresa comercial, se ocupe de libros, de tauromaquia o de la venta de ropa usada. Cierto, la bolsa del premio Nadal es de poca cuantía : sólo mezquinos 30.000 euros. No obstante, si a esos 30.000 euretes se suman los 18.000 otorgados a Mo en 2020, se llega a la coqueta suma de 48.000 euros para la pareja de divorciados recién casados. No está mal, aunque lejos, muy lejos de los 601.000 del Gran Premio Planetario... pero mil veces superiores a los 60 dólares mensuales a los que aspiraba humildemente Fernando Pessoa. “60 dólares y ni uno solo más”, pedía como salario el divino poeta portugués, uno de los arquetipos más admirados por Manuel Vilas.
 
         Manolete embolsó sin protestar los 30.000 euros del premio Nadal, aunque no muy satisfecho. Había quedado “con sangre en el ojo”. Decidió entonces escribir un libro al que sería imposible negarle el premio Planeta, el premio Cervantes e incluso el premio Nóbel : El mejor libro del mundo. Nada más, nada menos. Uno puede preguntarse por qué su Dulcinea from Iowa City, previendo la reacción de los novelistas, todos convencidos (ella también) de haber escrito antes que Manolete el mejor libro del mundo, no intentó disuadirlo de cacarear de un modo tan provocador y pueril. No sólo porque su nueva faena no corresponde casi en nada a una novela propiamente tal (retóricamente se trata de un complicado texto autobiográfico, al modo de Ordesa), sino por contener algunos errores tácticos fatales para quien pretende ganar un premio literario en España. Manolete se burla del presidente socialista, a quien apoda “Egolo Narciso Sánchez”, algo que en el contexto político de la España de hoy (2025) es bastante favorable (la prensa saca a la momia de Franco del congelador cuando conviene, al igual que durante su siniestra agonía), pero se mofa una vez más de la familia real, en particular de la Infanta Leonor de Todos los Santos, quien no sería más que una triste prisionera de su propio rango. La hija mayor de Felipe VI y de la reina Letizia (“plebeya comunista”, según la extrema derecha), no tendría ni siquiera, entre otras prohibiciones, el derecho a fumar un porro o a imaginar su futuro como actriz porno. Es lo que se aventura a insinuar temerariamente Manolete Vilas con una muletilla arriesgadísima. “En mala hora”, diría consternado Gabriel García Márquez, gran aficionado a los toros y a los premios literarios. “¡Santo Dios de la Cruz de San Andrés!”, se persignaría Camilo José Cela, el Nóbel ateo que hizo de Franco su dios personal. Manolete, diestro con el acero de su pluma (Parker 51, de colección, muy cara), es algo torpe al colocar sus bombas anarquistas (Quevedo con sus libelos contra Felipe IV tampoco lo hacía mejor). Si Moby Dick SA no puede, por simple cortesía, dar un millón de euros a un escritor que ofende a los reales invitados de la ceremonia de su Gran Recompensa, la adjudicación a Manolo del premio Cervantes, celebrado por Felipe VI, la reina Letizia y las infantas Sofía y Leonor con un banquete en el palacio real, parece imposible. A Manolete, si no quiere morir de hambre, no le queda más alternativa que ganar el premio Nóbel, tenga o no buenos padrinos.
 
            El mejor libro del mundo quizás no es el mejor libro del mundo (antes están todos los libros del Pichulas Vargas Llosa, protestarán escandalizados sus acólitos de Alfaguara, Juan Cruz y Cía Limitada), pero es probablemente el libro más útil del mundo. Manuel Vilas, sin habérselo propuesto de modo consciente, va a describir en filigrana la realidad inverosímil del éxito édito-literario en nuestra época. Un breve ejemplo, extraído de El mejor libro del mundo: “Me meto en una caseta de la Feria del Libro de Madrid y espero a que vengan los lectores. Inexplicablemente, vienen. Como escritor, eres los lectores que vienen. Hay escritores que tienen colas abultadísimas, gente que los espera con ansia. Yo no tengo colas. Tengo goteo. De vez en cuando me quedo de brazos cruzados y entonces me angustio porque toda mi vida en este instante depende de que vengan los lectores y se marche la sensación de fracaso”. Manolo Vilas podría precisar “Como escritor eres los libros que vendes”. Kafka y Pessoa murieron sin haber tenido más lectores que sus amigos y sin haber vendido (como Van Gogh sus cuadros) ni un solo ejemplar. Polvo serán, mas ellos no emputecieron.
 
            Yo no estaba al lado de Manolete en la Feria de la cual habla, pero me ha ocurrido asistir a sucesos parecidos junto a otros escritores. Fréderick Tristan fue invitado a Barcelona por Mauricio Wacquez, el director literario de Versal, su editor español. A todo lujo : avion first class, hotel cinco estrellas, conferencias de prensa, radio y televisión, mejores restaurantes, etc. Y, lo más importante para los propietarios de Versal, la firma de ejemplares de su novela Los extraviados en los grandes almacenes El Corte Inglés, Plaza Cataluña.
 
               Lo que vi me dio vergüenza:
 
              Frédérick Tristan, inspirador de la Nouvelle Fiction Française, alto dignatario masónico, cargado de honores y prestigio, sentado frente a una mesa de plástico en la escalinata de acceso de los almacenes con una pila de ejemplares de su obra galardonada con el premio Goncourt, esperando que alguien viniera a comprar su libro. Nadie venía. Un vendedor ambulante, aprovechando la circunstancia, se instaló con sus chucherías unos pocos escalones más abajo que el gran escritor. Frédérick, pleno de humanidad y modestia, le sonrió. Al vendedor ambulante le iba mejor que a él hasta que un empleado de El Corte Inglés vino para expulsar al intruso. Se acercaron algunos compradores, poquísimos, para pedirle que les dedicara su obra. Mauricio Wacquez, enterado de la situación, se precipitó para poner fin a la tortura humillante del novelista.
 
            Pues bien, esta escena kafkiana es la que se repite, con más o menos compradores, en todas les ferias del libro. El escritor es una especie de representante comercial del editor. En el mejor de los casos, podría comparárselo a un empleado encargado de hacer la propaganda de la empresa, pero su actividad mercantil no difiere esencialmente del trabajo de un vendedor de frutas y verduras en un mercadillo. Manolete es consciente de esta situación en la cual el escritor es transformado en simple burócrata subalterno de una empresa que le impone, directa o indirectamente, vender su produción de mercancías. Pero la acepta sin chistar : un euro es un euro. Seguro, la venta en las ferias es puramente publicitaria, anecdótica en relación a la venta en librerías. Lo mismo puede decirse de las entrevistas radiales o televisadas, mercadillos mediáticos traicioneros y agotadores para el escritor, a quien se impone un desgaste intelectual y emocional comparable al enfrentamiento con una comisión de examinadores. Por su lado, el empresario favorecerá la actividad del vendedor en la medida en que éste incremente sus ganancias. Pondrá a su disposición el transporte, el alojamiento y las comidas, tomando en cuenta el número eventual de ejemplares que haya podido o podrá vender. Nada más justo en nuestro mundo regido por las leyes del mercado.
 
          Manolete se felicita de la enseñanza que le dejó su padre, humilde vendedor de telas y tejidos fabricados por las empresas textiles de Aragón, quien iba de provincia en provincia en un viejo Seat ofreciendo su mercadería a sastres y tenderos . Gracias a eso la familia, que lo veía poco a causa de sus giras provinciales, podía comer. Manolete, escritor de clase media-baja cayendo para clase baja, próxima al campesinado sin tierras y al proletariado sin trabajo, nunca fue “un muerto de hambre” como los pícaros de Quevedo. Su papá siempre ganó el dinero necesario para pagar las tortillas de patatas que cocinaba su mamá (las mejores de Aragón, es decir, las mejores tortillas de patatas del mundo, joder). Por eso, siendo ateo, los divinizó a ambos siguiendo la ley de la naturaleza humana : el que no cree en Dios, tiene que inventarse uno (Hitler, Stalin, Zidane, Trump, Messi, Putin, Franco, el mismísimo Papa y muchos otros) o autodivinizarse (Viagras Llosa, Q.E.P.D). El padre de Manolete, que se levantaba a las seis de la mañana cuando salía de gira, le mostró lo que es ser un representante comercial, amable y bien vestido, aunque no consiguió dejarle muy en claro lo que es la dignidad, tal vez superflua en lo que concierne la venta de tejidos. Tratándose de la venta de libros, en especial si se trata de los propios libros del escritor, la dignidad es sin duda recomendable.
 
           En una conmovedora entrevista publicada el 17 de septiembre de 2024 por el diario El País el día del lanzamiento simultáneo de El mejor libro del mundo y de Los Intimos, novela de Marta Sanz, ambos novelistas dan algunas luces sobre su condición de best-sellers. Cualquier lector, en especial los pretendientes a ser novelistas famosos y ricos, podría imaginar que los entrevistados están felices por el hecho de aparecer fotografiados en la portada de Babelia y anunciar que sus libros son los mejores del mundo. Manolete y Marta (valerosa rejoneadora madrileña), sin ser amigos íntimos (ella, 57 años, beaux restes; él, 62, con problemas confesados de disfunción eréctil, no dan la impresión de mantener relaciones sexuales) comparten las mismas penas : ir arrastrándose de pueblo en pueblo, de feria en feria, de cadena radial en cadena tv para promocionar sus libros editados por los mejores editores del mundo. Marta Sanz declara que se siente “cansada de no poder dejar los caminos, ese ir y venir de un pueblo a otro, ese enlazar charlas, clubes de lectura, festivales. Eso de no parar. Nunca parar”. Es más o menos lo mismo que decía Manolete cuando hablaba de su vida de torero : “... La existencia que llevamos es muy triste, aunque el público crea lo contrario. La vida que hacemos es peor que la de los anacoretas; no sacamos de ella ningún jugo; de un lado para otro, sin descansar en ninguna parte, cargados de angustia, llevando a cuestas la vergüenza de las tardes malas...” A Marta no le va muy bien con las ventas (se queja de que a veces pasan meses sin que recupere algún eurete) y a Manolete le gustaría tener una cifra de ventas como la del Pichulas (R.I.P.). De literatura apenas se habla, pese a la longitud abstrusa de la entrevista.
 
           Nosotros sí hablamos de literatura con Manolo Vilas. Fue en Zaragoza, en uno de esos encuentros cuando presenté a Emilie Tardivel. Habíamos salido de un bar de tapas y caminábamos con toda la cuadrilla de jóvenes escritores conducida por Giménez Corbatón. Poco a poco Manolete y yo nos habíamos distanciado del grupo charlando sobre mi tocayo Roberto Bolaño, con quien me había cruzado poco antes de su muerte. Aquello ocurrió durante la presentación de mi intertexto La Guérison en la Maison de l’Amérique Latine en París, donde a su vez él presentaba Nocturne du Chili y anunciaba la traducción francesa de su novela Detectives Salvajes. Bolaño me habló de su obra aún no terminada, 2666, novela considerada hoy día por la crítica novelera francesa y mundial comotop du top”, por encima de las novelas de Roth, Auster, Houellebecq y la de cualquier novelista premio Nóbel. Le regalé un ejemplar de La Guérison, publicada poco antes por las Editions de la Différence, precisándole que era el quinto tomo de una pentalogía multilingüe, Les Phases de la Guérison, acompañada de un glosario aconsejado por Michel Butor, De l’éloquence en langue d’oïl. El multilingüismo, pero sobre todo la palabra “pentalogía”, parecieron impresionarlo. En ese momento 2666 era un conglomerado de varias novelas independientes. Fue después de su muerte que 2666 apareció en cuanto pentalogía, según los últimos deseos de Bolaño...pero en un solo tomo de mil páginas, más fácil de manipular y vender de acuerdo a los deseos de los editores. Es lo que le conté a Manolo, quien por su parte me confirmó su admiración por un escritor fascinado por el Mal, fascinación en la cual veía el origen poético de la obra del novelista chileno. Interesarse poéticamente en el Mal, nada mejor. El Bien es aburrido, carece de poesía, me aseguró en substancia Manolete. “¿Y Dante?”, me acuerdo que casi grité. Dante se interesa profundamente en el Mal, según lo describe en el Inferno. Pero luego señala en el Purgatorio el camino para salir del Mal y alcanzar el Bien en el Paradiso. El Bien puede ser aun más poético que el Mal, creo que le dije. Por desgracia Manolete no había leído en ese entonces la Divina Comedia. Y tampoco la Vita Nuova, autobiografía juvenil y poética de una exquisita dulzura, en la cual Dante cruza prosa y poesía (“la poesía como explicación, la explicación como poesía”, comentarían siglos más tarde Lautréamont y los surrealistas). Manolo, para escribir sus relatos autobiográficos hubiera ganado en claridad retórica si hubiera tenido en cuenta la Vita Nuova, “nueva vida” precursora de las más osadas tentativas vanguardistas de hoy. Roland Barthes se apoyó en ella en su último seminario en el Collège de France, interrumpido por su muerte brutal en un accidente de tráfico. “Dante es un pelmazo a quien no lee nadie”, asegura Manolete en El mejor libro del mundo. Siguiendo su lógica lingüística, el italiano no existiría en cuanto lengua fundamental de la poesía de Occidente. Luego parece cambiar de opinión, girando sobre sí mismo y realizando una suerte de vistosa verónica (media verónica o chicuelina, llamemos así a sus giros y cambios de postura intelectual, pases en los cuales también destaca) : “Me gusta mucho Dante porque todo en él es extremo, pasional, intenso, insoportable”, sostiene hábilmente manifestando su entusiasmo por el genio florentino, antes de girar en sentido opuesto y afirmar, con igual destreza : “No sé qué hace en la historia de la literatura universal el pelmazo dramático y dantesco de Dante; pienso que lo que hace es estar, porque leerlo no lo lee nadie”. Salvo él, quizás traducido al viejo aragonés de Barbastro, porque en italiano, seguro, no lo ha leído ni lo leerá jamás.
 
           Comprendí que una de las debilidades de Manolo es su cultura, muy rica en torno al rock (Dylan, Lou Reed, Chuck Berry, Elvis Presley, etc. ), pero algo pobre en lo que concierne a la literatura propiamente tal. Ser monolingüe en una Europa multilingüe, no le ayuda. Y sin embargo Cervantes, uno de sus referentes intertextuales habituales, en Los trabajos de Persiles y Sigismunda valora el multilingüismo europeo, dejando abierta la puerta a una evolución multicultural y multilingüe de la literatura y a la desaparición de la novela como género narrativo axial de nuestra civilización. Manolete confiesa que sólo habla correctamente el castellano, pero se queja de que le consideren, pese a las traducciones negociadas a sus espaldas por los editores del International Establishment SA, como un mero “escritor español”. Parece confundir en una sola entidad indisociable nacionalidad y lengua. ¡Burda manoletada! La verdadera “nacionalidad” de un escritor no corresponde necesariamente al terruño donde nació por azar, depende también de la lengua en la que escribe por decisión voluntaria, consciente. Pessoa asegura en el Libro do Dessasosego que su verdadera patria no es Portugal, sino la lengua portuguesa...aunque escribió tanto en portugués como en inglés, su lengua de infancia en Africa del Sur.[12] Semprún nació en España, pero escribió en francés. Nathalie Sarraute nació en Rusia, pero también escribió en francés. Kundera comenzó escribiendo en checo y terminó escribiendo en francés. Kafka nació en Checoslovaquia, pero escribió en alemán. Etc. Sin duda, un escritor puede escribir por puro esnobismo en una lengua considerada como “mejor” que su lengua natal. Pero escribir y leer en otra lengua que la materna puede obedecer a motivos profundamente genuinos desde un punto de vista existencial y estético. Personalmente, para mi tentativa antinovelesca fue imprescindible, por honestidad intelectual, analizar los textos de los surrealistas, de los “nouveaux-romanciers”, la novela Tel Quel, Oulipo, la Nouvelle Fiction y explorar detalladamente la Recherche proustiana en la lengua de origen y no en traducciones opacas y cuestionables (una traducción siempre será la transcripción de la lectura de la obra original realizada por el traductor). Los grandes movimientos vanguardistas del siglo 20, después de los formalistas rusos, son franceses. Por ello escogí escribir en francés, aunque sin abandonar mi escritura en castellano. Me da lo mismo que se me considere escritor chileno o francés (La Guérison incluye cinco lenguas). A Manolete, decía, no le gusta que lo reduzcan en el mercado internacional a ser un “spanish writer”, tanto más cuanto esa etiqueta tiene un ligero sabor a racismo cultural. Mo, “spanish novelist”, lo experimentó sin duda en Iowa City, donde, dicho sea de paso, el destino me llevó a conocer el Litterary Workshop en los comienzos de mi vida de escritor. Más de una vez presencié actos de racismo anti-hispánicos en los bares de la pequeña ciudad (White Anglo-Saxon Majority) donde negros y mejicanos y latinos en general eran mal vistos.









                                                                                                                                                                  Universidad de Iowa City




        Debo precisar que había llegado hasta el Workshop invitado a través de mi amigo Juan-Agustín Palazuelos, becario de la Ford Foundation. Fui recibido gentilmente por el Director, el poeta Paul Engle y su amable compañera, la escritora china Nieh Hualing. En principio venía desde mi solitario refugio de escritor en Jávea sólo para pasar las fiestas de fin año en Iowa City. En algún momento se me ofreció prolongar mi estadía como un becario oficial. Rechacé tanta amabilidad cuando vi que beber bourbon de Kentucky (excelente) era la actividad central del taller literario, detrás de la cual se ocultaba una bonita trampa ideológica : el objetivo del Workshop, al invitar generosamente cada año a 50 jóvenes escritores venidos del mundo entero mediante un programa afinado en Washington por la comisión de cultura presidida por Nixon y Paul Engle, consistía en ganar la simpatía de las nuevas generaciones de intelectuales para consolidar el imperio cultural estadounidense. Preferí volver a mi "spanish creative solitude"  en Jávea.



 

 

 Jávea 1968 (Alicante / Valencia)

 

        
        La debilidad de la cultura de Manolete (su admirado y sofisticado Javier Marías, so british, la habría tildado de “cultura media baja”) le impide ver la debilidad de la novela en cuanto género narrativo perimido y concebir globalmente su propia obra de un modo armonioso, sin caer en contradicciones que hacen de sus manoletinas gestos superficiales, insuficientes para componer un auténtico pensamiento literario como lo es, por ejemplo, la pensée expuesta en la Recherche (“une démonstration”, la llamaba Marcel Proust). No le gusta Dostoievsky, a quien menosprecia por su pretendida “solemnidad”. Su desdén le cierrra el paso a una comprensión adecuada de la polifonía novelesca desarrollada por el escritor ruso y también a su propio manejo de la monofonía poética inspirada de Neruda o de la pseudo monofonía heteronómica de Pessoa. Conoce mal a Joyce, cuyo Ulysses, obra maestra de la intertextualidad, pudo facilitarle un juego intertextual más fértil y eficaz con Quevedo. Pese sus carencias (o quizás, gracias a ellas), Manolo Vilas desborda a menudo estéticamente los límites de la novela convencional pasando a ser escritor de vanguardia...sin darse cuenta. Sus mejores libros no son novelas. Por eso su empeño en presentarse a concursos espurios como los de Planeta o Alfaguara o Herralde, etc., es un contrasentido risible. Empeño que también explica el desencanto de sus lectores “noveleros”, lectores pasivos que a causa de una educación literaria deficiente están siempre en búsqueda de la ficción, de las anécdotas, de personajes imaginarios, de suspenso, de amoríos, es decir, de la literatura como diversión. “Leyendo una novela no se aprende nada. Una novela sólo debe divertir”, pontifica el emputecido novelista argentino César Aira, aspirante (por autodesignación anual) al premio Nóbel o a cualquier premio. Manolete tiene muchos rivales, en su mayoría segundas y terceras espadas que lidian en los ruedos de la novelería hispánica, secundados por banderilleros y picadores detestables. El picador más pesado en kilos (y en inteligencia) es su cuasitocayo, el metanovelista Vila-Matas, delator en su juventud de la corrupción editorial y, en su vejez, oblicuo publicitario de Moby Dick SA, con la mirada puesta de reojo en el millón de euros del premio Planeta. Anda tú a saber…
 
         A Manolete no le disgusta ser vendedor ambulante de los editores si le pagan buenos hoteles, buenas comidas y viajes en aviones que no se caen. Parecería que su vida, tal como la cuenta, consiste en mudarse de albergue en albergue y escribir en un computador portátil a lo largo de sus itinerarios. Es un viajante comercial como su papá, pero en un nivel superior : no es lo mismo comer y alojarse en una fonda, que comer y dormir en un hotel cinco estrellas. El buffet libre es inagotable y las camas vastas como un campo de fútbol. Es el sueño paradisíaco de todo vago sin techo. Manolo Vilas es un SDF (sans domicile fixe) de lujo... aunque dependiente de Moby Dick SA para pagar sus facturas. Desde luego, en apariencia la libertad del escritor es total. En realidad, no tiene ninguna. Porque si las ventas son nulas y Moby Dick se enfada, no hay Capitán Achab ni Gregory Peck que valga, por fuerte o guapo que sea. (Manolete está convencido de ser guapo, mucho más guapo que Egolo Narciso. “No es verdad, no es verdad”, podrían reír las infantas y la reina Letizia, que reciben encantadas a Pedro Sánchez en los salones del palacio real, donde ya no invitan a Manuel Vilas por escribir tonterías sobre ellas. Tal vez por eso Manolo, guapo muy vanidoso, detesta a Pedro Sánchez, y no sólo porque el presidente del gobierno sea socialista.)
 
            Fernando Pessoa, decía, a propósito de la libertad :
 
         La libertad es la posibilidad de mantenerse aislado. Eres libre si puedes apartarte de los hombres, sin que te obligue a recurrir a ellos la falta de dinero, o la necesidad gregaria, o el amor, o la gloria, o la curiosidad, cosas que ni del silencio ni de la soledad pueden alimentarse. Si te resulta imposible vivir solo, es que naciste esclavo. Puedes poseer todas las grandezas del espíritu, todas las del alma; serás un esclavo noble, o un siervo inteligente, pero no serás libre.

           La creación literaria exige la libertad. ¿Pero de qué libertad puede jactarse Manuel Vilas cuando sale angustiado de su habitación de SDF de luxe en el hotel mil estrellas pagado por su editor para visitar (“por iniciativa propia”, claro está) las librerías del lugar y constatar si sus novelas son convenientemente exhibidas y, por supuesto, anotar el número de ejemplares vendidos? Al fin de cuentas, era más libre y mucho más digno como simple profesor de letras en los liceos de Aragón.

         
   ¿Qué pensarían de todo esto Kafka y Pessoa, maestros alabados (pero no seguidos éticamente en la práctica concreta de su vida de escritor) por Manolete? Es bien sabido que ambos fueron apenas publicados en vida. Y sin ningún reconocimiento más allá de un pequeño círculo de amigos. Ni Pessoa ni Kafka vendieron libros en una feria a cuenta de los editores. Se habrían sentido horriblemente humillados. Cada uno su personalidad, podría argumentar Manolete, a quien a todas luces le encanta desplazarse de plaza en plaza, de venta en venta y recibir los aplausos directos de una cola de lectores.  

    
         La comparación entre novelería y tauromaquia no da para mucho más. Tal vez para comparar el coraje existencial del novelista y el del torero. El novelista, en particular el novelista de hoy, es a menudo un cobardillo que se esconde detrás de sus ficciones para justificar sus mentiras y traiciones (Jorge Edwards, otro premio Cervantes chileno y también Planeta SA, es un maestro de la traición novelera : en sus libros denigra a sus amigos tras haberse aprovechado de ellos y haberlos sepultado, como a Mauricio Wacquez, Enrique Lihn o Pablo Neruda). El torero es un valiente que no le teme a la muerte. Incluso puede llamarla provocando al toro con una muletilla suicida que pondrá fin a su propio sufrimiento humano. Es lo que hizo Manolete. ¿Cómo comprender que un torero reconocido por la rapidez fulgurante de sus gestos, en su última faena se demorara inexplicablemente al hundir la espada en la cruz del animal, dando así a Islero, miura gordo de 700 kilos, el tiempo necesario para cornear y matar al más fino y noble de sus adversarios ? ¿Pensaba en su amante, la preciosa Lupe Sino (“la serpiente”), a quien todos, incluso su madre, rechazaban dentro de su círculo, llenándole a él de despecho y amargura ?
 
         Manolete Vilas, gran propagandista de la vida y del vitalismo, habla a menudo de su propio suicidio y ha proyectado lanzarse al vacío desde un puente (de preferencia en Chicago, vestido con elegancia, a la moda italiana, cerca del Litterary Workshop de Iowa, lejos, muy lejos de Barbastro, su pueblo natal). Por el momento su suicidio no le conviene a los editores. Antes tiene que ganar el premio Nóbel de literatura o, al menos, el Cervantes.
 
           En todo caso, puede contar con nuestra amistad.
 
                                             **************************
 
 
[1] La Nouvelle Fiction es un movimiento literario que aparece en París en los años 80, inspirado y apoyado por Frédérick Tristan. Básicamente es una respuesta a lo que se llama “las ficciones muertas”, las ficciones estereotipadas y desvitalizadas que inundan no sólo la literatura, sino también el cine, la pintura, la música, etc. Fue lo que me atrajo y me llevó a acercarme al grupo de escritores franceses. Pero mi visión de la ficción como secundaria a la conciencia y de la novela en cuanto género narrativo obsoleto, me mantuvo a distancia de un compromiso más profundo con ellos.
 
 
[2] Varios miembros de Sens Public presentes en el castillo de Valderrobres dieron conferencias sobre el significado de la intertextualidad (Ingeburg Lachaussée, germanista, Maître de conférences de philosophie politique à Sciences Po), de la interpicturalidad (Madeleine Vallette-Fondo, Maître de conférences à l'Université de Paris-Est, Marne-la-Vallée) y de la intermusicalidad (Margarita Celma, doctora en musicología, directora de la Coral Mataranya), mientras que el cineasta Yann Kilborne (Maître de conférences à l’Université Bordeaux-Montaigne) prolongó sus reflexiones hacia el cine. La aparición del Intertexto como nueva forma narrativa post-novelesca no es entonces un fenómeno aislado de otras prácticas artísticas, sino al contrario, forma parte de un movimiento de renovación de la cultura contemporánea en cuyo seno el multiculturalismo, el plurilingüismo y el intercambio de principios estéticos y de técnicas es determinante.
 
 
[3]  La teoría del Intertexto es una tentativa para escapar de la prisión de la novela. Esencialmente, intenta valorizar la conciencia por encima de la ficción, y no dar a la ficción la supremacía sobre la conciencia, característica fundamental de la novela contemporánea.
 
 
[4] Kirittikik”, denominaba a la crítica periodística René Daumal, el autor del célebre Mont Analogue, para quien los “romanciers” son tristes “ruminssiés”. (Articulo sobre Daumal)
 
 
 
[5] Nadie sabe los detalles del hold-up perpetrado por Planeta, que birló al grupo Alfaguara-Prisa-Santillana al apetecible best-seller. “Secreto defensa”, pretenderá la agencia literaria de Manuel Vilas.
 
 
[6] Michel Waldberg (1940-2012) escritor franco-suizo. Pasó su infancia en Nueva York acompañando a sus padres, Isabelle y Patrick Waldberg, artistas judíos en el exilio. Allí conoció a Marcel Duchamp y André Breton, que dejarían una huella importante en su existencia.
 
 
[7]Encuentro con hombres notables” es una de las obras más conocidas de Gurdjieff. Peter Brook realizó una adaptación cinematográfica de envergadura menor, aunque fiel al texto original.
 
 

[8] El Bautismo fue impreso correctamente en México. El Sueño fue publicado en Barcelona sin ser corregido por el editor español. Decenas de errores. Comprendí que para alcanzar mis objetivos vanguardistas tenía que cambiar de editor... y de lengua.

 
[9] Escribiendo este artículo me he enterado de la muerte de Vargas Llosa, quien acaba de morir contra su voluntad, protestando indignado por el desacato infligido a un “Immortel” de la Académie Française. Q.E.P.D. en castellano o R.I.P. en latín, da igual.
 
[10] "La guerra del fin del mundo", plagio de "Os Sertoês", la novela del brasileño Euclides da Cunha, pillaje denunciado por José Saramago, es un claro ejemplo. Y también "La fiesta del Chivo", plagio de "The death of the goat", obra del periodista de Time Magazine, Bernard Diederich quien, al descubrir que Vargas Llosa le había copiado incluso sus errores, intentó llevarlo delante de los tribunales ("unhappily, too expensive"). (Ver el ensayo “Plagio e Intertextualidad”)
 
[11] En una entrevista con David Wallace,  profesor de letras e investigador en el laboratorio de Teoría de la Literatura en la Universidad de Chile, le recuerdo un artículo de El País (27/IX/2009). La novelista declara estar casada “con un pene" (su marido californiano, militar retirado del ejército estadounidense), revela que le gustaría tener piernas menos cortas (o más largas) y, pese a ser casi septuagenaria, confiesa que le encantaría pasar un week-end de enamorados con el galán de cine Antonio Banderas (el diario no comunica cuántos whiskys había tomado la pseudo heroína  y tampoco la opinión de Antonio Banderas sobre su “appel du pied"). Sus editores esperan con ansias que los académicos del rey de Suecia le otorguen el premio Nóbel, broche de coronas suecas que, además, maquillaría definitivamente el "problema Allende" delante de la historia. Su novela “La casa de los espíritus” es utilizada como cortina de humo para ocultar la cortina de sangre de la Moneda, bombardeada por orden directa de Nixon y Kissinger. Los Estados Unidos, agresor disculpado por la novelista, la han recompensado con un Doctorado Honoris Causa de la Harvard University.  Javier Cercas, el novelillero venido de Extremadura (triunfador de Manolete en 2019) que habla en sus entrevistas y artículos periodísticos con docto entusiasmo  del reemplazo eventual de la Historia por la Novela y del historiador por el novelista, podría felicitarla. Y consolarla por sus defectos anatómicos (piernas cortas, cerebro estrecho). 

 
[12] Durante años se consideró un autor de lengua inglesa. Intentó publicar The Mad Fiddler, rechazado hipócritamente por los editores londinenses. Se decidió luego a editar 35 Sonnets y Antinous a cuenta de autor, la autoedición de su época. Sin ningún éxito de ventas, of course.
 
 
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En el Salon du Livre de París, en marzo de 2005, como único adorno del stand de Sens Public, estaba colgada una reproducción en tamaño “poster” de la versión francesa del Manifiesto por una Nueva Literatura?, título punteado a propósito por un signo de interrogación. En el texto podía leerse : “No habrá una nueva literatura, sin una nueva edición”, frase que resume la problemática tal vez central de la literatura contemporánea, en particular de la narrativa y su producto emblemático, la novela...

(Leer el PDF adjunto del Manifiesto)


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El verdadero conocimiento de la mente nos viene de la sabiduría oriental. Sri Aurobindo, autor de finísimos comentarios sobre el Bhagavad Gita, decía que utilizar el psicoanálisis para comprender el psiquismo humano es como servirse de una linterna de bolsillo para iluminar una caverna oscura y sin fondo. En términos de epistemología occidental, podríamos decir, analógicamente, que el psicoanálisis como teoría de la mente no va más lejos que la física de Newton cuando ésta intenta explicar con la mecánica clásica, válida en el mundo de lo sensible, los fenómenos de lo infinitamente grande y de lo infinitamente pequeño, allí donde la teoría de la relatividad y la física cuántica son mucho más esclarecedoras. Carl Jung, el discípulo disidente de Freud, vislumbró (como Schopenhauer y Leibniz) la importancia de la sabiduría "psicológica" acrisolada en Oriente, pero su visión es periférica, lejana de una realidad que no puede ser observada y comprendida a través de los conceptos metafísicos habituales en Occidente. Gurdjieff, que consagró numerosos años a explorar el conocimiento oriental, formuló una psicodinámica revolucionaria (descrita en los Fragmentos de una enseñanza desconocida por su discípulo, el matemático ruso P.D. Ouspensky) que permite entender una gran cantidad de fenómenos psíquicos incomprensibles desde el punto de vista freudiano
.

(Leer en el PDF adjunto, "Freud / Gurdjieff", IV, 2.  Retrato de un Psiquiatra Incinerado)

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Uno de los elementos que permite reconocer un proceso revolucionario es el cambio del centro de gravedad de los eventos en cuestión. En el mundo de la edición, el desarrollo de las nuevas tecnologías electrónicas está cambiando, entre otras cosas, el centro de gravedad de la edición literaria tradicional, especialmente la edición de los manuscritos recientemente creados por los escritores. Recordemos el funcionamiento de algunas editoriales prestigiosas del siglo XX, por ejemplo Gallimard, Flammarion, Grasset, etc . Un autor envía su manuscrito a una de esas editoriales reconocidas por su seriedad. En el mejor de los casos, si el manuscrito no es dejado de lado después de una rápida y, a veces, caprichosa primera revisión, pasa bajo la mirada de un lector « profesional » y luego, si éste cree haber encontrado algún valor literario, pasa bajo la mirada de un segundo y, si no hay acuerdo entre ellos, pasará bajo la mirada de un tercero, proceso que puede durar meses, incluso años. Enseguida, un comité de lectura se reúne para pronunciarse sobre el interés de su publicación, teniendo en cuenta el prestigio del editor, la situación del mercado y el precio de la operación. Nada más sensato en un mundo donde una casa de edición es una empresa como otra y que, como tal, debe tener éxito económico o desaparecer... (continuación del artículo en  el pdf adjunto)

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Los estudios sobre la novela del sabio ruso Mijail Bajtín (1895 - 1975) constituyen, según los especialistas, el análisis más profundo jamás realizado sobre la evolución del género desde su nacimiento en la Antigüedad (según Bajtín) hasta nuestros días. Sin embargo, la potencia del pensamiento de Bajtín y su extraordinaria erudición no le impidieron caer en el proton pseudos que debilita su teoría : la amalgama entre "literatura narrativa" y la forma "novela", forma que no es más que un género de la narrativa conocido como tal sólo a partir del siglo XII. Este proton pseudos (a menudo presente en los inicios de las grandes teorías científicas y filosóficas, casi  a la manera de un testigo oculto de refutabilidad y, por ende, de cientificidad) abre la vía a otra visión de la literatura y a la definición de un nuevo género narrativo post-novelesco -el Intertexto- cuya gestación es directamente tributaria de la revolución cibernética.
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ENTREVISTA CON DAVID WALLACE : 

A propósito de la evolución de la novela como género narrativo.

 

David Wallace, Doctor en literatura, es profesor de « Teoría Literaria y Estética, Departamento de Literatura, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile ». Es autor del libro El Modernismo Arruinado, publicado por Editorial Universitaria.

 

 

Resumen : En el mundo de la literatura, Chile es reconocido sobre todo por sus poetas (Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Nicanor Parra), pero sus novelistas, salvo tal vez  Roberto Bolaño, nunca han alcanzado el mismo nivel de prestigio. Sin embargo, existe una importante lignée de escritores de vanguardia que va de Vicente Huidobro en los años 30 (su obra, muy bien considerada en Francia y en España en esa época, está escrita en parte en francés), hasta Jean Emar,  Juan-Agustín Palazuelos y Mauricio Wacquez durante la segunda mitad del siglo 20. En esta entrevista, el profesor de literatura de la Universidad de Chile -David Wallace- permite vislumbrar a través de sus preguntas  la evolución de la narrativa chilena en particular y de la narrativa hispánica en general, dejando abierto el interrogante sobre la novela como género literario frente a las nuevas tecnologías y a la invención de la escritura electrónica.

 

 

  David Wallace : Conocí El Bautismo1 y El Sueño2 mientras estudiaba la licenciatura en Literatura en la Universidad de Chile y fuimos varios, no muchos sin embargo, los que quedamos deslumbrados por esta otra inscripción, suya mediante, en la antinovela chilena que, en mi caso, ubiqué genealógicamente en Juan Emar.3 Con todo, los nombres Roberto Gac y Juan Almendro son prácticamente desconocidos por la crítica y la academia chilena. Esto puede explicarse, entre otras causas, por su exilio y por la decisión de publicar principalmente en francés. A pesar de que sólo el año pasado haya aparecido una tesis sobre El Bautismo (a treinta años de su edición y dirigida por mí) y que recientemente fuera publicado su prólogo a las rediciones de Juan-Agustín Palazuelos 4 (Editorial Cuneta, 2014), ¿qué razones cree que explican la escasa recepción de su extensa obra? 

Roberto Gac : Creo que la causa principal ha sido mi objetivo -explícito desde el comienzo de mi trabajo como escritor- de ir más allá de la novela en cuanto género literario, modalidad narrativa  predominante y  arraigada en la sociedad y en la mente humana desde hace, al menos, varios siglos. Agreguemos el hecho de que en nuestra época la novela es la viga maestra de la industria editorial. Todo lo que amenace el negocio literario es lógicamente rechazado y denigrado por los editores y sus acólitos: críticos, distribuidores, libreros y por la prensa en general.  Es comprensible, como estipula el dicho, que nadie quiera cortar la rama del árbol en la cual uno está sentado. Los surrealistas denunciaron la novela como una forma caduca e inferior de la narrativa, pero esta denuncia -como lo harían más tarde los escritores del Nouveau Roman y del Roman Tel Quel- era esencialmente estética. Por eso captaron -tras un período inicial de rechazo- una cierta atención e, incluso, un cierto "éxito editorial"…antes de ser dejados de lado y olvidados cuando el efecto "nouveauté" desapareció del mercado. 

No es difícil entonces imaginar las dificultades de mi tentativa -harto quijotesca, cierto es- de denunciar la novela no sólo desde un punto de vista estético, sino también, como es mi caso, socioeconómico, ideológico y psicológico. Tal vez Don Quijote, viendo las múltiples dificultades que se han levantado y se agitan delante de mi tentativa (que más de un novelista calificará de "megalómana") se hubiese conmovido y acercado a mí para ayudarme con su lanza de palo y su escudo de cuero. Cervantes, según sabemos, lo pasó muy mal con su crítica de la novela de caballería y casi murió desconocido, como lo recuerda Juan Goytisolo. 5 Lo salvó in extremis su propia creatura y su maravilloso sentido del humor. Pero yo no tengo mucho sentido del humor frente al fraude gigantesco y a los horrores que oculta la novelería contemporánea. La literatura, que ha sido (y debe volver a ser) uno de los medios excelsos para el desarrollo de la inteligencia y de la conciencia humanas, se está transformando en lo que Michel Waldberg denomina, citando a Gurdjieff, "palabra emputecida". 6 Fue lo que dije en su despacho a Carlos Barral, el "souteneur" de Vargas Llosa y sus “visitadoras”, 7 en la Barcelona de los años 70, como lo cuento en mi "antinovela" El Sueño. Carlos Barral, en esa época general en jefe de la edición española, me tomó sin duda por León Nicolaievitch Mychkine, el idiota imaginado por Dostoievsky. 

Desde luego, todo esto no ha facilitado mi "éxito" en el mercado, ni editorial ni económico, lo que me ha obligado, entre otras cosas, a vivir con "le système de la pauvreté soumise" (el régimen de la pobreza resignada), según recomienda Balzac a los escritores en Les Illusions Perdues y en Louis Lambert. Pese a que el propio Balzac terminó dejándose tentar por el éxito y el dinero como muchos novelistas, mi exilio me hizo apreciar y aprovechar su consejo, lo que me ha permitido disponer libre y creadoramente de mi tiempo. Jean Emar, cuya obra monumental sigue teniendo una recepción relativamente escasa si se toma en cuenta su extraordinaria calidad y se la compara con los best-sellers chilenos -Isabel Allende, Bolaño, Luis Sepúlveda- tenía horror de “les feux de la rampe”. Como usted sabe, publicó sus primeros libros a cuenta de autor. Vendió algunos, regaló otros a sus amigos (entre ellos, a Pablo Neruda, que lo respetaba y admiraba sinceramente), abandonando enseguida toda veleidad de publicación para consagrarse exclusivamente a escribir. Nos dejó “Umbral”, cuyas cinco mil páginas constituyen un faro de la literatura latinoamericana, obra de un brillante nivel estético, hoy día reconocida por los críticos más lúcidos…muchos años después de la muerte de su autor. Sin duda, Jean Emar estaba consciente de la distancia entre la cronología puramente biológica de su vida, y la cronología del desarrollo y del reconocimiento de su obra, distancia que caracteriza a menudo el destino de los creadores auténticos Al respecto, Pessoa, Robert Walser, Kafka y -más allá de la literatura- Schopenhauer en filosofía o Cézanne en pintura, son ejemplos alentadores para todo escritor, todo artista, todo filósofo, grande o pequeño. La autenticidad no se mide en número de ejemplares vendidos, ni en millones de dólares pagados por un “tableau de maître” descubierto en una buhardilla, ni con la gritería de la prensa desatada alrededor de un “nuevo concepto filosófico” que conforta a la burguesía en su mediocridad, tan bien denunciada por Balzac y Jean-Paul Sartre (en ellos la palabra “médiocrité”, ya tan gastada, toma todo su sentido). Entonces, ¿por qué tendría que preocuparme por la poca acogida a mi trabajo? Al contrario, considero que esa es la prueba, al menos, de su originalidad y de su audacia. Jean Emar  estaría totalmente de acuerdo conmigo, estoy seguro.

  

DW : ¿Cómo ha sido su relación con el circuito literario y editorial chileno? 

RG : No existe. Una sola vez, tras leer en El Mercurio 8 una crítica de Camilo Marks sobre Doktor Faustus de Thomas Mann, le envié un ejemplar de Something's wrong dijo el indio Huenchuyán,9 mi colección de cuentos. Nunca me contestó y como sé que ahora este ilustre abogado vive fascinado con la novela policial,10 último estandarte del género novelesco, no cometeré el error de enviarle La Sociedad de los Hombres Celestes (Un Fausto latinoamericano),11 "intertexto" en dos tomos que traza un fresco de la educación en el siglo 20, desde el kindergarten hasta el doctorado universitario. Una novela policial es algo mucho más divertido y fácil de leer, aunque sus turiferarios, para justificar su pusilanimidad, pretendan que ella refleja la complejidad del alma y de la sociedad contemporáneas.

  

DW : En sus viajes ha conocido distintos países del mundo (EEUU, España e Italia, entre otros), sin embargo, desde hace años ha fijado su residencia en Francia y ha usado principalmente el francés como lengua para publicar la mayor parte de su obra. ¿Cree, como el personaje de Muy temprano para Santiago, 12 la segunda novela de Palazuelos, que el francés es un idioma más civilizado? 

RG : Probablemente es más civilizado que mi mapudungún natal, aunque tal vez menos que el catalán, lengua europea por excelencia, de una extraordinaria riqueza plurilingüe por sus innúmeras raíces lingüísticas incorporadas à través de los siglos. En todo caso el francés no es más civilizado que el italiano o el ruso o el castellano o, en general, cualquier idioma. En una especie de "carta al lector-estudiante" que aparece en la "Antinovela final" de El Bautismo, le recuerdo que Borges se burlaba de un escritor que pretendía que sus lectores supieran hablar francés. La ironía parece muy fina. Sin embargo, del mismo modo que el conocimiento del alemán es recomendable para apreciar las sutilezas de la filosofía moderna, el francés lo es en relación a la literatura contemporánea. Personalmente, para mi tentativa antinovelesca era fundamental conocer los textos de los surrealistas, de los “nouveaux-romanciers”, la novela Tel Quel, Oulipo y la Nouvelle Fiction en la lengua de origen. Más aun, tomando en cuenta que los grandes movimientos vanguardistas del siglo 20, después de los formalistas rusos, son franceses y que escritores como Cioran, Nathalie Sarraute, Beckett, Kundera, Jorge Semprún, etc. optaron por escribir en francés, también yo me atreví a dar el paso. Como es bien sabido, Vicente Huidobro13 escribió en francés. Y Jean Emar (" j'en ai marre / estoy cabreado ") francófono perfecto, tal vez acarició la idea. Pero ninguno de los dos asumió radicalmente la escritura en lengua francesa. Al tomar la decisión de escribir en francés me transformé en un escritor bilingüe (no he dejado de escribir en castellano), situación que me permitió confirmar escrituralmente que el bilingüismo es el zócalo del plurilingüismo, fenómeno más y más frecuente en la vida ordinaria de la sociedad actual y que determinará de manera ineluctable la literatura del "a-venir". El plurilingüismo es uno de los ejes de lo que yo denomino el "intertexto", género post-novelesco que, impulsado por las nuevas tecnologías electrónicas y la mundialización de la comunicación y de la cultura, debería ir reemplazando poco a poco la novela y su mecanismo narrativo monolingüe, hoy día arcaico e incapaz de responder a la evolución de nuestra sociedad. Podría argumentarse que el plurilingüismo en general y el bilingüismo español/francés en particular es asunto de investigadores y de profesores de literatura, pero no de un lector ordinario. No es así. Yo le decía  a Gabriel Acosta, el estudiante que hizo su tesis sobre El Bautismo (incorporada en Libertad bajo palabra,14 ensayos de crítica literaria)  que  leer A la recherche du temps perdu en español es como escuchar a Mozart tocado por el Orfeón de Carabineros (de niño, me gustaba asistir a los conciertos del Orfeón). Pedro Salinas, el inmerecidamente reputado traductor de la Recherche, no sólo traduce como le place al inocente y ausente Marcel, sino que salta párrafos completos de la obra original, permitiéndose incluso cambiar títulos y alterar la puntuación y la disposición textual, confiado en la ignorancia lingüística del lector hispánico.

 

DW : Ahora, después de tantos años, ¿ha pensado volver a Chile o publicar aquí? 

RG : Todo depende de las necesidades impuestas por el desarrollo de los aspectos finales de mi trabajo literario.  Hernán Sandoval, que acogió en los salones de la embajada de Chile en Francia la presentación15 de La Société des Hombres Célestes (Sens Public 2005)16, tuvo la amistad de llevar a Pablo Dittborn, el gerente de Mondadori-Chile, el manuscrito de Madre / Montaña / Jazmín (Crónica de 1973),17 donde cuento el proceso de la Unidad Popular chilena visto desde París. La obra, escrita en intertextualidad con La Madre de Gorki, La Montaña Mágica de Thomas Mann y la Comarca del Jazmín de Oscar Castro, 18 compara la historia de la Patria Vieja y de la batalla de Rancagua,19 con  la Unidad Popular y la batalla de la Moneda donde murió Allende. Pablo Dittborn nunca me respondió. Quizás la estructura de la obra, en cuadrado y en espiral (siguiendo las teorías de Klee y Kandinsky), en  analogía con la plaza cuadrada de Rancagua y el plano urbano en espiral de París, lo desconcertó. Algo más tarde leí sus declaraciones sobre la necesidad para Mondadori de publicar novelas como las de Isabel Allende, que le aseguren por lo menos una venta de 30.000 ejemplares…Para esclarecer la contradicción de este editor, quien fuera -à tout seigneur tout honneur- un activo militante anti-pinochetista, me veo obligado a recordar brevemente el esquema ideológico que explica en buena medida el éxito editorial de La Casa de los Espíritus, la obra más conocida de la célebre novelista: un terrateniente de carácter desagradable, pero con un "gran corazón", impide, tras el golpe de Estado de Pinochet, que un ingenuo campesino revolucionario caiga en manos de la soldadesca pinochetista, mal educada y grosera, manipulada por generales y políticos incultos, de quienes se espera que devuelvan rápidamente el poder usurpado a "la gente bien", después de poner fin (de la manera menos sangrienta posible) a la Unidad Popular… Gracias, entonces, a la gentil novelista, la burguesía salva la cara y se lava las manos delante de la traición y los crímenes pinochetistas. Los Estados Unidos, rara vez mencionados en la novela, no juegan, milagrosamente, ningún papel importante en esta lamentable historia. Por casualidad la novelista (quien, subrayemos, aprendió a escribir en una revista de moda femenina y, según confiesa, pedía a su burguesísima mamá que le diera ideas y le corrigiera el manuscrito de La Casa de los Espíritus), lleva el mismo nombre y apellido de una hija del Presidente Allende, verdadera heroína que estuvo dispuesta a morir al lado de su padre durante el bombardeo de La Moneda.  Los editores han aprovechado esta coincidencia con el oportunismo de rigor. Conclusión: best-seller asegurado (dopado por la película hollywoodense ad hoc) hasta en los últimos confines del imperio americano. La novelista, además de ganar millones de dólares, ha recibido incluso el título de Doctor Honoris Causa de Harvard University "en homenaje a su inteligencia y a su sensibilidad". Como muestra de estas calidades, he aquí sus declaraciones a El País, importante diario español 20: según ella, está "casada con un pene" (su marido californiano, militar retirado del ejército estadounidense), quisiera tener piernas menos cortas (o más largas) y pese a ser (más o menos) septuagenaria, le encantaría pasar un week-end de enamorados con el galán de cine Antonio Banderas (el diario no comunica cuántos whiskys tomó la novelista antes o durante la entrevista y tampoco la opinión de Antonio Banderas sobre "l'appel du pied" de la laureada). Sus editores esperan con ansias que los académicos del rey de Suecia le otorguen el premio Nobel, broche de oro que, además, maquillaría definitivamente el "problema Allende" delante de la historia. La novela contemporánea se presta muy bien para este tipo de fraudes político-culturales. Y los novelistas (servant-writers) saben lo que tienen que escribir si pretenden ser best-sellers. Pablo Dittborn parece no ver en el hecho de ser el editor de Isabel Allende contradicción alguna. Tal vez conoce mal a Shakespeare y piensa que entre la política y la literatura no hay ninguna relación. A él, como a todos los editores convencionales, lo que le interesa es ganar dinero.  En lo que a mí se refiere, me parece inútil publicar en Chile mientras los editores sigan el modelo de Mondadori (perteneciente, recordemos, al trust del empolvado y camuflado neofascista, Silvio Berlusconi), editorial presentada como un arquetipo de la alta literatura y de la libertad de expresión.

  

DW : En El Bautismo se afirma que la novela latinoamericana del boom (García Márquez, Fuentes, Vargas Llosa, entre otros) representan lo mismo que las novelas de caballería en tiempos de Cervantes, en tanto el Quijote vendría no sólo a terminar con ese género, sino también con la novela propiamente tal. Una de las críticas que se hace a esta situación es el abuso desmedido de la “maravilla” y de ciertas estrategias técnicas. En el mismo sentido, algo similar decía Carpentier con respecto a los surrealistas, de los cuales había abjurado. En consecuencia, ¿es un camino hacia el realismo el que periódicamente enfrenta la literatura? 

RG : Me parece que el "realismo real " y el "realismo mágico" pueden ser tan ficticios uno como el otro. Para mí el problema axial de la literatura no está necesariamente en su relación con lo que se llama "la realidad", sino con la ficción y la conciencia. Cervantes, al denunciar las fabulaciones inverosímiles de las novelas de caballería en su “antinovela” Don Quijote de la Mancha (que es la historia de un loco delirante, de un enfermo mental con su conciencia alterada, recordémoslo), no busca poner el acento sobre la "realidad", sino sobre la conciencia del ser humano y sobre la necesidad para la literatura de abandonar el camino de la fabulación gratuita, muchas veces nociva (de ahí las novelas de caballería tiradas a la hoguera al comienzo de Don Quijote), y volver al camino de la ficción "consciente" es decir, aquélla que no busca ante todo "divertir", "entretener", "escapar de la realidad" (como lo propone ridículamente el caballero Vargas Llosa en su ensayo sobre Onetti y la ficción), sino provocar un esclarecimiento en la conciencia  en el lector. Respecto al género novelesco, no sé si Cervantes buscaba ir más allá de la novela en cuanto tal. Sin embargo es evidente que quería ir más allá de la novela de caballería, la misma (bajo apariencias diferentes, por supuesto) que vuelve a dominar en nuestra época de fabulaciones sin límites, puesto que el fraude económico y el dominio de una clase sobre otra, así como el deseo desenfrenado de diversión para olvidar la miseria y calmar el sufrimiento psíquico, lo requieren e imponen.

  

DW : En El Bautismo aparecen varias drogas (la marihuana, el ácido lisérgico, la ibogaína, etc.) que tienen relación con la búsqueda interior de los personajes; proceso que experimentan y divulgan sobre todo los románticos, tradición que alcanza su máxima expresión con los beats. Sabemos que, en cuanto psiquiatra, tuvo un vínculo personal y profesional con ellas. ¿Puede relatar su experiencia?  

RG : Esta experiencia está contada "dionisíacamente" en El Bautismo y "científicamente" (aunque metafóricamente, por supuesto), en el Retrato de un Psiquiatra Incinerado. Cuento y analizo el efecto de drogas como el LSD, el Yaghé, la Tabernante Iboga o la mescalina (experimentadas y "narradas" por Aldous Huxley, Allen Ginsberg, William Burroughs, Jack Kerouac y por toda la "beat generation") o las anfetaminas que nosotros investigábamos con Claudio Naranjo 21 en el Instituto de Antropología Médica de la escuela de medicina de la Universidad de Chile.  Utilizando la ficción (el "psicovibráfono", aparato  digno de Jules Verne o de los Hermanos Grimm, inventado por el Doctor Asvatz, uno de los personajes del Retrato) y apoyándome no en la psicodinámica freudiana, rudimentaria e ineficaz, sino en la psicodinámica gurdjieffiana  de  los centros psíquicos (Gurdjieff describe la psiquis como una complejísima maquinaria que debemos aprender a conocer y a manejar en todos sus aspectos), detallo el mecanismo de acción psicológico de esas substancias, muy peligrosas en la medida en que provocan psicosis reactivas ("bad-trips") apenas diferentes del brote delirante en un paranoico. Las secuelas (crisis de pánico, de agresividad, depresiones agudas) pueden ser rebeldes o indelebles durante mucho tiempo. El cannabis, tan apreciado y loado por Baudelaire, también puede producir psicosis reactivas cuando es consumido en malas condiciones (productos adulterados, dosis excesivas mezcladas al alcohol, gran fatiga física o emocional), pero es una substancia mucho menos peligrosa que, honestamente, no debe ser equiparada con drogas como la heroína, tremendamente adictiva y cuyo uso inyectable puede, además, provocar la hepatitis C y la cirrosis subsecuente. Roberto Bolaño, aunque había dejado de "pincharse" varios años antes de morir (en un artículo de Entre paréntesis cuenta cómo iba a buscar la metadona, el ersatz de la morfina, en los buses equipados para ayudar a los toxicómanos en Catalunya), fue víctima de su antigua toxicomanía y de una insuficiencia hepática que, para su desgracia y la nuestra, le costó la vida. Pero la marihuana, según lo proclama el cineasta Oliver Stone, es una "hierba divina", euforizante, afrodisíaca y "meditativa", incluso terapéutica en ciertas enfermedades crónicas. Su uso no debe ser prohibido, sino reglamentado, igual que el alcohol pues, como éste, reduce la eficacia de los reflejos y disminuye la capacidad de memorización y aprendizaje.

  

DW : En el “Libro tercero” de El Bautismo la narración se hace “teatral”  y se fragmenta caprichosamente entre los personajes que, de novelescos, se transforman en “dramáticos”, luego en “cinematográficos”, antes de llegar a ser…simples marionetas. ¿Qué significa un procedimiento tan complejo? 

RG : El desafío formal consiste en mantener el hilo narrativo sin discontinuar a través de todos estos obstáculos diseminados "experimentalmente" en la obra, que comienza por la narración convencional en tercera persona en el “Libro Primero”, sigue con el relato sin puntuación que pasa de la prosa al verso libre en el “Libro Segundo” y continúa con la narración en primera persona del “Libro Tercero”, lo que prepara el discurso directo del narrador-autor en la Antinovela Final. Desde una perspectiva narratológica, trato de mostrar que la narración no tiene ninguna necesidad de la novela para existir. Y la literatura narrativa, tampoco. La novela, contrariamente a lo que pretenden los novelistas y sus editores, no es indispensable, eterna o inmortal. La novela  no es más que una modalidad secular de la narrativa milenaria. Nuevas modalidades narrativas son posibles, entre ellas la "antinovela" y su derivado de la era electrónica,  el "intertexto".

  

DW : En La muerte del autor, Barthes escribe: “Hoy en día sabemos que un texto no está constituido por una serie de palabras, de las que se desprende un único sentido, en cierto modo teológico (pues sería el mensaje del Autor-Dios), sino por un espacio de múltiples dimensiones en el que concuerdan o contrastan diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original: el texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura”. ¿En qué sentido las nociones de antinovela y de intertexto comulgan con esa perspectiva? ¿Qué brecha las separa de la novela tradicional? 

RG : Barthes ("la mamie", como lo llamaban con cariñosa ironía sus discípulos telquelianos), por quien confieso no tener mucha simpatía pues él, con su “frivolité” y la superficialidad de muchos de sus postulados teóricos es uno de los responsables de la decadencia de la literatura francesa actual, dice a veces, “très joliment”,  cosas justas. En ese párrafo que usted cita, Barthes se acerca a la definición de lo que yo llamo el "intertexto" como género literario, especialmente en lo que concierne al rechazo del "Autor-Dios", arquetipo del novelista (el muy ateo Vargas Llosa asegura que cuando él escribe sus novelas es igual a Dios creando el universo). Desgraciadamente Barthes no profundiza su pensamiento sobre la intertextualidad (como tampoco lo hace su discípula, Julia Kristeva, la compatriota aburguesada de Tzvetan Todorov, el gran lingüista franco-búlgaro), lo que le hubiera permitido tal vez una crítica eficaz del género novelesco e iniciar una auténtica revolución literaria. En vez de eso, empujará al grupo Tel Quel 22 hacia el callejón sin salida donde iba a empantanarse y extinguirse toda la vanguardia francesa (la revista L'Infini 23 y el nuevo grupo reunido por Sollers en Gallimard son un triste remedo de lo que fue Tel Quel, así como el Sollers24 de hoy, novelista banal, es un remedo del formidable escritor de vanguardia que fue en su juventud). Los escritores y críticos convencionales pueden coquetear con la intertextualidad y "la muerte de la novela", pero para ellos (y los editores que los sostienen), la novela, en cuanto "gagne-pain" de unos y otros, es tabú. No se toca. Es lo que denuncio en Pamphlets Parisiens, 25 escritos en intertextualidad con Monographie de la Presse, el divertido y lapidario panfleto de Balzac que denuncia la corrupción parisina de su época, en nada distinta de la actual. 

En lo que respecta al "intertexto" como género literario post-novelesco, explicarlo con brevedad no es fácil. Lo he hecho conceptualmente en el ensayo Bajtín, la novela y el intertexto,26 que forma parte de mi Manifiesto por una nueva literatura 27 (la versión original francesa fue presentada en el stand de Sens Public en el Salon du Livre, París 2005). Para aclarar y concretizar las cosas, me limitaré a insinuar algunas comparaciones entre la novelística chilena de hoy y mi propio trabajo, comparaciones estrictamente estéticas, dejando de lado los aspectos éticos o axiológicos. Así, podría compararse La Sociedad de los Hombres Celestes (Un Fausto latinoamericano), con El Anfitrión 28 de Jorge Edwards (su mejor obra, según decía nuestra agente literaria común, Carmen Balcells), novela que se inscribe a través de su protagonista -Faustino- en la leyenda fáustica. O Una ardiente paciencia 29 de Antonio Skármeta, que sirve de guión al film il Postino, con La Guérison (una "nueva Divina Comedia") 30, pues en ambas obras se trata de un poeta que guía a otro poeta hacia el amor y la felicidad…como Virgilio guía a Dante en la Commedia. Y la pentalogía de Roberto Bolaño 266631 con mi pentalogía, Las Fases de la Curación.32 Dejo a la curiosidad del lector establecer sus propias comparaciones. Podrá comprobar la diferencia radical que existe entre una novela y un intertexto escritos sobre un mismo tema. Respecto a Roberto Bolaño, a quien tuve la suerte de conocer en París (por desgracia, muy poco antes de su muerte), tengo la certeza de que la comparación entre su pentalogía y la mía irá imponiéndose obligadamente con el tiempo. Y entonces se verá lo que fue la novela y lo que es y será el intertexto. Yo ya estaré incinerado, por supuesto.

  

DW : Una de los aspectos de su escritura que llama la atención es la co-presencia de distintas lenguas (plurilingüismo) dentro de la materialidad de sus textos. Esto puede apreciarse, por ejemplo, en la inserción de citas de Dante, Shakespeare, Proust, Mann, Tolstoi y Maiakovsky, entre otros. ¿No considera que este recurso le resta legibilidad a su obra, generando hiatos o vacíos que el lector se ve forzado a llenar? ¿Acaso la ilegibilidad constituye una clave de lectura de su obra? 

RG : El plurilingüismo, insisto, es un fenómeno más y más presente e inevitable en nuestra sociedad. La literatura, en la medida en que precede o sigue la evolución de la sociedad, no puede quedar al margen de un hecho que es fundamental…para la literatura misma. El escritor del futuro, como ya algunos escritores de hoy y también del pasado (Dante, Rabelais, Thomas Mann o, últimamente en Chile, Ariel Dorfmann33 y, desde luego, Vicente Huidobro) será espontáneamente un escritor plurilingüe y podrá escoger en qué lenguas quiere escribir, un poco como un pintor escoge qué colores o materiales va a utilizar en la creación de su obra. Y los lectores, al menos los lectores amantes de alta literatura, no tendrán mayor inconveniente en transitar y jugar entre las lenguas… como lo hacen hoy día muchos turistas chilenos que viajan por Europa, continente densamente plurilingüe. 

Es necesario recalcar que ser "plurilingüe" no implica la obligación de dominar la fonética, la gramática y la escritura de múltiples lenguas, sino saber acercarse a ellas y utilizarlas en la medida de lo posible. Mauricio Wacquez, 34 francófono porque su padre era francés, decía: "Uno tiene el deber de hablar correctamente su lengua materna. El resto, como salga…" No todos tenemos las capacidades políglotas de un Juan-Agustín Palazuelos, de James Joyce o Julio Cortázar, de un Jordi Savall o de Daniel Barenboim (los músicos, por razones acústicas y fonéticas, suelen ser asombrosos políglotas). Por el momento el monolingüismo y la novela seguirán predominando por su facilidad y, sobre todo, por inercia, pero esto irá cambiando necesariamente. El plurilingüismo, lejos de ser una simple aptitud o elegancia intelectual es el mecanismo que nos permite tomar conciencia de que "mi habla" corresponde a una lengua bien diferenciada, distinta de otras y, por ello, me ayuda a tomar conciencia de mí mismo y a reconocer y respetar al Otro en su propia diferencia lingüística. El plurilingüismo es necesario como instrumento de la solidaridad humana. Nada tiene que ver con un pretendido esnobismo o práctica elitista. En lo que a mí me concierne, dado que me considero un escritor situado en la transición entre dos épocas -la de la imprenta y la de la escritura electrónica- acompaño, por lo general, mis textos plurilingües con una traducción al castellano…o al francés. Así La Guérison, obra escrita en francés, castellano, italiano, inglés y que incorpora palabras y frases del latín y del mapudungún araucano, va acompañada por una especie de glosario (aconsejado por Michel Butor)35 con la traducción al francés de todos los textos. Mi tocayo Bolaño, con quien cenamos en la “Maison de l'Amérique Latine” en París junto a otros escritores, estaba muy interesado por este juego plurilingüe.

  

DW : Tanto en El Bautismo como en El Sueño advertimos un proceso de descomposición. En la primera, la narración impersonal nos recuerda a un realismo decimonónico que pronto comienza a metamorfosearse mediante una dicción delirante que experimenta con múltiples géneros –entre ellos, la antinovela– para relatar la fiesta de bautismo del hijo de Juan-Agustín Palazuelos. Por otra parte, los primeros «cuerpos» de El Sueño, que conservan cierta cohesión narrativa, evolucionan hacia un "cuerpo astral", esto es, espectral o fantasmal, donde se diluyen las líneas temporales para exceder el relato con injertos de múltiples y variados textos (La Sociedad de los Hombres Celestes, Dante, Gurdjieff, Lenín, el I-Ching, la Biblia, etc.) en diversas lenguas. En ambas novelas la narración se descompone y genera un detritus en el cual la proliferación de fragmentos exógenos dinamita y sustituye su identidad unívoca (lo que podría vincularse, por ejemplo, con el proyecto benjaminiano del Libro de los pasajes) 36. ¿Qué propósitos literarios y políticos animan esta decisión?  

RG : Utiliza usted el término "descomposición". Tratándose de novelística, podríamos tal vez decir "deconstrucción" de la novela por la antinovela, aunque no "deconstrucción" en el sentido "derridiano" del término, principalmente ideológico y anti-marxista (es uno de los motivos del éxito que tuvo Derrida en los Estados Unidos). La novela tradicional es lineal, coherente, ordenada y cerrada. Ir más allá de ella  estéticamente implica desmontarla, descomponerla, examinar sus piezas, desechar sus detritus e intentar montarla y componerla de nuevo, de otra manera, buscando darle una nueva composición, una nueva forma. Es lo que intentó hacer Cortázar en 62, modelo para armar.37 La antinovela, para mí, es fundamentalmente "deconstructiva". Analiza más que sintetiza. Niega más que afirma. Se opone más que propone. Destruye más que construye. El Bautismo y El Sueño, en cuanto antinovelas, rompen el esquema tradicional de la novela y por ello pueden dar una impresión de incoherencia, de "descomposición". Sin embargo (y esto ya preludia el intertexto) la masa textual de esas dos obras está formalmente "maîtrisée", recogida en una forma que les da una coherencia estética. El Bautismo, cuyo título hace referencia al sacramento primigenio del cristianismo, está escrito en analogía con los cuatro evangelios, analogía distante y leve, pero existente. De ahí "Libro Primero", "Libro Segundo", "Libro Tercero"…y la Antinovela Final, que completa las cuatro partes de la obra. Más claro es el juego estético de El Sueño, por desgracia malogrado por la desastrosa edición de Montesinos Editores, que publicó por "error" las galeradas no corregidas del libro (fue una de las razones que me decidió a alejarme del medio editorial español y a cambiar de lengua). El Sueño está estructurado en base a dos analogías formales: una, como "diario onírico", siguiendo la forma de un diario de la prensa ordinaria con sus cuerpos y suplementos; la otra, como un vitral elaborado con un conjunto de fragmentos vidriados, reunidos y fusionados mediante una red que les da una forma precisa. Los cuerpos aluden, metafóricamente, a los cuerpos esculturales de las tres adolescentes protagonistas del relato principal. Y el vitral, a la historia del amor de juventud destrozado, recompuesto alegóricamente. En la versión actual y corregida de la obra, limpiamente editada por mí mismo a través de Create Space y publicada por Amazon, es posible observar con nitidez esta construcción estética que incorpora, además de los cuerpos periodísticos ordinarios y el suplemento, un "cuerpo astral" forjado con textos clásicos de elevado nivel y significación, a veces en oposición y contradicción total entre ellos. En la tradición esotérica, el cuerpo astral se obtiene por oposición, roce y fusión (como en un vitral) entre los elementos antagónicos en juego. Es el cuerpo más sólido de todos, el único (según los grandes maestros esotéricos) que puede resistir a la muerte y a la descomposición del cuerpo orgánico. A decir verdad, no sé en qué medida mis ambiciones estéticas dieron el resultado esperado, porque tanto El Bautismo 38 como El Sueño 39 son obras primerizas, escritas cuando yo acababa de renunciar a la práctica de la medicina y comenzaba, apenas, a escribir con continuidad.

 

 DW : Barthes señala la diferencia entre textos de goce y placer. Si relacionamos esto con los límites entre lo erótico y lo pornográfico, ¿sería posible la hibridación, el collage, el pastiche? ¿Hay límites para las diferentes dimensiones de lo erótico dentro de sus novelas, donde el sexo puede ser ya trascendente, ya banal o grotesco, pero siempre importante? 

RG : En Le plaisir du texte Barthes 40 establece con una gran finura la diferencia entre lo que él llama "le texte de plaisir", et le "texte de jouissance", refiriéndose, ante todo, al acto de leer… cualquier texto literario, sea de Santa Teresa de Avila, del Marqués de Sade o de John Steinbeck. Ahora bien, si nos referimos al tema muy actual de la pornografía, debo decir que no establezco límites rígidos entre erotismo o pornografía, conceptos ambos muy relativos y que cambiarán siempre de época en época. ¿La orgía de las marionetas en El Bautismo, con los niños como espectadores-participantes, es pornográfica o erótica? Yo diría, simplemente divertida (me río cada vez que me acuerdo de la escena). El sexo, el placer sexual puede ayudarnos a vivir, a equilibrar los aspectos mórbidos de la existencia…cuando no los provoca, como es el caso del amor destruido. Y el sexo, como erotismo textual, puede aliviar y estimular el acto de leer y de escribir…cuando no lo corrompe, como es el caso de Portnoy's complaint, 41 la novela "ejemplarmente" pornográfica de Philip Roth.  En el segundo tomo de Madre / Montaña / Jazmín, la detallada descripción de la huelga del mineral  El Teniente que precedió al golpe de Estado de Pinochet, está equilibrada por la intensa pasión sexual vivida por el narrador con una mujer madura, una aristócrata francesa cuyo hijo se encuentra esquiando en Chile en septiembre de 1973. El relato erótico está construido en intertextualidad con los poemas de Mallarmé, en especial con su misterioso y majestuoso Igitur.42 Sin este contrapunto a la vez erótico y poético, la lucha de los mineros del cobre hubiera resultado demasiado agobiante para el lector. Y sin el reconocimiento de la lucha de los obreros durante la batalla en las calles de Rancagua, el relato de la pasión carnal se perdería en la frivolidad. Es la conjunción de estos dos aspectos de la existencia humana aquello que da su valor estético a la obra. Y si hay un valor estético, no hay pornografía. Lo mismo podría decirse de El Rapto de Sabina, 43 donde cuento la pasión entre un joven bachiller (Gabriel) y una "milf" judía (Mary, periodista neoyorkina) que se encuentran por azar en una pensión de Florencia. El relato erótico va tejiéndose durante el periplo que los lleva a visitar una a una las maravillosas Anunciaciones diseminadas en la ciudad, reproducidas en el libro en una especie de diálogo intertextual y, a la vez, interpictural. Imagino que un crítico chileno como Ignacio Valente,44 miembro del Opus Dei  (e instructor ideológico de la primera Junta pinochetista, no lo olvidemos jamás) se escandalizaría con una obra parecida, al igual que toda la "lignée" de críticos chilenos iniciada por Alone, 45 seminarista en su juventud. Felizmente yo vivo y escribo en Francia y publico, libremente, sin censura alguna, en Create Space, USA.

 

 DW : En su obra aparecen constantemente elementos que dan cuenta del texto mismo, momentos en que la novela se abisma, el narrador no oculta su labor escritural, consulta al Lector. Más que un juego ¿qué importancia tiene para usted que las novelas tengan este diálogo con el lector, que se miren a sí mismas? 

RG : Nuestra entrevista es un ejemplo de diálogo entre un escritor y un  lector…que también es escritor. El lenguaje y, por ende, la escritura y la literatura, son básicamente "comunicación". Gogol, según cuento en Bajtín, la novela y el intertexto, llamaba patéticamente a sus lectores para que se introdujeran en sus textos, los corrigieran y los modificaran a su guisa. Y es lo que quiso hacer también Cortázar un siglo después…pero sin conseguirlo. No por falta de habilidad, sino porque no contaba con lo que nosotros tenemos hoy día: los logros de la revolución cibernética, Internet. El "libro interactivo" (interactive book), la "ficción interactiva" (interactive fiction games), donde autores y lectores se cruzan y responden entre ellos, ya no son una utopía aunque, por ahora, sean simples trucos tecnológicos utilizados como juegos textuales o juegos vídeos. Pero ha llegado el momento en que las nuevas tecnologías comienzan a imponerse seriamente en el mundo de la literatura, como otrora lo hizo la imprenta en la época de Rabelais…"Desocupado lector", nos interpela vívidamente, por encima de los siglos, el inmortal Cervantes. Y, antes que él, Dante, y antes aún Petronio, etc., etc., sabiendo sin embargo que el lector no tenía los medios de responder. Hoy día, pedir al lector opinión y ayuda, establecer con él una relación donde tanto la inteligencia como el sentimiento asumen un papel, es posible textualmente (nada que ver con la firma de ejemplares en las ferias del libro organizadas comercialmente por los editores). Pues bien, esa es otra de las características del intertexto que lo diferencia medularmente de la novela. La novela propone un texto cerrado, inmodificable por el lector, quien se encuentra ante ella en una posición de pasividad total (a lo más, puede "soñar" con las aventuras de los personajes). En cambio el intertexto es una modalidad narrativa abierta, donde el lector "activo" puede entrar y salir y dialogar, si no con el "autor" (a lo mejor, ya muerto), al menos con su texto, técnicamente "inmortal". Es lo que he hecho en Dialogue Intertextuel avec Bakhtine,46 donde discuto con el genial teórico ruso como si él estuviera aún en vida (murió en 1975). Contrariamente a la fría lucidez  que experimentaba mientras escribía Bajtín, la novela y el intertexto, un vivo sentimiento de veneración y de afecto por Bajtín me acompañó durante todo "nuestro" diálogo sobre su teoría de la novela, teoría erudita y profunda, a veces áridamente abstracta y de un implacable rigor conceptual, pero que, gracias al intertexto y a la ficción intertextual, se transforma en un diálogo "material" que poco tiene de "imaginario". Y es también lo que hago, como lector "activo" y en cuanto escritor, en la versión electrónica de  La Société des Hommes Célestes47 y en su fragmento, ya enteramente “editorializado”, Le Château de Méphistofélès48 cuando  me introduzco en los innumerables Faustos que constituyen la leyenda fáustica. Gracias a la intertextualidad, a la utilización de la metonimia, entro y salgo, propongo y modifico, "enriquezco", en la medida en que me es posible en este comienzo del siglo 21, la leyenda iniciada por el Volksbuch a fines del siglo 16. Contrariamente al frustrado Gogol, y siguiendo los pasos llenos de audacia de Cortázar en 62, modelo para armar, me dirijo al lector sabiendo que éste puede, de alguna manera, responderme gracias a las nuevas tecnologías derivadas de la revolución cibernética y entrar, él también, con su propia escritura, en el desarrollo de la leyenda fáustica. Fue lo que intenté hacer con los alumnos del célebre liceo Edouard Herriot de la ciudad de Lyon  (L'Intertexte Collectif, 49 Belles Latinas 2004). El intertexto abre el camino a una auténtica revolución literaria en la cual la relación escritor / lector es activa y no pasiva, como sucede con la novela.

  

DW : Por otra parte, El Bautismo y El sueño están permanentemente cruzados por reflexiones acerca de sus propios materiales de (des)composición; estas antinovelas o intertextos no velan su estatura artificial, rasgo que, según Sarduy, constituiría una operación barroca, o bien, neobarroca. ¿Vincularía su poética con esta estrategia? ¿Con qué autores barrocos o neobarrocos –en el caso chileno, Donoso, Wacquez, Juan Luis Martínez y Rodrigo Lira, entre otros– percibe cercanía? 

RG : De todos estos escritores que usted menciona, es Mauricio Wacquez el más importante para mí. Mi amistad con él puede ser comparada a mi amistad con Juan-Agustín Palazuelos (fue Mauricio quien nos presentó). Lo conocí a principios de los años 60, cuando empecé a asistir, paralelamente a mis estudios de medicina en la Universidad Católica, a la escuela de filosofía del legendario Instituto Pedagógico en Macul, donde viví una de las más hermosas y provechosas aventuras intelectuales de mi juventud. Y fue también él quien me presentó a Severo Sarduy en París. No estoy seguro de que Mauricio hubiera aceptado ser tratado de barroco o de neobarroco por Sarduy, por quien sin embargo sentía, en cuanto novelista, mucha admiración. Neobarroco Sarduy lo era quizás en alto grado, pero tendía a ver con ese prisma a todo el mundo. Menospreciaba a Donoso ("arenoso", "aburrido", "escritor sin interés"), y creo que pensaba más o menos lo mismo de Mauricio. Abandono, entonces, sus calificaciones y descalificaciones gratuitas y me quedo con Wacquez y Toda la luz del Mediodía.50 Mauricio vivía, como un adolescente tardío, en el entrepiso de la casa de sus padres, ya muy ancianos, en la calle Holanda del barrio Providencia. Y fue allí que me mostró el manuscrito de su novela, recientemente publicada. Recibí un shock que sería decisivo para el resto de mi vida y para mi vocación de escritor. En el tocadiscos sonaba (en mi cerebro lo oigo en este momento) un concierto para órgano de Haendel, y por la ventana azul, como aquélla pintada por Matisse, penetraba una brisa primaveral y la totalidad de la luz del día. Mauricio puso a mi alcance sus cuadernos, escritos a mano, con la primera versión de su obra y luego los manuscritos mecanografiados. "La última corrección consistió en poner cada párrafo en una hoja aparte y estudiarlo palabra por palabra", me explicó. Ese era uno de los secretos de su prosa refulgente. Para mí fue una verdadera epifanía.

 

 DW : ¿Lee textos actuales de literatura chilena? ¿Ve en algunos de los escritores recientes una continuidad con el proyecto antinovelesco inaugurado, a mi juicio, por Juan Emar, continuado por Palazuelos y del cual usted se siente un representante? 

RG : A decir verdad, rara vez leo a los autores chilenos actuales. Me parece lamentable ver a algunos novelistas, necesitados de notoriedad y/o dinero, incorporados a la "lignée" crítica comenzada por el pre-cura Alone y prolongada hasta el post-cura Valente en las páginas de El Mercurio, sobre el cual vela todavía el espectro mefistofélico de Agustín Edwards Eastman, el incitador y detonador del golpe de Estado de Pinochet (no olvidemos, puesto que nunca se ha arrepentido, que Agustín Edwards, miembro del Opus Dei como Ignacio Valente, celebró cristianamente -"en sablant le champagne" en un restaurante de Barcelona- la muerte de Salvador Allende). No me es agradable citar con sus nombres y apellidos a todos estos personajes, pero resulta que la literatura chilena requiere de una nueva crítica literaria basada no en el interés comercial, egotista o ideológico, sino en la honestidad intelectual. Esa nueva crítica favorecerá, lógicamente, el desarrollo de una nueva generación de escritores para quienes la literatura no será una simple manera de "hacer carrera y triunfar en sociedad" como lo denuncia lúcidamente Juan Goytisolo. Dicho sea de paso, ¿de qué modo yo hubiera podido llevar a cabo en Chile mi tentativa vanguardista durante los años infaustos del pinochetismo, sin libertad de prensa y de expresión como, en buena medida, todavía es el caso? 51 Pues bien, dado que hablamos de novelistas y de antinovela, debo decir que también traté de ponerme en contacto con Diamela Eltit52 porque se la considera, sino necesariamente una antinovelista, al menos una escritora de vanguardia. Pero -igual que Camilo Marks o Pablo Dittborn- nunca me respondió (dicen que la "i-responsabilidad" es el deporte más practicado por la intelligentsia santiaguina). Le envié incluso un ejemplar de Madre/Montaña/Jazmín a través de su compañero, Jorge Arrate. Amable y cortés, Arrate me dio a entender que su señora ha sido contratada por una universidad estadounidense y que está ocupadísima enseñando literatura en Nueva York… Es posible  que se me reproche no vivir en Chile, pero ¿cómo soportar un medio intelectual dónde la generosidad y la solidaridad no existen, según reconoce amargamente el poeta Raúl Zurita?53 De vez en cuando intercambio algún manuscrito o libro con Pancho Rivas Larraín 54, con el cual participamos en un congreso en el Centre Pompidou de París en 2004 (D'encre et d'exil 55 ), o con mi compañero de curso del Instituto O'Higgins de Rancagua, Jorge Miranda Aguilera56, escritor genuinamente popular (vive en una población cerca de la Gran Avenida), inteligente y divertidísimo creador de "la técnica picante".  He leído de nuevo a Jorge Edwards, quien en algunas de sus novelas hace gala de veleidades intertextuales. Es importante señalar que hay una gran diferencia entre lo que podríamos llamar la "novela intertextual" y el "intertexto" propiamente tal. En la novela intertextual (por ejemplo Une vie divine de Philippe Sollers) las citas, a menudo sin referencia explícita al autor, son metafóricas y ornamentales (cuando no, como en el caso de Sollers, puramente narcisistas o, tratándose de Vargas Llosa,  simplemente plagios). En el intertexto las citas están referidas al autor de origen y son, esencialmente, metonímicas (el plagio, forma inferior de la intertextualidad, queda excluido por definición). Pues bien, me puse a leer con interés La casa de Dostoievsky, donde Edwards, aureolado por el premio Cervantes, el Premio Nacional de Literatura (y por los 300.000 dólares de uno de los premios Planeta financiados por el Moby Dick de la literatura hispánica, el Señor Lara),57 alude con su tramposo título a la obra del genio ruso. Mi desilusión fue paralela a mi indignación.  Reanudando con su panfleto anticastrista Persona non grata en Cuba (que le valió ser recibido en la "Open Society" definida por Karl Popper y laudada por la reina de Inglaterra), Edwards desvaloriza solapadamente la obra poética de Enrique Lihn y al poeta mismo, descrito como un pobre individuo que termina de vago haciendo teatro en la calle y ofreciendo sus poemas a pocos pasos del Club de la Unión donde -ejemplar contraste- el remilgado novelista es recibido y aplaudido por la más rancia burguesía santiaguina. Peor aun, sirviéndose de la ficción como escudo (algo que no permite el intertexto, fundado sobre la autenticidad literaria), se burla en esa misma novela del difunto Mauricio Wacquez (el cual, soy testigo, en vida siempre le brindó su leal amistad), tildándolo de "el marica Le Cleziel", autor (y aquí Edwards deja caer la careta de la ficción novelesca) de la “afrancesada obrilla”, Paréntesis 58…la novela de Mauricio considerada por algunos como una obra maestra de la vanguardia literaria chilena. En cuanto a Juan Emar, a quien Edwards también intenta desvalorizar (como lo ha intentado y nunca conseguido con Neruda) diciendo que su prosa le da la impresión de ser traducida de otra lengua (como si  hubiera una prosa "nacional-chilena", reflejo del habla de los millonarios y de los patrones de fundo), lo considero un ejemplo por el elevado nivel estético de su obra, comparable a la de Samuel Beckett o a la de Nathalie Sarraute. La obra de Juan Emar, para mí el mejor prosista y (anti)novelista chileno, contiene los parámetros de la evolución de la narrativa contemporánea. Su estudio es y será fundamental para el desarrollo de nuestras letras. Pero, además, admiro y respeto a Juan Emar por su estilo de vida, humilde y retirada del "mundanal ruido", renegando de sus orígenes burgueses, vida que fue poco a poco consagrada íntegra y silenciosamente a la escritura…

  

DW : En El Sueño se narra un encuentro con Mauricio Wacquez donde éste critica mordazmente sus textos (“lo que tú escribes no tiene nada, nada que ver con la literatura, lo que tú haces no es –insisto– lo que tú escribes no es literario”). Esta crítica refuerza la idea de descomposición que planteábamos anteriormente: su escritura exhibe sus propias llagas y supuras sin simulacros. En dicho fragmento el narrador le contesta a Wacquez que su interés no está en la literatura sino en la escritura. ¿Qué motivos conducen a separar la literatura de la escritura en su obra? 

RG : El encuentro en Barcelona con Mauricio Wacquez, tal como es contado en El Sueño en su versión auténtica  (Create Space, Amazon) es, en realidad, un montaje del pensamiento de Mauricio sobre la literatura-novela: para él la literatura narrativa era la novela y punto.   Pues bien, me habla usted de "escritura" y "literatura", términos que a veces son utilizados como sinónimos. La escritura precede históricamente a la literatura tal como la conocemos (texto escrito), aunque no a la narración, oral en sus comienzos. Yo prefiero el término "escritura" cuando se pone acento en la "materialidad" concreta del fenómeno "escribir". Sabemos que escribir como leer son prácticas universales y milenarias, nacidas de la necesidad de comunicación, de transmitir un mensaje al Otro. La literatura, en cambio, es una práctica relativamente reciente y restringida (la palabra misma -"litteratura" en latín- data sólo del siglo XII), en la cual la forma que adopta el mensaje es tan importante como el mensaje mismo. Es ahí donde toma su origen la dimensión estética de la "escritura", que ingresa de este modo en la esfera de lo que llamamos "arte". Por desgracia o gracia, como el arte, la literatura ha sido siempre tributaria de la organización social y económica. Y es así que ha sido víctima del elitismo, de su captura por una casta privilegiada socio-económicamente.  Es lo que ocurre hoy día con la novela, viga maestra (según decía al comienzo de esta entrevista) de la industria editorial y de los valores de nuestra sociedad. Pero aunque escribir una novela válida para el mercado literario no está al alcance de cualquiera (si el novelista no respeta los cánones mercantiles quedará lógica y automáticamente excluido del "concierto literario"), escribir sigue estando al alcance de cualquier ser humano alfabetizado. La "escritura" continúa viva y activa desde los comienzos de la historia, cuyo inicio se asocia a la invención…de la escritura. Es a partir de ella, como práctica que ha evolucionado materialmente con el progreso técnico de la humanidad, que una nueva "literatura" será siempre posible. El "intertexto" como "escritura" permite escapar de las barreras y de los límites impuestos por la sociedad actual a la "literatura" (bajo la forma "novela", en lo que se refiere a la literatura narrativa), apoyándose para ello en los últimos avances de la ciencia de la comunicación, la cibernética.

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  • resumé

    En el mundo de la literatura, Chile es reconocido sobre todo por sus poetas (Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Nicanor Parra), pero sus novelistas, salvo tal vez  Roberto Bolaño...

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   En mars 2005, au Salon du Livre de Paris, comme seul et modeste ornement du stand de Sens public, était affichée en taille « poster » une reproduction intégrale du Manifeste pour une Nouvelle Littérature, ponctuée d’un signe d’interrogation. Dans le texte on pouvait lire : « pas de nouvelle littérature sans nouvelle édition », phrase qui résumait la problématique peut-être centrale de l’évolution de la littérature contemporaine, notamment narrative, et de son produit emblématique, le roman. Dix ans plus tard, la réponse est là : la nouvelle édition, c’est l’éditorialisation. Et la nouvelle forme narrative qui trouve son épanouissement grâce à l’éditorialisation, c’est l’intertexte. Qu’est-ce que l’éditorialisation ? Deux réponses apparaissent, rappelant analogiquement Einstein et sa théorie de la relativité : celle, restreinte, de Marcello Vitali-Rosati, qui ne concerne principalement que le monde de l’édition ; l’autre, plus générale, de Gérard Wormser, qui englobe un ensemble beaucoup plus vaste de manifestations de l’univers du numérique.


Lire l'article sur Sens Public

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 Article publié le 4 juin 2015 par Sens Public.

 Résumé : Dans le monde de la littérature, le Chili est reconnu surtout par ses poètes (Gabriela Mistral et Pablo Neruda, tous deux prix Nobel). Ses romanciers, en dehors de Roberto Bolaño, n’ont jamais atteint le même niveau de prestige. Il y a également une lignée d’écrivains d’avant-garde qui va de Vicente Huidobro dans les années 30 (son œuvre, à l’époque réputée en France et en Espagne, est en partie écrite en français), jusqu’à Jean Emar, Juan-Agustín Palazuelos et Mauricio Wacquez, pendant la deuxième moitié du 20e siècle. Dans cet entretien David Wallace, professeur de littérature à l’Université du Chili, donne, à travers ses questions, un aperçu de l’évolution de la narrative chilienne en particulier et de la narrative hispanique en général, tout en laissant ouverte la question du roman comme genre littéraire face aux nouvelles technologies et à l’invention de l’écriture électronique.

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LES RENTRÉES LITTÉRAIRES ET MADAME FILIPPETTI, MINISTRE DE LA CULTURE ET ROMANCIÈRE.
Publication du pamphlet balzacien par Sens Public.

La corruption du milieu politique et du milieu littéraire dénoncée par Balzac dans son pamphlet Monographie de la presse parisienne (1843) est toujours d'actualité. Aujourd'hui, les règles du milieu surnommé « germanopratin » (composé des éditeurs situés principalement dans le faubourg Saint-Germain, ainsi que de leur cour de journalistes, critiques, politiciens et romanciers édités par eux) expliquent en grande partie la décadence de la littérature narrative française. Mais une nouvelle littérature, indépendante des influences commerciales et du jeu des classes sociales est désormais possible grâce à la révolution cybernétique.

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PROLOGUE de "LA SOCIETE DES HOMMES CELESTES" (Edition Kindle).
 
Si le lecteur habitué à lire des romans -comme jadis Don Alonso Quijano- réussit à traverser, sans se brûler, le Prologue dans l'Enfer de La Société des Hommes Célestes (un Faust latino-américain), il pourra constater que ce livre n'est pas un roman mais un Intertexte tissé avec des centaines de citations des Faust classiques. Dans le cas particulier de ce Faust intertextuel, les citations sont signalées d’un petit chiffre, ce qui peut dérouter le lecteur qui a été « conditionné » (comme aurait dit le Docteur Ivan Petrovic Pavlov) à la lecture plate et sans complication d'un roman ordinaire. Il pourra même croire qu'il se trouve face à une thèse de Doctorat. Heureusement, ce n'est pas le cas. En effet, l’un des axes du récit traverse l'éducation occidentale au XXe siècle (elle n'a pas beaucoup changé de nos jours), dont le sommet proposé au pauvre étudiant est le diplôme de "Docteur". C'est la raison pour laquelle ce Faust latino-américain adopte la forme ou, plutôt, l'"apparence" d'une thèse doctorale...comme celle qu’aurait voulu écrire Wagner, le disciple du Faust de Goethe. Donc les chiffres ont aussi une justification esthétique. Cependant, tout comme dans la version "papier" de La Société des Hommes Célestes (Amazon.fr), le lecteur peut faire abstraction des chiffres et lire tout le livre comme si c'était presqu’un roman... même si ce n’est pas le cas.
Thomas Mann, inquiet par le déclin de la littérature (en réalité, du genre romanesque), se demandait dans son Doktor Faustus quel artifice utiliser pour faire sentir au lecteur qu’au-delà de la surface de la narration il y a une « connaissance lucide», vraie «conscience» du texte. La réponse, c'est l'Intertexte. Le lecteur est libre de choisir s'il reste sur la surface du récit ou s'il cherche, tel un nouveau Faust, cette connaissance lucide contenue dans l'Intertexte. Bien sûr, il est invité à l'enrichir, tout en abandonnant sa romanesque oisiveté, trompeuse et dangereuse à l'instar de celle qui poussa Don Alonso Quijano à devenir Don Quijote de la Mancha, avec les résultats que l'on sait. Le lecteur pourrait même postuler au titre de « Docteur en Faustologie» décerné dans Le Château de Méphistophélès, prestigieux bordel littéraire dirigé par Maggie, dont les charmes intemporels d'érothérapeute de luxe ont séduit Lessing, Goethe, Marlowe, Lenau, Liszt, Murnau, Mann, Boulgakov, Valéry, Pessoa, Butor et de nombreux autres artistes et écrivains. *

*Nota Bene
Le lecteur est autorisé, contrairement à ce qui se passe au cours des examens scolaires et universitaires, à copier tout ce qu’il veut dans la version électronique (wip) de La Société des Hommes Célestes , où les chiffres sont « actifs » et renvoient aux citations exactes des Faust consultés.

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